Detienen en Serbia a Ratko Mladic

 

Bernardo González Solano

De todos los periódicos que informaron en primera página el jueves 27 de mayo pasado la captura de Ratko Mladic, el genocida más buscado de Europa, el tabloide de París, Liberation, quizás fue el que presentó la noticia de la manera más brutal: a la mitad de la página, en dos líneas, decía: “Arrestado, Ratko Mladic, el verdugo de Srebrenica”. Como fondo, una fotografía en blanco y negro, tomada a muchos cadáveres en estado de descomposición tirados en una de las tantas fosas comunes donde se depositaron los cuerpos de varios miles (alrededor de diez mil) hombres, mujeres y niños (de todas las edades) musulmanes bosnios por órdenes del verdugo Mladic. Desde la Segunda Guerra Mundial, no se había cometido una masacre semejante. La portada de Liberation causa asco y horror.

La historia

Hace casi veinte años, el 6 de abril de 1992 se inició la guerra bosnia, conflicto internacional que tuvo lugar en la actual Bosnia-Herzegovina (que formaron parte de la antigua Yugoslavia: Serbia, Montenegro, Croacia, Eslovenia y Macedonia) y concluyó doniarte de la antigua Yugoslaviaó el 14 de diciembre de 1995.

Esta guerra se originó —como tantas otras en la región de los Balcanes, que como decía Winston Churchill: “Los Balcanes producen tantas historias pero que no tienen capacidad para digerirlas”— por una mezcla de factores políticos y religiosos: exaltación nacionalista, crisis políticas, sociales y de seguridad que surgieron al final de la Guerra Fría y la caída del comunismo en la antigua Yugoslavia que duró hasta la muerte del guerrillero comunista Josip Broz Tito.

La guerra en Bosnia causó alrededor de 100 mil muertos, civiles y militares, así como más de dos millones de desplazados. A raíz de una demanda presentada en 1993 por Bosnia y Herzegovina contra Serbia y Montenegro acusándolos de genocidio, tuvo lugar un juicio ante la Corte Internacional de Justicia que sentenció, el 26 de febrero de 2007, que Serbia no tuvo responsabilidad por el genocidio cometido por las fuerzas serbias en Bosnia en la masacre de Srebrenica en 1995. Pero…

Cierre simbólico

Algunos estudiosos de los Balcanes afirman que en esa parte del mundo la historia no es lineal, sino circular. No obstante, por una vez, el círculo se ha cerrado y la historia avanza. La captura de Ratko Mladic, dos décadas más tarde de la desintegración de Yugoslavia, pone un cierre simbólico a las guerras balcánicas que regaron con sangre el corazón de Europa en los estertores de la Guerra Fría, aunque la sucesión de Kosovo y la viabilidad de Bosnia sigan abiertas.

La detención del verdugo supone también el final del fantasma recurrente de la “inacción” —algunos la califican con términos más duros y realistas— europea ante la mayor carnicería llevada a cabo en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial, devuelve a la proscrita Serbia a la normalidad democrática y abre la puerta de su ingreso en la Unión Europea, respalda el papel de la justicia internacional y reduce, aunque sea 16 años más tarde, en parte el dolor de las víctimas de la abominable carnicería cometida en Srebrenica, donde muchos miles de bosnio-musulmanes fueron asesinos a sangre fría gracias a la cobarde retirada de los Cascos Azules holandeses que, supuestamente, deberían defenderlos. Los holandeses no han podido lavar —ni podrán— esa mancha. Hay cobardías que marcan como fierro candente.

El arresto

Así las cosas, el presidente proeuropeo serbio, Boris Tadic, anunció, el jueves 26 de mayo, el arresto del ex jefe militar de los serbios de Bosnia, el general Ratko Mladic, “carnicero” que escapó a la justicia internacional durante los últimos 16 años. Perseguido por genocida y crímenes de guerra, principalmente en la masacre de Srebrenica, el “verdugo de Bosnia” fue capturado en una aldea al norte de Serbia —en una “casa amarilla”, a 80 kilómetros de Belgrado—, en Lazarevo, donde vivía bajo una falsa identidad —Milorad Komadic— en una propiedad de primos de su madre.

La captura estuvo a cargo de policías y miembros del servicio secreto serbios, cuando empezaba a amanecer. Mladic declaró, en varias ocasiones, que “jamás lo capturarían vivo”, pero según se informó, pese a que portaba dos pistolas cargadas, el verdugo de Srebrenica no opuso resistencia a su arresto. Incluso, se dijo, se mostró “cooperativo”. El hombre, dijeron los captores, “estaba ojeroso y desmadejado y no ofreció resistencia”. Así son estos “carniceros”.

Al anunciar la captura del prófugo más buscado de la justicia internacional en Europa —Serbia ofreció en 2010 diez millones de euros por información que condujera a su captura—, Tadic solemnemente declaró: “Anuncio, en nombre de la República Serbia, el arresto de Ratko Mladic. Hemos cerrado un capítulo difícil de nuestra historia reciente”.

