Juan José Reyes
Suele decirse que nada tan efímero como el valor del periódico de hoy en la mañana, y no habrá duda de que con la verdadera invasión informativa que padecemos cada día y a toda hora esto puede extenderse a los noticieros de todo tipo y de cualquier medio. Por eso es cada vez más necesario que los periódicos contengan además de su información fugaz, rápidamente corregida por nuevas informaciones y por la terca e inaprehensible realidad, elementos de valor macizo, reflexiones que adecuadamente den indicios del sentido del ritmo de los tiempos, al menos. Esto mismo hicieron algunos diarios nacionales hará pocos años al publicar artículos que la agencia informativa Notimex le solicitó al científico mexicano Ruy Pérez Tamayo. Se trata de un acierto de verdadera importancia, a tal grado que no resulta fácil comprender por qué esa agencia no extiende esa idea y amplía su nómina con nuevas y afortunadas solicitudes. Que no abundan las plumas del calibre de la del doctor Pérez Tamayo no sólo no contradice la idea sino que la fortalece: cuanto menos sean los autores dotados de tantas luces más necesario poner al sol su limpísimo ropaje delante de los empañados ojos de lectores ya fatigados o semienceguecidos por textos al uso, de menos que mediano valor y, eso sí, ínfulas de piezas de carácter determinante para el devenir nacional. Un acierto más es preciso señalar. Ahora corre por la cuenta del Fondo de Cultura Económica, casa que en su colección La Ciencia para Todos ha puesto en circulación el conjunto de aquellas colaboraciones de Pérez Tamayo en una edición sobria y elegante, de seguro además de precio accesible. De este modo el papel siempre destinado para usos varios del viejo periódico es reemplazado por el imperecedero material impreso, en un tomo de alta dignidad.
De los temas varios que con sabiduría y buena malicia de escritor aborda el autor escojo uno, sólo como ejemplo para complementar esta nota mínima. Está más o menos al comienzo. Se trata del apunte de que en realidad el ser humano habría de ser definido como aquel ser que toma decisiones contando con una información en su mayor parte falsa, o por lo menos no demostrada. Puesto así, sencillamente, el asunto parece más o menos evidente, pero lo cierto es que tiene consecuencias de largo alcance. En este apunte estaría por ejemplo el origen de la literatura, el tramado de historias en las que lo que cuenta es sobre todo lo que se desconoce. En el campo de la moral práctica también es clarísimo el peso de la afirmación: si actuamos a partir de mentiras, o de falsedades o como quiera decirse, es preciso pensar que la mentira está mucho más presente en el entramado de la vida social de lo que suele aceptarse.
Las relaciones inescapables entre ciencia y arte, la ciencia y la imaginación, las clases de hombres de ciencia, la importancia de la información… Todos los temas de Pérez Tamayo acaban siendo sin remedio puntos de arranque de ideas, reflexiones que acaso puedan alcanzar riquezas varias en las mentes del lector curioso. El libro es un gran libro.
Ruy Pérez Tamayo, Acerca de Minerva.
Fondo de Cultura Económica (La Ciencia para Todos, 40),
4ª reimpresión, México, 2011; 206 pp.