Nora Rodríguez Aceves

La petición de renuncia del secretario de Seguridad Publica, Genaro García Luna, hecha por el escritor Javier Sicilia al considerar que sólo así el presidente Felipe Calderón demostrará que escuchó a la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad “politiza la situación y hay que tener mucho cuidado; porque si esa fuera la solución sería demasiado fácil, que el cambio de una persona trajera la solución de todos los problemas”, asegura monseñor Víctor René Rodríguez Gómez, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

“Efectivamente, hay que decir en que no estamos de acuerdo, pero focalizar demasiado la solución en el cambio de una persona —no es lo único—, todavía se puede hacer una petición mucho más amplia, más general y seguir aportando las distintas ideas y los distintos compromisos para un pacto nacional de paz con justicia, que no es la primera vez que se hace o que se intenta, pero es donde tenemos que seguir buscando el verdadero compromiso de credibilidad que necesitamos todas las instituciones de nuestro país”.

Con la marcha por la paz, que se inició el jueves 5 del presente mes en Cuernavaca y culminó el pasado día 8 de mayo, en el Zócalo de la ciudad de México, la sociedad dio una muestra de civilidad, dice el obispo Rodríguez, “con una manifestación pacífica y respetuosa. Cuando el pueblo siente una oportunidad de manifestar tanto el reconocimiento de quienes lo están haciendo bien como el exigir que se corrijan algunas cosas se suma de una manera voluntaria, aunque también se presta para que alguien busque acarear el agua hacia otros molinos y de esto ya se ha hablado suficientemente”.

En ese mismo tenor, señala que el poeta Javier Sicilia ha expresado de manera muy sensible un sentimiento que está presente en muchos sectores de la vida social de nuestro país, pero la CEM, en febrero del año pasado también hizo “una exhortación pastoral donde hablamos de la necesidad de que nuestra fe contribuya al establecimiento de la paz de nuestra patria. Hizo un análisis de la situación del país donde se percibe ese clima de inseguridad y donde no se cae en la medida fácil de buscar culpables, sino más bien se buscan los factores que influyen para que se dé este clima de inseguridad en nuestro país”.

Cultura de la ilegalidad

El obispo auxiliar de la diócesis de Texcoco, explica a Siempre! cuáles son estos factores para que se dé este clima de inseguridad. “En primer lugar, la cultura de ilegalidad, donde se hace costumbre sentirse más hábil si se es más capaz, ha de evadir la ley; otro factor es la pérdida del sentido de la moralidad, la enseñanza del civismo, de la ética en los distintos niveles educativos se está perdiendo. La educación recibida desde la familia donde el respeto a las personas y a los bienes de los demás se está perdiendo, se está descuidando o está pasando a segundo término”.

“Esto tiene que ver con el cambio de época donde se percibe no sólo una ausencia de valores sino una tergiversación en la escala de éstos, en donde se siguen reconociendo grandes valores, pero a veces se le da más importancia, por ejemplo, al valor de la libertad y se disminuye el valor a la responsabilidad o el valor de la solidaridad como algo que tiene que ver con la convivencia humana en todos sus campos. Esos son los grandes factores en donde no se busca culpables, simplemente hay que descubrir que la sociedad cambia y que en muchas cosas hemos dejado de hacer la tarea y en muchas cosas los cambios han sido tan rápidos que deja atrás a instituciones como la familia o la Iglesia, en sus distintas expresiones”.

“Nosotros hablamos en concreto por la Iglesia católica que tiene toda una historia y una tradición en la formación de nuestro país y de la identidad nacional; pero hay otras maneras de expresar la fe en el pueblo mexicano y de la misma manera vemos que hay una responsabilidad de nosotros para contribuir a mejorar el tejido social”.

Además, agrega el prelado, “todos estos grandes factores están reflejando situaciones como el anonimato en que uno se mueve y por lo tanto poca responsabilidad para cuidar un buen nombre, una fama, una trayectoria, un apellido, una familia, el anonimato nos lleva a crear también esos climas de inseguridad. También está el desencanto por el sistema de impartición de justicia donde la mayoría del pueblo tiene experiencias de búsqueda frustrada de la aplicación de la justicia, lo que contribuye como factor, y donde no podemos decir: fulano de tal es responsable. Hace tiempo alguien dijo: la corrupción somos todos. Aquí también la inseguridad de alguna manera somos todos, porque hay situaciones de violencia que se generan en el mismo seno de la familia cuando no compartimos, cuando no respetamos, cuando no valoramos a todas las personas en su dignidad, en sus valores y en sus derechos, desde ahí se genera la violencia y sobretodo se forma una mentalidad en la que, a veces, se discrimina o por distintas razones o a veces también nos posicionamos en una situación donde se descalifica al que piensa de manera diferente. Eso impide un clima de diálogo, de complementación, más bien parece una polarización de los distintos sectores de la sociedad. Esto es algo que generamos todos en la que todos en mayor o menor grado somos responsables y en lo que todos en mayor o menor grado estamos comprometidos para la restauración de este tejido social de nuestro país”.

“No puede haber paz mientras no haya también un clima de justicia y de respeto al derecho de cada persona y de las distintas instituciones”.

