La boda real, la beatificación de Juan Pablo ll y el anuncio de Obama

Martha Bañuelos

París.- Como una señal inesperada para millones de mujeres y hombres de la Tierra, abril y mayo fueron marcados por tres eventos. Los británicos, con los Windsor y la boda del príncipe William, preservaron otra vez una monarquía que se identifica con el pueblo, el que vive con una deuda pública de más de cien mil millones de euros; aun así, una vez más, se repitieron los actos y desde el balcón donde los guardianes de la tradición, con las manos cruzadas en la espalda, fueron filmados y fotografiados para que esa escena familiar se convirtiera en evento internacional. Los probables millones de espectadores que vieron el deslucido beso y los fanáticos de la familia real que acamparon y se vistieron con la bandera inglesa, esperaron frente a la Abadía de Westminster, para ver el furtivo paso de una posible reina. Las encuestas dicen y se contradicen que el 75 por ciento de los británicos tiene en el corazón a la monarquía, y ese es el « leitmotiv » (del alemán leiten-guiar y motiv-motivo) de la Corona Real para pagar tal ceremonia y continuar con la escena de su representación ideal en el palco del frontón del palacio de Buckingham, convirtiéndolo en el punto de humanismo de la fortaleza construida en 1705. A ese recinto sólo entraron 300 de los mil 900 invitados a la cena y al baile organizado por el  príncipe Charles; esta vez en lugar del Presidente americano Obama y de su esposa y del Presidente francés Sarkozy y de su esposa, el Príncipe William y Kate Middleton, invitaron a David Beckham y su esposa y a Elton John y su compañero.

Unas horas más tarde, en Roma en el corazón de la cristiandad, los “probables” dos millones de mujeres y hombres se apiñaron en las iglesias para vivir la beatificación de Juan Pablo II. Para permitir su beatificación, se reconoció el milagro de la religiosa francesa, Marie Simon, curada de la enfermedad de Parkinson, quien declaró “allí desde arriba, Juan-Pablo II les ve y es feliz”.

Pero no es lo único que desde arriba vio, unas horas más tarde y en otro país, en los Estados Unidos , millones de mujeres y hombres festejaron la muerte de Osama Bin Laden, quien hace casi 20 años había iniciado una guerra contra Occidente, siendo el atentado del 11 de septiembre del 2001 en el hoy « Zona Cero », la fecha cumbre de sus acciones. Pero la muerte del jefe de Al-Qaeda, pesa más que vivo, ya que como “la justicia” ha sido para ambos bandos el « leitmotiv » utilizado como en el característico teatro del absurdo, donde la incoherencia, el disparate y lo ilógico son los rasgos de la acción. Después de esa noticia, los servicios secretos se pusieron a la obra, temiendo las futuras acciones de “justicia”. Barack Obama anunció que el asesinato de Bin Laden fue durante una operación comando realizada en Pakistán en Abbottabad una ciudad situada a unos cincuenta kilómetros al norte de Islamabad.

Justicia es hecha, diría Obama, a su pueblo. Mientras que en Irak otro pueblo también pide “justicia”, el « leitmotiv »  de la humanidad. ¿No es verdad, señores Bush y compañía?