Hay varios candidatos, pero también podría fraccionarse el mando de Al Qaeda

Bernardo González Solano

A favor y en contra, la ejecución del ahora legendario fundador y líder de la organización terrorista Al Qaeda (La Base), Osama Bin Muhammad bin Awdan bin Laden, por órdenes del presidente y comandante general del ejército de Estados Unidos, Barack Husein Obama, será fuente inagotable de tinta y de horas de transmisión por todos los medios posibles.

Siempre habrá los que critiquen y denuncien las operaciones del comando militar que ejecutó al terrorista. Así como no son pocos los que aprobarán, pese a todo, el asesinato de Bin Laden, sin olvidar los sepulcros blanqueados que se desgarran las vestiduras por los derechos del sanguinario asesino que ordenó la muerte de miles de personas inocentes que se encontraban en las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001.

En estos días muchos han recordado la ley  del Talión, y otros, como el mandatario estadounidense afirmó que “se había hecho justicia”. Tema controvertido sobre el que nunca se despejarán las dudas y las acusaciones. Muchas organizaciones no gubernamentales, cuyo origen y desempeño tampoco son claros, piden que Estados Unidos y su mandatario sean llevados a la banca de acusados.

Mientras tanto, la supervivencia de Al Qaeda está ligada a su capacidad para manejar la sucesión de su jefe.

En tales circunstancias, tanto Estados Unidos como muchos otros países occidentales —que en su momento se han comprometido en la lucha antiterrorista contra Al Qaeda— están seguros que la organización terrorista tratará, en cualquier momento, de cobrarse la muerte de Bin Laden. En más de una ocasión. ¿Dónde? Donde los terroristas puedan y cuando puedan. No hay que ser expertos en cuestiones internacionales —como ahora sucede en México que cualquier merolico disfrazado de académico se autocalifica como “analista internacional” sobre la materia— para anticipar varios actos terroristas en nombre de la yihad (“guerra santa” islámica) por parte de los sucesores de Bin Laden.

De ese inicuo derramamiento de sangre darán cuenta, en su momento, todos los medios de comunicación. Entonces, las plañideras profesionales no recordarán la ley del Talión. Sólo ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

El comunicado de Al Qaeda

En un comunicado de Al Qaeda en el que reconocía la muerte de Bin Laden, afirmó: “El jeque Osama no construyó una organización para que desapareciera a su muerte”.

Por su parte, Leon Paneta, director de la CIA, advirtió: “El hecho de que Bin Laden esté muerto no significa que Al Qaeda esté muerta”. En ambas afirmaciones es en lo único que están de acuerdo tanto Al Qaeda como la CIA. Aunque todavía —en el momento de escribir este reportaje— no se conoce el nombre de sucesor de Bin Laden, por ende el nuevo jefe del terrorismo internacional, Estados Unidos y los principales países occidentales, sobre todo en Europa, han declarado la alerta general ante la inevitable respuesta de los promotores de la yihad.

Además de acelerar la tendencia —en marcha en los últimos años— para dispersar sus fuerzas y para autonomizar las ramas y células de Al Qaeda en todo el mundo, el ajusticiamiento de Bin Laden pone en evidencia dos desafíos fundamentales en el movimiento yihadista internacional: el del liderazgo y el del financiamiento.

Bin Laden era un líder indiscutible, el jefe supremo. Por el momento, nadie, en el seno del comando central de Al Qaeda en Pakistán o en cualquiera de las ramas más activas, Al Qaeda en la península arábiga y Al Qaeda en el Magreb islámico, puede revindicar para sí la sucesión. Ni el mauritano Abu Yahya el Libi, ni Khalid al Habid, ni Adnan el Shukrijumah, ni Atiyah Abd al Rahman.

Mientras tanto, los organismos de inteligencia estadounidenses, al alimón con el ejército y sus fuerzas especiales, apoyándose en los sofisticados aviones no tripulados, han continuado el ataque a los posibles sucesores de Bin Laden.

Es el caso de Anwar al Awiaki —originario de Estados Unidos de ascendencia yemení, que goza de doble nacionalidad—, acusado de terrorista por el Tío Sam, salvó el pellejo el viernes último cuando un avión de ese tipo lanzó bombas en la provincia de Shabua, bastión de Al Qaeda al este de Saná.

Algo similar sucedió en Waziristán, región tribal pakistaní, donde se supone, desde hace tiempo, que la CIA busca en la zona al egipcio Ayman al Zawahiri, el llamado número dos de Al Qaeda, brazo derecho de Bin Laden desde los primeros días de la organización terrorista, aunque se sabe que no fue sino hasta julio de 2001 cuando se afilió formalmente a Al Qaeda.

Por lo mismo, muchos son los que se preguntan qué sucederá con el liderazgo de Al Qaeda. La muerte o el arresto de un líder no es un evento anodino para una organización terrorista. Ni Sendero Luminoso, ni el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, ni el Ejército Republicano Irlandés, provisional y auténtico, ni el Aum Shinrikyo jamás pudieron superar la neutralización de sus jefes.

