José Elías Romero Apis

Los ánimos se están exaltando con mucha anticipación a la contienda electoral del 2012. Muchas especulaciones se han desatado en los últimos días. Que si el PRI se ha dividido. Que si el PRD se convertirá en dos partidos. Que si el PAN retendrá el poder por la buena o por la mala.

Como quiera que sea, una buena parte de esta especulación sale del terreno de lo político para instalarse en los sótanos de lo psicológico. Y aquí es donde los analistas pueden transgredir los límites analíticos y desbarrancarse en los abismos de la adivinación. Sin embargo, tratemos se mantenernos en los datos duros.

Los priístas están muy contentos con sus recientes resultados de acción. Tienen razón en estarlo. Relevaron su dirigencia nacional sin pleitos internos. Resolvieron bien la postulación mexiquense. Los líderes dizque peleados comieron juntos en Polanco y se rieron de todos. Sus organizaciones se están rearmando con frescura y modernidad. Todo ello les brinda muy alentadores augurios.

No sé si los panistas están tristes, están preocupados, están enojados o una combinación de todo. Los discursos de sus siete aspirantes presidenciales parecen escritos por la misma pluma. La identidad de enfoque y de dispersión no me parece propia de algunos de ellos a los que conozco y tengo por inteligentes muy superiores a su guionista. Quizá, por eso, Humberto Moreira dijo que sólo les faltaba Blanca Nieves.

Como estén, también tienen razón en estarlo. Tampoco sé cómo reacciona, en estos tiempos, la psicología política del panismo frente a una crisis tan significativa como lo es siempre la ingobernabilidad y la inefectividad. No sé si su psique los induce a escaparse, a deprimirse o a reaccionar para adelante.

Si se deciden por el escapismo estarán perdidos. Si buscan en otros a los culpables de su crisis lo único que van a encontrar son otras crisis. Sus contrincantes podrían, desde ahora, iniciar sus celebraciones. Si se embarcan en la depresión la derrota se convertirá en fracaso, habida cuenta de las diferencias de magnitud que hay entre una y otro. Si, por el contrario, han optado por echarse para adelante entonces era de suponer que, desde ahora estuvieran trabajando para su rectificación y para su restitución.  Pero aclaro que no sé como son ni sé lo que están haciendo.  Supongo que lo sepan quienes están obligados a saberlo.

La psicología política de la derrota no siempre funciona igual.  En las elecciones norteamericanas de 1960 los republicanos sufrieron una apretadísima derrota, todavía hoy cuestionada.  De allí partieron hacia una debacle depresiva que los llevó, en 1964, a su peor fracaso electoral perdiendo por algo así como 9 a 1 que, en números de política, es un marcador peor que en futbol. Pero de allí cambiaron hacia adelante para triunfar en siete de las siguientes once elecciones. Porque la victoria electoral no sólo implica ganar sino conservar el poder. Como reza el refrán ranchero, el que tuvo y no retuvo, nunca tuvo.

Pero en esto también la psique panista es todavía una incógnita para los demás. Han criticado hasta el cansancio que un solo partido haya retenido el poder durante setenta años, como si eso fuera un pecado y, además, imperdonable. Pero no estamos seguros de la sinceridad de ese discurso. Quizá practican el conformismo y tan solo dos veces les resulta suficiente. Quizá practican las mentirillas blancas y no sea cierto que les repugnaría conservar el poder por setenta años. También aclaro que yo no sé cómo son ni cómo piensan en este sentido. Pero también en este caso, supongo que lo sepan quienes están obligados a saberlo.

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