Cuarenta años se cumplen este 10 de junio de la llamada “matanza de Corpus” o “halconazo”. Un jueves 10 de junio de 1971, en la confluencia de las avenidas Ribera de San Cosme y Melchor Ocampo, en la ciudad de México, una manifestación estudiantil —la primera que se realizaba luego del 2 de octubre de 1968 y con los dirigentes de este movimiento aún encarcelados— fue atacada a garrotazos y balazos por jóvenes “lumpen”, a la vista —y paciencia— de la policía. El saldo fue una indeterminada cantidad de heridos y unos 40 muertos.

Los atacantes fueron identificados como “Los Halcones”, grupo integrado, se supo después, por muchachos de barrios marginados, entrenados en prácticas paramilitares y represivas, y cuyos sueldos los sufragaba el entonces Departamento del Distrito Federal. Un dato meramente anecdótico y simbólico: en aquel lejano 1971, el salario mínimo en el Distrito Federal rondaba los 40 pesos diarios —mil 200 mensuales— y los “Halcones” percibían 60 pesos diarios —mil 800 mensuales—. El crimen sí que pagaba.

La matanza del 10 de junio fue un clavo más al quiebre histórico del sistema político mexicano, quiebre del que hasta el día de hoy (2011) no se ha recuperado. El primer clavo fue el de Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas.

Aunque se ofreció por parte del entonces primer mandatario Luis Echeverría Alvarez (1970-1976) una investigación que deslindara responsabilidades del “halconazo”, nada trascendió más allá de algunas destituciones de funcionarios públicos de alto nivel. El crimen quedó impune y por el tiempo transcurrido el delito ya prescribió. Pero que la memoria histórica no prescriba.

En la imagen, “Halcones” se aprestan a atacar la manifestación estudiantil.

 

Foto archivo Agencia EL UNIVERSAL