Susana Hernández Espíndola

Como se informó oportunamente en este portal, el pasado jueves, Ratko Mladic —uno de los hombres más buscados del mundo— fue detenido en Serbia y será extraditado a un tribunal de crímenes de guerra de la ONU, en La Haya, Holanda, para enfrentar cargos de genocidio.
Mladic es acusado de organizar el asesinato de hasta 8 mil musulmanes en la “zona segura” bosnia de Srebrenica, en lo que es considerada la peor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
El objetivo fundamental era la limpieza étnica, esto es, la expulsión, a la fuerza, de los musulmanes bosnios, croatas y otros no serbios para limpiar las tierras bosnias y crear una Gran Serbia.
Según el Tribunal de Crímenes de Guerra para la Antigua Yugoslavia, fue una conspiración, en la que Mladic fue ayudado, armado y apoyado por el ex líder serbio Slobodan Milosevic, junto con el líder serbio-bosnio Radovan Karadzic.
Pese a la presión internacional, los reformistas pro occidentales en el poder en Belgrado no se atrevían a tomar la iniciativa de arrestar a Mladic. Hasta 2003 había versiones de que estaba siendo tratado en un destacado hospital militar.
En el 2004, la OTAN dijo que tenía pruebas de que había estado tomando una copa con viejos camaradas en su antiguo búnker y cuartel general en Han Pijesak, Bosnia.

En las venas lleva sangre militar

Hijo de un combatiente de la Segunda Guerra Mundial muerto en 1945, Mladic era un agente del Ejército Federal cuando comenzó, en 1991, la desintegración de la Yugoslavia Comunista.
El ejército que el también llamado “Carnicero de Serbia creó para combatir en Bosnia fue un modelo de crueldad, temeridad y brutalidad, en la tradición guerrera que una vez fue apreciada en la pelea a vida o muerte de los serbios contra la Alemania nazi.
Cuando la OTAN trató de contener a sus fuerzas en 1995 con la amenaza de limitados ataques aéreos, sus tropas tomaron como escudos humanos a cascos azules de la Alianza, encadenándolos a posibles objetivos.
Los responsables occidentales que lidiaron con Mladic los días en que la política oficial era la imparcialidad, llegaron a lamentar haberle dado la mano.
En noviembre de 1996, Mladic y sus principales generales cedieron a la fuerte presión occidental para que dimitieran, como fue ordenado por la presidenta serbio-bosnia Biljana Plavsic, que sucedió a Karadzic.