No obstante, Al Qaeda no es una organización terrorista como las otras y el deceso de Bin Laden no significará su fin inmediato.

Lo que diferencia a Al Qaeda de los otros grupos terroristas es su vocación global y su grado de descentralización. Desde el principio de la operación Enduring Freedom (libertad duradera) en 2001, la organización terrorista, sometida a una fuerte presión, fue obligada a evolucionar. “Filiales” se crearon en Irak, el Magreb (Argelia, Marruecos y Túnez) y en la península arábiga, sin que fuera posible conocer con claridad la naturaleza y la solidez de los lazos que unen a estas “filiales” con Al Qaeda central.

Los candidatos

Algunos analistas afirman que Bin Laden no fungía más que como una fuente de inspiración, pero otros afirman que conservaba un puesto operacional. En todo caso, que no estaba en posibilidades de controlar lo que sucedía en los diferentes “frentes” de Al Qaeda. Las divergencias que enfrentan a Al Qaeda central con Abu Mussab al-Zarqaui en Irak son bien conocidas.

De tal suerte, Rashad Mohamed Ismail, uno de los cabezas de la organización terrorista en la península arábiga, mejor conocido como Abu al Fida, manifestó: “Ayman al Zawahiri es el mejor candidato y la persona adecuada para tomar el relevo”.

En entrevista con Moner el Omari, periodista del periódico bisemanal Yemen Times, Al Fida agregó: “Todas las ramas de Al Qaeda le aprobarían y todos los movimientos yihadistas confían en él”.

La opinión de Al Fida la comparten buena parte de analistas y responsables de la lucha antiterrorista. No por casualidad, el FBI ofrece 25 millones de dólares por la información que permita detener al supuesto sucesor de Bin Laden. Cantidad semejante también se ofreció por la cabeza del terrorista ejecutado.

El más firme sucesor

Ayman Al-Zawahiri, de 59 años de edad, cirujano oftalmólogo de profesión, es el más conocido de los hombres de confianza de Bin Laden. Su cara, enmarcada por grandes anteojos de pasta y con el callo en la frente que singulariza a los musulmanes piadosos que ponen la cabeza en el piso al orar diariamente en dirección a La Meca, se recuerda desde los primeros videos que Bin Laden envió a la Internet, en los que siempre aparecía silencioso a su lado. Posteriormente se le identificó como portavoz del líder y escribió un libro en 2010 en el que explica cómo derribar al gobierno de Pakistán.

Pero, especialistas, como John Brennan, el consejero más importante del presidente Obama en la lucha contra el terrorismo, advirtió que el “número dos, Al-Zawahiri no participó en la lucha de Afganistán y creo que tiene muchos detractores dentro de la organización”. Asimismo, en otro video, el último que se conoce, transmitido el 14 de abril, Zawahiri durante 70 minutos habló sin referirse a Bin Laden, algo inusitado. Y la prensa de Pakistán basado en información de los servicios secretos, publicó que ambos personajes se enfrentaron por cuestiones de dinero.

Otros analistas dicen que Zawahiri, producto de la yihad islámica egipcia, tiene a la vez un problema de carisma y un problema generacional que le dificultaría ejercer su autoridad sobre los jóvenes comandantes de la yihad.

Por otra parte, nada asegura que el entorno inmediato e histórico de Bin Laden, compuesto de saudíes y de yemenitas, aceptarán obedecer a un egipcio.

Es poco factible que se encuentre un sucesor entre los movimientos “periféricos” como son los talibanes afganos de Sirajuddin Haqqani o los talibanes paquistaníes de Hakimullah Mehsud, los islamistas de Abdelmalek Drukdal, o del Estado islámico de Irak o de los Chabab de Somalia.

Se mencionan, además, otros lugartenientes de Bin Laden, como Saif al-Adel, responsable de los asuntos de seguridad en el seno de la organización. Se le supone en Irán desde hace una década. El ex paracaidista de las fuerzas especiales egipcias tiene una herida bajo el ojo derecho.

Sulaiman Abu Ghaith, originario de Koweit, ha sido portavoz de Al Qaeda. Actualmente en fuga, habría salido de Irán el año pasado para refugiarse en Afganistán o Yemen.

Otro es el mauritano Abu Hafs al-Mauritani, en fuga después de haber sido el guía espiritual de Bin Laden.

Anwar al-Awlaqi, predicador estadounidense de origen yemenita, refugiado en Yemen desde 2002, muy influyente en la Internet, figura en la lista de los blancos por eliminar por los Estados Unidos.

Y Abu Mohammed al-Masrim egipcio, cerebro de los atentados en contra de las embajadas de Estados Unidos en Kenya y Tanzania en 1998.

En fin, también hay la teoría de que no habrá sucesor. Y que esta situación será el fin del “comando central”. Cada Al Qaeda estatal tendría un jefe que se reuniría con los otros en ocasiones especiales. El apogeo de Al Qaeda fue el 11-S de 2001. ¿Será cierto?