Afores


Por ahí de los noventas, las burguesías del mundo descubrieron otra vía de aprovechar la creación de riqueza a cargo de los trabajadores, ahora no a través de la producción de mercancías, sino a través del mercado. Ya me he referido en estas páginas a cómo esta nueva forma de explotación se despliega fundamentalmente en el sector financiero, en donde se ha recurrido a la concesión masiva de tarjetas de crédito que cobran intereses usurarios, así como a la baja de los umbrales de ingreso para otorgar préstamos hipotecarios, acción que llevó a ofrecer hipotecas a los que llamaron ninjas para abreviar las características de no income, no job, no assets, esto es, no ingreso, no empleo, no activos o posesiones, y cuyo atractivo para las financieras consistía igualmente en tasas de interés muy por encima de las prevalecientes en esos años en el mercado.

No es necesario aclarar que los ilusionados que creyeron acceder a una vivienda a través de esos créditos terminaron perdiendo la casa o el departamento, además de todo lo que ya hubieran pagado. Por supuesto que en un claro ejemplo de que la codicia rompe el saco, también las financieras terminaron en la quiebra y provocaron la mayor crisis desde 1929, que se inició en Estados Unidos y luego se extendió al mundo en su conjunto.

Pero quizá la forma más ingeniosa y exitosa de esta nueva vía de explotación de los trabajadores a través del mercado, consistió en apropiarse de los fondos de pensiones, como fuente de recursos para financiar a gobiernos y empresas.

En el caso de México, esta apropiación ha sido especialmente abusiva. Según los datos más recientes, correspondientes a abril de 2011, las administradoras de fondos para el retiro, las afores, tenían un total de recursos de nada menos que 2 billones 221 mil 190 millones de pesos, de modo que hoy representan un 20 por ciento del ahorro nacional, que es utilizado por empresas y gobierno para financiar sus actividades.

De esa cantidad, los trabajadores han aportado directamente, es decir se les ha descontado de su salario, un billón 404 mil 466 millones, lo que es equivalente al 10.3 por ciento del producto interno bruto, esto es, la suma de todos los bienes y servicios producidos por la economía mexicana en un año.

Del total de recursos de las afores, es decir de los 2 billones 221 mil millones, las empresas privadas han utilizado un 41.3 por ciento para financiar sus operaciones y el resto, el 58.7 por ciento ha sido empleado por el gobierno para financiar las suyas.

Aunque todo ese dinero pertenece a los trabajadores, ellos no tienen voz ni voto para decidir en dónde se colocan, sino que son las afores las que toman esas decisiones, lo cual, por supuesto significa que los riesgos los corren los trabajadores, mientras son los patrones y el gobierno quienes se benefician de los fondos.

No sólo eso. Resulta que las afores, a ciencia y paciencia de la Consar (la Comisión Nacional de Sistema de Ahorro para el Retiro) y el gobierno, cobran las comisiones que quieren por administrar los fondos, y naturalmente las que quieren son altísimas. Desde 1997, año en que se crea el sistema, los trabajadores han pagado 6 mil 222 millones 684 mil 690 pesos y los bancos —en su mayoría extranjeros— propietarios de las afores han obtenido 2 mil 38 millones de utilidades netas.

Aparte del saqueo y la apropiación de los fondos, el colmo es que las pensiones que se pagan finalmente a los trabajadores en retiro son verdaderamente ínfimas, ya que sólo alcanzan a representar entre el 25 y el 30 por ciento del salario devengado por el trabajador, de modo que en México se pagan las más bajas pensiones de los 34 países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Se trata pues de un despojo en toda la línea.