A 25 años de la catástrofe de Chernobyl

Alexander Serikov

Hoy día cuando el peligro de la radiactividad atómica causado por la central nuclear japonesa de Fukushima sigue amenazando al mundo, el accidente en la central nuclear soviética de Chernobyl calificado como la catástrofe más grande de la historia, se recuerda como un desgarrador reproche a la imperfección tecnológica del hombre. Fue el 26 de abril de 1986 cuando en esta central nuclear situada en la ciudad de Chernobyl en el territorio del actual estado independiente de Ucrania, anteriormente una de las repúblicas de la desaparecida Unión Soviética, explotó uno de los reactores. La explosión causó múltiples incendios en el territorio de la central. En el momento del desastre murieron dos personas, y varias decenas más que trabajaban allí fallecieron durante los meses siguientes. Pero las consecuencias de la catástrofe fueron mucho más serias. Se informa de por lo menos 4 mil víctimas del siniestro. Unas 600 mil personas se dedicaron a controlar y a sofocar las consecuencias del accidente nuclear, muchas de ellas recibieron altas dosis de radiación que se transformaron con el tiempo en graves enfermedades. Las nubes radiactivas llegaron a miles de kilómetros de la central averiada contaminando varios países europeos. Más de cien mil personas fueron evacuadas de la zona de Chernobyl convertido en un enorme cementerio.

Tuve la oportunidad de visitar Chernobyl algún tiempo antes del accidente. Era una pintoresca ciudad situada a orillas del caudaloso río Prípiat. Me impresionaron sus simpáticas casas rodeadas de exuberantes jardines en flor, el multicolor mercado lleno de verduras y frutas así como de toda clase de pescado, sobre todo el lucio con su deliciosa carne. Imagínense, cuál fue mi estado de ánimo cuando conocí la noticia de que Chernobyl había sido prácticamente borrado de la faz de la Tierra.

Con tal de impedir la propagación de los elementos radiactivos y parar lo que habría podido amenazar no solamente a la Unión Soviética sino a toda Europa y el mundo entero, se decidió construir encima del reactor averiado un sarcófago. En aquel entonces este trabajo se efectuó pero el sarcófago fue construido de prisa y corriendo. Su eficiencia fue proyectada para unos 30 años, no más. Este lapso de tiempo expira dentro de 5 años. Mientras tanto, allá, bajo la gigantesca tapa de hormigón de concreto, se encuentran grandes cantidades de combustible nuclear. Y nadie sabe qué sucede debajo de las ruinas del reactor averiado. Es por ello que un nuevo sarcófago es necesario para garantizar la seguridad de la central. Porque si de nuevo comienza una reacción nuclear – ¡ojalá que esto no suceda! – las consecuencias serían catastróficas no solamente para Ucrania sino para el mundo entero.

En Chernobyl existe el fondo denominado Ukrytie, que significa traducido del idioma local como  Cubierta. Ucrania está juntando dinero para construir la nueva cubierta – un sarcófago más eficiente que el existente. La Comisión Europea, el Banco Europeo de la Reconstrucción y el Desarrollo y los 25 países ya expresaron su deseo de  aportar a Ucrania 511.9 millones de euros para este fondo. Pero este dinero no es suficiente para construir en la central de Chernobyl el nuevo sarcófago. El ministro de situaciones extremas de Ucrania, Víctor Baloga, dijo que para tal objetivo son necesarios unos 740 millones de euros. De tener esta cantidad, Ucrania construiría el nuevo sarcófago para 2015. Al mismo tiempo los dirigentes de Rusia y Ucrania reunidos para conmemorar la trágica fecha, enviaron a los líderes de varios países del mundo un mensaje en que dice, entre otras cosas, que las nuevas centrales nucleares deben ser construidas observando normas mucho más estrictas de seguridad. Que los principios de la absoluta transparencia informativa lleguen a ser normales para el funcionamiento de todas las centrales nucleares en el mundo.