Los fiscales serbios han precisado que los trámites de extradición a La Haya, sede del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia —establecido en 1993 a instancias de la ONU— podrían demorar varios días. Entre otras razones, porque sus abogados pueden apelar el traslado, sobre todo aduciendo problemas de salud. Este último parece que no les funcionó a los defensores, pues las autoridades serbias aseguraron que el estado de salud del “verdugo” no presentaba mayores problemas.

Quince cargos

Genocida, exterminador, persecutor y asesino, Mladic enfrenta la pena de prisión  perpetua si resulta culpable de 15 cargos de genocidio, persecución, exterminación, asesinato, deportaciones, actos inhumanos y toma de rehenes, principalmente, que pesan sobre él. Mladic es acusado de ser uno de los principales artesanos de un plan de “limpieza étnica” en la zona de Bosnia-Herzegovina, junto con el ex jefe político de los serbios bosnios, Radovan Karadzic. Su plan común se dirigía, según la acusación, a “expulsar a los croatas y los musulmanes de Bosnia de estas regiones con el propósito de tomar el control después de incorporarlos en una Gran Serbia”.

Asimismo, Mladic es culpable, según el fiscal, del sitio de Sarajevo, en el curso del cual 10 mil  civiles fueron muertos, entre 1992 y 1995. Igualmente es acusado por el genocidio de Srebrenica en julio de 1995, en el que se ejecutaron más de 8 mil hombres y jóvenes musulmanes.

El ex jefe militar serbio también es acusado de participar en la creación de campos donde fueron detenidos en condiciones “horribles e inhumanas” miles de civiles croatas y musulmanes de Bosnia. Varios miles de detenidos no sobrevivieron a lo que la acusación califica de genocidio.

El Tribunal Penal Internacional ya ha juzgado a 82 criminales de guerra, entre los que se cuenta Slobodan Milosevic (que murió en la cárcel poco antes de recibir el veredicto) y Biljana Plavsic, ex presidenta de la República Serbia de Bosnia, condenada a once años de prisión en 2003. Diez y siete procedimientos están actualmente en curso, por ejemplo, el de Radovan Karadzic, predecesor de la señora Plavsic y alter ego político de Mladic.

El último fugitivo por encontrar es Goran Hadzic, presidente de la República Serbia de Krajina durante la guerra de Croacia. También está acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad. Especialmente de la muerte de 250 pacientes croatas, sin escapatoria posible, del hospital de Vukovar. Este es el último renegado de la justicia internacional relacionado con la antigua Yugoslavia.

Le apodaron “Atila”

Mladic nació cerca de Kalinovik, en las montañas de Herzegovina, al este de Bosnia. Creció con el odio a los croatas, los alemanes y musulmanes: su padre, campesino comunista y guerrillero, fue muerto por los ustachis, los croatas pronazis, cuando apenas contaba con dos años de edad. En aquellos momentos reinaba la ideología titista antinacionalista de “fraternidad y de unidad” entre los pueblos yugoslavos.

Cuando ingresó a la Academia Militar a los 15 años, porque su familia no tenía los medios para que estudiara medicina, el joven Mladic lucía orgullosamente sobre su uniforme la estrella roja del Ejército Nacional Yugoslavo. A la sazón, recibió premonitoriamente un apodo: “Atila”.

Cuando llegó el crecimiento de los nacionalismos y el rompimiento de Yugoslavia después de la muerte de Tito, resurgieron las pasiones escondidas en su fuero interno desde la infancia. Principalmente su odio a los croatas y a los musulmanes, que él consideraba, por otra parte, como los “turcos”.

A principios de la guerra en 1991, fue encargado por Belgrado de organizar el movimiento separatista de los serbios de Krajina, en Knin, preludio de la guerra de Croacia. Fue allí, en estas tierras campesinas y poco pobladas de Croacia, antiguos confines militares austrohúngaros, donde se casó con la loca idea de la Gran Serbia de los nacionalistas de Belgrado y de Milosevic.

Como la mayoría de sus compatriotas, Mladic considera que el pueblo serbio es víctima de la historia.

Obsesionado por los mitos serbios, persuadido que sin la Gran Serbia “los serbios se sentirían como ganado al matadero”, repite esta frase que inspirará la mayor parte de sus acciones militares: “Dondequiera que hay una tumba serbia, la tierra es serbia”.

Marcado odio racial

Ascendido a general en 1992, por el celo y el entusiasmo que manifiesta durante la guerra de Croacia, personalmente es seleccionado por Milosevic para encabezar las fuerzas serbias en Bosnia después del retiro del ejército federal. Recuperando equipo militar del ejército yugoslavo, transforma las milicias independientes de los serbios de Bosnia en verdaderos ejércitos. Al frente de ellos se lanza al asalto de Bosnia Herzegovina.

En tres meses, sus tropas conquistaron el 70% del territorio de la república. Mladic se convirtió en el arquitecto de la más terrible campaña de purificación étnica realizada en Europa desde la II Guerra Mundial.

Este admirador de Napoleón Bonaparte dirige la ejecución, la tortura, la violación y la deportación de miles y miles de personas, por la simple razón que no eran serbios. Mladic juró desaparecer todo vestigio de la civilización musulmana en Bosnia. “Esta tierra será serbia”, juró.

Por eso, muchos lo consideran héroe, más que a Radovan Karadzic. Sus hombres lo veían como un semidiós. “Carnicero” para otros.