Auvers, es gravemente bello

Martha Bañuelos

París.- Van Gogh hizo millonarios con sus pinturas, él quien moriría sin posesiones, sin gloria, ni prestigio, de la misma forma lo obsesionaba la idea de “qué difícil es ser simple”, así en esa exploración de la claridad vivió Vincent van Gogh. De su paso por Francia en Auvers-sur-Oise, tuvo la imaginación de decir Auvers, es gravemente bello, y otros artistas descubrieron ese pequeño refugio, al noroeste de París, en donde el río l’Oise se vierte sobre el valle del mismo nombre; sus aguas reflejan la luz que la paleta de colores de los pintores desarrollaron.

Y si no todos somos Van Gogh, Corot o Cézanne, por un día podemos sumergirnos en la piel de estos grandes pintores; subir por la escalera que lleva a la habitación en la hostería Ravoux, llamada la casa de Van Gogh  www.maisondevangogh.fr en donde la intimidad de antaño se respira, gracias a la restauración que nos transporta en un peregrinar hasta mayo de 1890.

Mayo, el sol brilla, el clima es suave en el Valle de l’Oise, Van Gogh vivió  en esa región 70 días y pintó 70 cuadros, en una habitación de 7 metros cuadrados con una pequeña ventana y hoy con una simple silla http://www.vangoghsdream.org ; la sala del restaurant con su piso de rombos blancos y negros en cerámica antigua insinúan un modernismo que se despliega a los pies del visitante, tocar las viejas maderas de las mesas que nos traducen los gestos de los artistas que por ahí pasaron, junto con el hermano de Van Gogh, Théo y el doctor Gachet amigo y coleccionador.

Auvers–sur-Oise además de luz y paisaje tiene historia; el castillo d’Auvers fue construido en 1635 a sus pies un laberinto en verde natural es diseñado por arbustos que con el tiempo y la mano del hombre han hecho una grafía perfecta, fotografiada infinidad de veces. Esos jardines nos reciben e invitan a subir por la monumental escalera que llega a la terraza, en donde la vista puede vagabundear dejando paso a la imaginación al ver la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción pintada por Van Gogh, y los techos y paisajes inmortalizados por su genio.

Más lejos, el museo con la obra de Zadkine, escultor francés de origen ruso, que dejó en bronce una obra monumental por sus ideas y expresión del interior del hombre, la dualidad del ser se lee en sus obras, el hombre es instrumento, es el índice que señala el destino de la época del artista. Zadkine enfrentó la tragedia humana de la Primera Guerra Mundial, es quizá esa ambigüedad entre un mundo en convulsión y el mundo de Auvers–sur-Oise que invita a una tranquilidad que nos lleva al fondo de nuestro espíritu, para descubrir los caminos sinuosos de nuestro pensamiento.

En tren a tan solo 45 minutos de París, la casa del doctor Paul Gachet nos recibe e invita a sentarnos sobre el bloque de piedra y la mesa original en donde Van Gogh y el doctor Gachet lo hacían. La misma hiedra que corre por los muros de esa casa cubre la “simple” tumba de Van Gogh y Théo en el cementerio de Auvers–sur-Oise que nos confirma que Auvers, es gravemente bello!