Panorama siniestro para nuestro país


El narcotráfico llegó para quedarse. Ni en este sexenio ni en los próximos será liquidado el gigantesco flagelo, el cual se expandió por la república debido a la táctica equivocada del presidente Felipe Calderón de utilizar el ejército en la “guerra” inútil y propiciar peleas entre mafias.

Nadie ha convencido al primer mandatario de retirar las fuerzas armadas de esa lucha que ha cobrado más de 40 mil vidas. Escucha sugerencias, pero cuando le mencionan la necesidad de regresar a soldados y marinos a sus cuarteles, Calderón se transforma y suelta los “¡no!” rotundos. Es una obsesión traumática, nociva, imposible de desbaratar.

Así suceda lo peor de aquí al 30 de noviembre del 2012 e incluso mueran otros 40 mil hombres y mujeres, jóvenes y niños, Calderón no cambiará su decisión de enero del 2006, de declarar la “guerra” al hampa. Fue cuando se vistió de soldado y dio lugar a cientos de miles de caricaturas.

Según expertos que incluso han participado en esa batalla perdida, la estrategia calderonista permite que a través de nuestra frontera con Estados Unidos pasen a este país 450 mil toneladas de marihuana cada año, como lo señaló un reportaje de National Geographic, el lunes pasado.

Un jefe policiaco calcula que nuestro país es puente para el paso de 200 mil toneladas de cocaína al año, procedentes de Sudamérica. Por ello, cuando se informa de 200 kilos o medida tonelada del polvo blanco capturados, se trata de cantidades irrisorias.

Expertos en drogadicción aseguran que poco importa a Estados Unidos el consumo en cantidades industriales de marihuana, cocaína, morfina y metanfetaminas, y si en un momento desaparecieran del mercado, millones de estadounidenses enloquecerían y causarían graves trastornos, peores a los sucedidos en los años treinta por la prohibición de licores. A esto se debe que algunos se pronuncian por la legalización de las drogas.

Para los cárteles y autoridades gubernamentales, el tráfico de enervantes significa cuantiosas ganancias, tantas que de acuerdo a cálculos de los “primos”, a México ingresan 30 mil millones de dólares al año por el comercio de los tóxicos.

Lo anterior da lugar a otro negocio cuantioso, el de las armas fabricadas en el imperio del norte. El presidente Calderón ha condenado muchas veces el contrabando de pistolas, granadas, metralletas y artefactos bélicos de alto poder, pero sus palabras se las lleva el viento y hasta queda la sospecha de un valor entendido.

Periodistas estadounidenses comentan que, ante la proximidad de campañas políticas en su país, continuará el envío de armas a México porque los aspirantes a puestos legislativos brindan protección a fabricantes.

O sea, el panorama es francamente siniestro para nuestro país, desde cualquier ángulo que se le vea. La fluidez de las drogas continuará e incluso podría intensificarse, con el consecuente baño de sangre.

En el reportaje de National Geographic se advierte que los cárteles mexicanos penetran a la Unión Americana a gran velocidad y el 50% de las drogas entra por Arizona, por lo cual se ha convertido Phoenix en enorme centro de distribución. Este tráfico va aparejado con otros ilícitos, como son secuestros y cobros de cuotas a comerciantes.

Es inexplicable, sin embargo, el enorme número de muertos en el lado mexicano. Ninguna autoridad explica quiénes asesinaron y por qué a 183 individuos, incluso algunas mujeres, en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, y se les enterró en fosas clandestinas.

Igual sucedió en el Valle de Guadiana, Durango, donde fueron localizadas siete fosas ilícitas con 221 cadáveres. ¿Debemos tragarnos la falacia de que todo se debe a guerras entre mafiosos?

 

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