Un estudio publicado en la revista científica Science ha puesto al descubierto que los grandes dinosaurios que andaban sobre cuatro patas tenían sangre caliente de forma similar a los mamíferos.
Un grupo de investigadores que analizó los minerales presentes en los restos de saurópodos de las especies Brachiosaurus brancai y Camarasaurus, así como sus piezas dentales, halló que la temperatura de estos colosos de cuello largo osciló entre los 36 y 38° C, como los mamíferos y pájaros actuales, pero de manera distinta a los reptiles, que son de sangre fría.
El Brachiosaurus vivió en el Jurásico Superior hace 150 millones de años, tenía un cuello largo que podía levantarse sobre el suelo unos 12 metros, medía 23 metros de longitud y pesaba más de 80 toneladas, lo que lo hacía uno de los seres más grandes que hayan habitado en la Tierra.
Los estudiosos pensaban que esta especie se mantenía en los lagos y ríos donde el agua los ayudaba a soportar su peso, hipótesis que parecía confirmarse por la posición de sus orificios nasales grandes en la parte superior del cráneo, que, se supone, les permitía permanecer bajo la superficie dejando arriba sólo la cabeza para respirar. No obstante, estudios recientes muestran que la gran presión del agua les hubiese roto las costillas y aplastado los pulmones, por lo que ahora se piensa que eran animales terrestres que recortaban las copas de los árboles para comer los brotes y ramitas y probablemente se reunían en manadas para defenderse de los depredadores.
El biólogo evolutivo Robert Eagle y su equipo del Instituto de Tecnología de California, en colaboración con científicos de la Universidad de Bonn, Alemania, utilizaron un método desarrollado hace cinco años, el “paleotermómetro”, para analizar ejemplares de estos gigantes desenterrados en yacimientos de Tanzania y en Wyoming y Oklahoma en Estados Unidos, y concluyeron que alcanzaban los 38° porque padecían de ‘gigantotermia’, es decir, de retención en exceso de calor.


