Beatriz Pagés

Tener que volver a citar al escritor Fernando Savater no es una reiteración, es una necesidad. Dijo recientemente en Puebla que: “La impunidad corrompe más a México que la inseguridad”.

El pasado 3 de mayo estalló en Sabinas, Coahuila, una mina de carbón en la que quedaron atrapados, y probablemente muertos, los 14 mineros que ahí extraían carbón.

La tragedia encendió la luz de alarma en el gobierno federal, y el siempre “rápido y furioso”, el casi omnipresente secretario del Trabajo, Javier Lozano, se apresuró a aparecer  a las pocas horas in situ, para evitar  que se repitieran los “daños colaterales” que tuvo el gobierno de Vicente Fox cuando con grosera indiferencia mandó al diablo a los muertos y a los huérfanos de Pasta de Conchos, en febrero de 2006.

Lozano llegó a Sabinas con la preocupación de proteger la imagen del gobierno y del presidente Felipe Calderón. Tan es así que a pocas horas del siniestro, se vio a Lozano y a Bruno Ferrari, secretario de Economía, cuidarse mutuamente las espaldas con la intención de evitar que a ellos o a sus dependencias se les hiciera responsables de una concesión mal otorgada.

La impunidad es y ha sido la regla en este gobierno. Así como Calderón protegió y hasta premió a Juan Molinar Horcasitas por el incendio de la guardería ABC, en junio de 2009; así como nadie ha resultado responsable del mal manejo que tuvo y ha tenido el caso de Mexicana de Aviación; así como nadie tiene la culpa —excepto los ciudadanos— del fracaso de la guerra contra el narcotráfico; así también nadie responderá ante lo que el obispo Raúl Vera llamó: “esclavitud moderna” en las minas.

Hasta el cierre de esta edición, nadie sabía a ciencia cierta quién o quiénes eran los dueños de la mina de carbón que estalló en Sabinas. Es evidente que algo oculta el gobierno federal al no proporcionar con toda claridad la identidad de los dueños.

La impunidad —la protección a poderosos empresarios— será, como de costumbre, la regla a seguir. Vera, el obispo de Saltillo, acaba de hacer una grave denuncia en ese sentido. Dijo que si las autoridades tuvieran voluntad cerrarían muchas de las minas que hoy están “cubiertas por la corrupción”, que son “sepulcros tolerados”, “fuentes de explotación y muerte” como fue el caso de Pasta de Conchos.

¿Dónde está la moral panista?

Los “siete magníficos”, entre los que se encuentra Lozano, andan muy preocupados por el 2012. A Calderón lo consume su obsesión por pasar a la historia ganando la guerra al narcotráfico. La derecha insiste —para asegurar su impunidad frente a la ley y ante el juicio de la sociedad— en responsabilizar de todo a las “manos viejas” del  pasado.

¿Y quién, entonces, se hace responsable del presente?