 

Diálogo por la seguridad

Frente a este contexto, monseñor Rodríguez Gómez destaca que la labor que hace la Iglesia para contribuir a un clima de seguridad y paz: “Nosotros hemos participado en los diálogos por la seguridad convocados por el Presidente de la República, hemos presentado distintos planteamientos donde vemos que debe reconocerse el esfuerzo de la sociedad civil que a través de distintas instituciones está tratando de hacer su tarea, pero también hemos escuchado de parte del Presidente que la militarización del combate a la delincuencia organizada es como un paso de emergencia, el siguiente paso es la depuración de las policías, que sean confiables, porque efectivamente cuando no hay una coincidencia, una confluencia de las distintas fuerzas, municipales, estatales y federales; pues a veces el enemigo está en casa y por lo mismo es necesario hacer ese trabajo de depuración, de certificación de las distintos niveles de policía”.

Pero “además de la respuesta de emergencia con el Ejército y el segundo paso, la formación de una policía que verdaderamente garantice el orden y la paz en nuestro país, también tenemos una gran tarea en este sentido la sociedad civil en lo que se refiere, principalmente, a una educación para la paz. Necesitamos no solamente orar por la paz, sino trabajar por la paz. Necesitamos no acostumbrarnos a la inseguridad o al clima de violencia, sino buscar siempre los caminos de reconciliación y de paz y necesitamos también de alguna manera reconocer, valorar y amar la paz como un clima necesario para el desarrollo y para la convivencia armónica entre todos los mexicanos”.

Ante las voces de diversos sectores de la población que se han dejado escuchar y que piden a presidente Felipe Calderón un cambio en la estrategia de lucha contra el crimen organizado, el secretario general de la CEM, señala “más bien se trata de mejorar la situación, todo es perfectible en nuestro país. Se ha hablado también de otras estrategias que no se han visto, por lo menos, que se trabaje convenientemente. Por ejemplo, vigilar y limitar el uso de recursos financieros que el crimen organizado maneja. Se ha dado algún avance con la ley de extinción de dominios, pero todavía falta mucho en el seguimiento de los grandes capitales que a veces se lavan, incluso, en el mismo sistema bancario o a veces en el sistema económico, ahí es donde creemos, juntamente con la reciente manifestación en busca de la paz, que deben afinarse las estrategias para que al crimen organizado se le limite en su gran arma, que es el uso del dinero. Porque eso le permite tener armamento, mantener gente, mercenaria, le permite corromper a las distintas autoridades, que es ahí donde tiene que darse un paso mucho muy importante”.

De igual forma, continúa el representante de la Iglesia: “Con las distintas reformas que pide la sociedad para el sistema político y en el sistema de la impartición de justicia. Tenemos un principio referente a los gobernantes, de que toda persona en sí es buena, pero si la vigilamos es mejor y el dar este paso para la rendición de cuentas, para la transparencia, para ser calificados, por el electorado, es un paso muy importante donde el gobernante se sienta comprometido a trabajar realmente en las promesas de campaña que tiene mucho que ver con la seguridad, con las fuentes de trabajo, con la educación, con los medios de comunicación, las vías de comunicación que faciliten que la gente pueda estar un poco más tranquila de su trabajo a la casa y de la casa al trabajo o sea hay muchas cosas que tienen que mejorarse. En ese sentido, efectivamente, la sociedad civil tiene que seguir aportando y haciéndose oír para que mejore la estrategia en la búsqueda de la paz y de la seguridad en nuestro país”.

 

Podemos ganar la batalla

“Sabemos que en la vida siempre habrá alguien que está buscando ganancias ilícitas y ese es un factor que polariza siempre a la sociedad. Sin embargo, podemos ganar la batalla si nosotros desde las distintas instituciones nos educamos para la legalidad, para la moralidad, para los valores éticos y nos educamos también para la convivencia armónica y pacífica”.

Sobre dónde quedan los partidos políticos, monseñor Víctor René Rodríguez, explica: “Siempre hay una posición entre lo que se encuentra en el gobierno y el que se encuentra en la oposición. Son puntos de vista donde alguien siempre dice: mi sistema, mi esquema de trabajo, es mejor que el actual. Esto habría que probarlo en su momento, en cierta forma es legítimo expresar la inconformidad, pero también debe ser legítimo el comprobar con hechos que efectivamente las propuestas son para mejorar”.

“Por otro lado, tampoco se puede ser juez y parte en este sentido. No podemos hacer que toda la culpa caiga en el gobierno, porque volveríamos a sistemas paternalista, totalitarios de otras épocas que no traen ningún bien para nuestro país. Aquí es muy importante reconocer el papel que tienen los representantes de la autoridad que han recibido la autoridad de parte del pueblo en este sistema de democracia, pero sería más importante pedir cuentas claras en todos los campos que el ejercicio de la autoridad, que esperar que ellos resuelvan todo como si tuvieran todas las posibilidades en sus manos”.

“Tienen un papel muy importante, definitivamente protagónico, pero la paz y la justicia no es obra solamente del gobierno como el deterioro del tejido social, tampoco es obra solamente del gobierno. En este sentido, somos responsables en distintas formas la sociedad y sus distintas instituciones, incluyendo los sistemas de gobierno”.

En cuanto al papel de la Iglesia indica: “La iglesia ha estado presente en la formación de la identidad de nuestro país y es la que ha enseñado los mandamientos de la ley de Dios, la que ha enseñado la aplicación ética en los tiempos actuales, pero nosotros tenemos una gran limitante, pudiéramos decir, en el macromundo cómo es las leyes que limitan la participación de los ministros de la Iglesia en opinar sobre los temas puntuales de la sociedad en nuestro país”.

“Nuestra labor —subraya— está enfocada a la formación de la conciencia desde la familia, desde las parroquias, que es donde tenemos ese trato diario con la comunidad. Desde ahí hemos estado trabajando muy fuertemente para elevar la conciencia en la dignidad de la persona”.