¿Dónde quedaron sus convicciones democráticas?


El nerviosismo y el miedo que invade a los panistas, en particular al presidente Felipe Calderón, es cada día más evidente. Prueba de ello, son las penosas y al mismo tiempo desesperadas señales que el titular del Ejecutivo federal está mandando a todos sus vasallos para intentar posicionar a su delfín rumbo a la elección presidencial del 2012. El flamante secretario de Hacienda, Ernesto Cordero Arroyo.

¿Por qué penosas? Me explico. El propósito de esta entrega es dar cuenta y evidencia de las serias muestras de incongruencia política y partidaria, pero sobre todo ética, que el presidente Calderón mostró el pasado 27 de mayo con el albazo propinado a sus propios correligionarios para imponer a su elegido —cuando menos, mientras las encuestas no dispongan lo contrario— como candidato presidencial del PAN.

¿O acaso ya olvidamos que Calderón fue un acérrimo detractor del dedazo? ¿Cómo entender que de golpe y porrazo se le hayan olvidado sus supuestas convicciones políticas y recurra ahora a estas viejas prácticas? ¿Dónde quedaron los principios democráticos que tanto ha pregonado?

Esta falta de coherencia elemental es sin duda una muestra fehaciente de que para el Presidente de la República pesa más la simpatía y amistad reconocida al secretario de Hacienda, que los propios intereses de México. Al parecer no ha cobrado conciencia de que ya son otros tiempos, pues tampoco suelta el control de su partido, tomado desde el inicio de su presidencia.

¿Cuáles son las consecuencias? Las tenemos a la vista. Sólo hay que asomarnos a la vasta cantidad de yerros en que ha venido incurriendo el secretario Cordero en tan sólo unos días. Sus desafortunadas declaraciones en materia económica están siendo la comidilla de los medios por sus conjeturas respecto de un país que sólo él ha visto y dice conocer.

A él debemos la ocurrencia de que con 6 mil pesos al mes, una familia mexicana puede enviar a sus hijos a escuela particular, pagar el crédito de un automóvil e incluso alcanza para la hipoteca de la casa. No menos lamentable fue su afirmación de que México dejó de ser un país pobre hace mucho tiempo y pasamos a ser un país de “renta media”; esta aseveración resulta inentendible para la mayoría de los mexicanos, a menos que Cordero esté pretendiendo enaltecer la mediocridad como política pública del país, si es que llega a ser presidente de México.

Son tantas las declaraciones polémicas del actuario de profesión y encargado de la hacienda pública del país, que podríamos continuar con su análisis desde su paso por la Sedesol, sin embargo, ese no es el objetivo.

El objetivo es revelar la conducta, si no arrogante y necia, sí definitivamente irresponsable por parte del presidente Calderón, por siquiera pretender imponer a un amigo suyo como candidato a la Presidencia de la República, por ese solo mérito. Eso sin mencionar el indiscutible riesgo que corre México por distraerlo del despacho de su cartera, ¿o qué acaso los asuntos hacendarios son tan irrelevantes y pasan a segundo término, pues la prioridad es su campaña transexenal, obviamente con todo el apoyo del aparato del Estado para conseguirlo?

En fin, esta serie de incongruencias se suman a su también inentendible propósito y obstinación de heredar su mandato a un secretario de Hacienda carente de méritos en el ejercicio de cargos de elección popular y escasa vida partidista; circunstancia de suyo relevante, pues el impulsor de la candidatura es un pretendido panista de cepa.

¿Y todo por qué? Por el miedo que les infunde la unidad y fortaleza conseguida por el PRI, así como el ineludible castigo social que les espera, tal vez ni para alcanzar un segundo lugar en las preferencias presidenciales del 2012.