¿Cuándo y dónde comenzarán las represalias?

Raúl Cremoux

Diez años después del ataque perpetrado a las Torres Gemelas en Nueva York, el anuncio de la muerte de Bin Laden mete a los principales países de Occidente a un remolino de especulaciones. La primera es una pregunta a una certeza: ¿cuándo y dónde comenzarán las represalias?

Cuatro días antes del 11 de septiembre de 2001, Osama Bin Laden había realizado un atentado directo contra el comandante Massud (Massud el Afgano) que pasaba por ser el aliado natural de Occidente en Afganistán. Viejo luchador contra la invasión soviética, el 7 de septiembre recibió a unos periodistas que deseaban entrevistarlo. Las cámaras arrojaron fuego. Murió en el acto.

En Suiza una mujer conducía su automóvil y escuchó en la radio la muerte de Massud. Se estremeció. Era la esposa, divorciada, de un hermano de Bin Laden. Ella alcanzó a decir: “aAlgo grave va a ocurrir”. El instinto de las mujeres.

La familia de los Bin Laden procedía del Yemen y emigró hacia Arabia Saudita, futuro poder petrolero. Mohammed Ben Oud Bin Laden montó, con sus hermanos, una compañía de construcción y pronto se transformaron en grandes empresarios.

De acuerdo con la tradición polígama, Mohammed tuvo varias mujeres y una cincuentena de hijos. Entre ellos Osama Bin Laden. Ricos, y reconstructor de sagradas mezquitas —la de La Meca entre otras—, los Bin Laden tuvieron excelentes relaciones con la familia real lo que les permitió ingresar al mundo del petróleo y contar con el apoyo del rey Faysal.

Osama Bin Laden nació en 1957; recibió buena educación e ingresó en la Universidad King Abdelazie. Su padre murió en 1978 y sus hijos heredaron el imperio.

Cuando en 1979 la Unión Soviética invadió Afganistán para imponer un gobierno comunista que colocaría a Moscú en una posición importante en la región, esta invasión movilizó al mundo musulmán contra la URSS y Bin Laden se enroló en la batalla contra el país que aspiraba a controlar un país islámico. La CIA intervino y apoyó a las guerrillas musulmanas de muchos países árabes que se alistaron contra el ejército soviético.

Osama Bin Laden, rico y bien organizado, recibió entrenamiento y la ayuda de la CIA. Ironía de la vida. Estados Unidos sostuvo, armó y adiestró, en distintas técnicas, a los guerrilleros islámicos contra la URSS y cuando Moscú, sin remedio, tuvo que retirarse de Afganistán, dejó detrás de sí un ejército islámico armado. La CIA creyó cerrar el capítulo. No era así.

Bin Laden sacó todo el provecho posible de la crisis  y se integraría en los movimientos radicales islámicos. Funda Al-Qaeda y, después de vivir en varios países, establece contactos con diversos grupos y, sobre todo, con hijos de las familias árabes poderosas y bien educadas y procede a plantear un proyecto, mundial, de ataque al mundo occidental, en nombre de un Islam histórico. Sobre todo contra su centro de poder:  Estados Unidos.

Pakistán, aliado de Estados Unidos en la lucha contra los talibanes, era un amplio y complejo escenario donde Bin Laden y los talibanes contaban (¿siguen contando?) con ayuda a muy altos niveles. Se pensaba que estaba escondido en los nudos montañosos. Falso. Vivía en una acomodada zona urbana de Pakistán, cercana a la capital y en la inmediatez de cuarteles militares pakistaníes. Sólo la complicidad desde muy altos niveles permitió, desde el 2001, que no hubiera manera de ubicarlo.

La muerte de Bin Laden y los actuales levantamientos árabes contra sus autócratas revelan que Occidente, que los protegió y los armó incesantemente porque eso era el mal menor, ahora tienen que luchar contra los Gadafi y compañía para regresar, una vez más, al punto de partida.

 

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