Vicente Francisco Torres
(Primera de dos partes)
Facundo, subtitulado Civilización y barbarie, es un libro profundamente argentino que adquirió una gran importancia latinoamericana. Publicado originalmente en 1845, es un texto aluvional que participa de la biografía, la historia, la narración, el ensayo y el panfleto pero siempre aparece entre las grandes obras de nuestra literatura. Su autor, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) fue un hombre que puso pasión en todo lo que hizo (periodismo, política, milicia, gobierno); Argentina le rinde tributo unánime y nosotros leemos con admiración su desaforada y eficaz obra cumbre y revisamos con delectación sus notas de viaje.
Aunque en ocasiones se le han escatimado méritos artísticos a Facundo, argentinos eminentes como Ezequiel Martínez Estrada, Enrique Anderson Imbert y Noé Jitrik han salido al paso. Sarmiento es dueño de una prosa grandilocuente y desaforada. Su estilo es “acumulativo y efectista; trata menos de demostrar que de convencer”. Sus afirmaciones, dice jitrik, “son corroboraciones robustecidas por valores verbales de emoción y lirismo”. Su expresión es “suficiente, necesaria para hacer vibrar más cuerdas que la simple demostración histórica o racional”. Sarmiento no esconde su interioridad, y “la consecuencia que se desprende necesariamente es que el espíritu literario predomina en la obra y la califica porque, ya se sabe, valoriza la carga que reside en la palabra, el modo específico de la palabra de significar cuando es tratada con espíritu literario”.
Facundo es una mohonera en las letras y el pensamiento latinoamericanos porque acuñó la expresión civilización y barbarie.
Teniendo como marco las luchas civiles iniciadas en 1810, Sarmiento se dispone a escribir la biografía de Juan Facundo Quiroga, sanguinario caudillo hijo de la pampa, para mostrar el atraso de la sociedad argentina y denunciar las tropelías de otro caudillo al que combatió, Juan Manuel Rosas, que encarnaba también la fuerza bruta y torrencial de la campaña que rodeaba las ciudades e impedía el progreso civilizatorio. “Las ciudades son islotes de civilización: la pampa las rodea como un mar de barbarie”, escribió Enrique Anderson Imbert.
Para formular su hipótesis, Sarmiento partió del principio de que la geografía condiciona a los seres que la habitan: en las pampas están los gauchos que doman potros y matan reses. Sus más altos valores son la fuerza y la valentía. Como no están organizados es una sociedad urbana, se reúnen en las pulperías a beber y a competir con los cuchillos. Detestan a los habitantes de las ciudades —muchos de ellos emigrantes europeos— porque tienen cultura libresca, buenos modales, visten frak y viven en una organización civilizada: “el mal que aqueja a la república argentina es la extensión, escribe Sarmiento, enormes llanos en donde merodean los indios que asaltan a los troperos para robar el ganado y asesinar a los vaqueros”.
Una vez asentado que la tierra produce un tipo especial de hombre, pasa a escribir la biografía de Juan Facundo Quiroga para establecer que las pampas producen gauchos salvajes, nómadas que han sojuzgado a las ciudades, mismas que representan el progreso y el desarrollo industrial.