Las recomendaciones de Fox


Tuvo que venir del más allá para iluminarlos: si no se apuran, el lobo se los comerá, gritó con estruendo el visionario Fox. Y los cuatro corderitos, sin rumbo definido, corrieron a salvarse: Lozano y Lujambio gritaron que desde sus casitas oficiales estaban a buen resguardo y hasta las podían utilizar para lanzar sus gritos y decirle a los vecinos que tienen ganas de ser grandes y poderosos.

Josefina, el más dulce y tierno entre ellos, se afianzó a su experiencia pasada y les recitó: “No se hagan la vida pesada, algo puede cambiar y así seguiremos siendo felices en la loma”.

Cordero, el más protegido por su amo Felipe, quedó momentáneamente en silencio y siguió preparando alguna declaración optimista. Revisó lo ya dicho: México tiene pobres, pero ya llegamos a ser clase media; con 6 mil pesos se puede todo y el minisalario compra mucho más que antes. Mmm…, se dijo, quizás puedo decir que pronto el peso igualará al dólar o que el Internet ya es de uso común en las zonas marginadas como la Chontalpa.

En eso estaban los cuatro corderitos cuando desde arriba la misma voz tronante les pidió que se avisparan y marcaran su rumbo: “Es la última llamada, no pierdan más tiempo. Renuncien a sus cómodas y adineradas casitas para salir a buscar su propio destino”, les dijo ese hombre grande, filosofo de inmensas proporciones, el experto en hacer amigos, Vicente Fox.

Los cuatro corderitos corrieron para buscar el manto protector de quien sabe mejor que nadie que es allá en el pasado, en donde anidan todos los problemas del presente: el inigualable Legítimo. Ante él se postraron los cuatro y le rogaron los auxiliara en su problema ontológico. El aludido bajó de una nube en la que diseñaba patrióticos escenarios y sin titubeos les recetó una de sus máximas: “En la nueva democracia, siempre tengan dos velas encendidas y una de ellas llamada plan B, está en bañarse en la luz del sol azteca. ¿Entendieron, mis cuatro corderitos?”.

 

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