Gato encerrado en la detención de Dominique Strauss-Kahn

El Fondo Monetario Internacional (FMI) fue creado al concluir la Segunda Guerra Mundial con el propósito de controlar la macroeconomía del planeta y de auxiliar a economías emergentes y para evitar la crisis en los sistemas monetarios. Su nacimiento está vinculado a la teoría económica sustentada por John Maynard Keynes, quien pretendía acelerar el empleo y el crédito, sin preocuparse demasiado por el déficit fiscal, dándole al Estado el control de las industrias básicas.

Sin embargo, muchos años después, el FMI ha constituido el principal instrumento de la globalización neoliberal, para imponer —como camisas de fuerza— políticas económicas monetaristas, acelerando las denominadas “reformas estructurales” e imponiendo cartas de intención, que han obligado a diversos países a tomar el camino del mercado abierto, favoreciendo la competencia, adelgazando la burocracia de los gobiernos y estableciendo como solución económica el mercado; ha sido el instrumento más eficiente para imponer esta “nueva economía neoliberal”.

Hace unos días, su principal funcionario, Dominique Strauss-Kahn, fue arrestado, acusado de intento de violación, acto sexual delictivo y retención ilegal. Una camarera del hotel Sofitel donde se hospedaba lo acusó, y un grupo de policías irrumpió en el avión de Air France, que salía del aeropuerto de Nueva York a París.

La justicia actuó eficiente y rápidamente, lo que no deja de despertar dudas y sospechas, pues el personaje tenía pendiente —además de sus responsabilidades fundamentales en estos momentos para la economía de la Unión Europea— la consolidación de créditos por miles de millones de dólares a Portugal, Irlanda y Grecia, entre otros, y más aún, se daba por descontado que Strauss-Kahn contendría en los próximos meses para ser el candidato de la izquierda en las elecciones presidenciales de Francia, en abril del próximo año.

Es decir, estamos hablando de un personaje de primer nivel en el escenario internacional, quien había sido en Francia diputado, ministro de industria y comercio y también ministro de economía y finanzas. Su esposa es una de las periodistas de la televisión francesa más reconocida.

No pretendemos en estas líneas defender un posible ataque sexual contra una mucama de hotel, quien declaró que Strauss-Kahn intentó violarla.

Sin embargo, no deja de ser extraño que este personaje sea descalificado de esa manera, lo que cambia, sin duda alguna, el escenario político francés. El personaje es un hombre mayor de sesenta años y aun cuando ha tenido problemas anteriores vinculados a su lujuria, es difícil creer que esta acción policiaca tan rápida no tenga tras de sí motivos de mucha mayor trascendencia.

La izquierda francesa prácticamente veía en Strauss-Kahn al candidato que podría sacar del Eliseo al presidente Sarkozy.

Para los mexicanos también tiene consecuencias, pues por una parte, un nuevo presidente en Francia nos permitiría renovar nuestra buena relación cultural y política con ese país, después de las sandeces del presidente actual, en su defensa a rajatabla de Florence Cassez.

Por otra parte, también pudiera suceder que Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, pudiera ser nominado para la dirección del FMI.

Como quiera que sea, en este asunto hay gato encerrado, y no es un simple minino, sino que se trata de un tigre, pues esta aprehensión ha afectado la economía planetaria y ha descompuesto el panorama político francés.

No será la primera vez que, en el ejercicio de la acción penal, hubiese sospechas de una trampa de carácter político.

Es necesario ahondar más en este caso para conocer si es que existen los verdaderos motivos de esta tragicomedia.

Las reacciones en Europa son múltiples y diversas, pero se abren interrogantes que exigen respuestas claras a este caso.

Llama la atención, a pesar de la actitud de Strauss-Kahn de destrabar fondos de ayuda internacional, que haya presidido el instrumento más importante de la derecha, para convertirse —como podría haberlo sido— en el candidato de la izquierda.

En la prisión de la Isla Ryker, en Nueva York, en su soledad, seguramente Strauss-Kahn estará lamentándose de su comportamiento, o estará maldiciendo a quienes le pusieron la trampa, que se hace creíble, dados los antecedentes que lo persiguen y que indican una patología y un comportamiento que aparentemente lo condenan y que lo pueden conducir a una pena hasta de 25 años.

El juez de la causa ya le negó la libertad bajo fianza, pero lo menos que podemos esperar es que se respete el paradigma de la presunción de inocencia que sostienen todas las Constituciones democráticas del mundo.