Carmen Galindo
Sucedió hace un rato, el 25 de marzo de 2011, pero no quisiera dejar ir la nota sin comentario. Los artistas mexicanos Rolando de la Rosa y Yamina del Real llevaron a la Universidad de Lanús, en Argentina, una obra que se titula El caballo argen-mex. Este caballo, al modo del de Troya, está provisto de cajas de frutas y huacales, donde se acomodan, según la nota periodística que leo, los discos, libros, ensayos y hasta una escultura, obras de los exiliados argentinos que se refugiaron en nuestro país a raíz del golpe militar del 24 de marzo de 1976, hace 35 años.
El caballo argen-mex lleva, pues, en su interior algunos de los textos antiimperialistas de Don Gregorio Selser, libros de historia del querido maestro Rodolfo Puiggrós, precisos ensayos culturales sobre la urbe de Néstor García Canclini, artículos de Óscar González del desaparecido diario Uno más uno y, entre otros más, la novela Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, que relata al pie de la historia el horror de las torturas en la Escuela de Mecánica de la Armada. El título de la novela está tomado de los célebres versos de Quevedo que se inician con “Miré los muros de la patria mía” y que más adelante dice que al fijar la vista alrededor: “no halle cosa en que poner los ojos/ que no fuese recuerdo de la muerte”.
Carlos Vanella y su esposa Teresa, dos argen-mex, me contaron que ya de regreso en su patria, sus hijos pidieron, y se les concedió, en una ceremonia cívica de su primaria desfilar con “su bandera”, la de México. Vanella, además, extrañaba los tacos de El Fogoncito. La casa, aquí, de Don Gregorio Selser estaba invadida de recortes de periódico hasta en la cocina, recortes creados en buena parte y custodiados siempre por su esposa Martha, quien, sospecho, a veces tenía funciones de ghost-writer. Recuerdo, en especial, un folletito, tal vez un suplemento, en que Don Gregorio documentaba las veces que Estados Unidos había invadido a México “oficialmente”. El gobierno estadounidense lo perseguía tanto que se evitaba que su foto se reprodujera junto a sus escritos. A Rodolfo Puiggrós, que era algo así como el patriarca de los argen-mex, lo recuerdo como maestro de la Facultad de Economía y como periodista en los pasillos de El Día. Hace muchos años, me prestó un libro de Patricio Canto de crítica a las ideas políticas de Borges. Delia, su esposa, me contó que ya se había acostumbrado al modo discreto de los mexicanos y que de regreso en Argentina se sorprendía de que le hicieran comentarios personas desconocidas en la calle. Como buen argentino, Puiggrós nos invitaba, a mi hermana y a mí, a restaurantes italianos. Fue rector, si no me equivoco, de la Universidad de Buenos Aires. En efecto, México, como atestigua la obra de Rolando de la Rosa y Yamina del Real, se enriqueció con el exilio de los que en reconocimiento a nuestro país se han llamado a sí mimos los argen-mex.
Y el repudio de intelectuales argentinos a Vargas Llosa
Un grupo de intelectuales argentinos se opusieron a que Mario Vargas Llosa, el más reciente Premio Nobel, inaugurara la XXXVII Feria del Libro de Buenos Aires. Nadie dijo que no participara, simplemente no quisieron que inaugurara. Las razones son tres: su defensa del neoliberalismo y sus críticas a los gobiernos populares de América Latina, como, precisaron, Bolivia, Venezuela, Ecuador y la propia Argentina. La tercera razón es su silencio ante la dictadura militar argentina.
La propia Cristina Fernández, viuda de Kichner, pidió a los intelectuales que cesara el repudio al novelista, pero, si bien la presentación del escritor peruano no ocurrió el día inaugural, sino al siguiente, la Presidenta se abstuvo de asistir, y los representantes del gobierno, se dice, “convirtieron el acto en un mitin”.
Un comentarista de internet, terció así en el debate:
Lo que no tiene que hacer Vargas Llosa es utilizar su fama como LITERATO, para ir como político a pontificar en otro país qué sistema de gobierno tienen que tener, criticar a un pueblo que es soberano de votar a quien quiere, aparte Argentina, tiene hoy record de reservas, superávit fiscal, salió de la suspensión de pagos, hace siete años crece a tasas chinas (que son las más altas del mundo), tiene record de fabricación de autos, record en venta de autos, record de exportación de granos, calidad de vida mas alta de Latinoamérica (acaba de superar a Chile), ha documentado a los inmigrantes (incluidos los inmigrantes peruanos), protección social para población desprotegida (y aún falta) y tener que soportar a este señor que en la época de la dictadura en Argentina hizo mutis por el foro, cuando torturaban y desaparecían personas y hasta bebés.
Los gobiernos tienen poca memoria o de plano no les interesan las declaraciones de los artistas. Aquí en México, se otorgó a Vargas Llosa el doctorado honoris causa de la UNAM. Seguramente las autoridades universitarias no se acordaron, o les dio lo mismo, que el escritor haya declarado hace unos años que las universidades públicas debían cerrarse, porque eran “nidos de guerrilleros”. Por otro lado, el mismo novelista, por congruencia, debió haber rechazado un doctorado que proviene de una universidad pública.
Vargas Llosa, dicho sea entre paréntesis, ha tratado de deslindarse de sus declaraciones derechistas y algunas de sus obras, como La historia de Mayta o El paraíso en la otra esquina abordan personajes comprometidos con el socialismo, sin condenarlos demasiado, como en el caso de Mayta, o de plano sin condenarlos, como en el personaje de Flora Tristán, que, por otro lado, pertenece al socialismo utópico. Al contrario, nunca se ha deslindado de su apoyo a Pinochet, tan duramente atacado por García Márquez en Miguel Littin, clandestino en Chile. Por cierto, aunque no es nada académico, el autor de Cien años de soledad bien merecía el honoris causa de la UNAM. Aquí ha creado su narrativa y como es sabido, ya ha vivido más años acá que en su natal Colombia, por más que siga fiel al “olor de la guayaba”.
Finalmente, Vargas Llosa habló en la Feria del Libro en Argentina, intervención que aprovechó para acusar a los que lo repudiaron de inquisidores y declaró que no le importa que se le considere de derecha, pero, aunque ocupó lugar estelar al día siguiente, no inauguró la Feria del Libro que termina en estos primeros días de mayo.