Jair Cortés

Sendas de Garibay: memoria, espíritu y astucia, libro de ensayos (emotivo, entrañable) de Ricardo Venegas, traza, desde sus primeras páginas, un punto de partida interesante: la polémica figura de Ricardo Garibay y su obra como elementos simbióticos. Venegas no se limita a reproducir hechos biográficos, teje una compleja red a partir de entrevistas, novelas, cuentos y anécdotas en torno al ilustre autor de La casa que arde de noche. Con una prosa ágil y una aguda visión crítica, Venegas va más allá del retrato de un autor medular en la literatura mexicana: indaga, profundiza, interpreta, y nos ofrece su visión del hombre y su actividad de escritor en la que se revela su visión del mundo.

La vida de Garibay fue una novela y como tal, el hombre supo representar su personaje. Así lo hace evidente el primer encuentro que sostuvieron Venegas y Garibay, los dos Ricardos, el joven y el viejo:

Pase, me dijo, mientras hojeaba un libro. Me senté y esperé a que terminara. Siempre he dudado de que verdaderamente estuviera leyendo; parecía muy interesado en difundir que todo el tiempo lo ocupaba, afanosamente, en la lectura; ése era Ricardo Garibay, un escritor que disfrutaba representando su papel.

Garibay fue adepto al boxeo y fue sparring, estudió leyes por sugerencia de su madre, estudió a los místicos españoles en el Colegio de México (gracias a Alfonso Reyes) para después asumir un el cargo de inspector de cabarets, mercados y restaurantes en la Ciudad de México. Venegas nos cuenta cómo en ese hombre de espíritu terrenal se debatía, desde la infancia, la experiencia de Dios, no la búsqueda sino la asunción de un desencuentro, de un distanciamiento consciente, que años más tarde habría de hacerse patente, en medio del llanto, en una entrevista que le hiciera el poeta Javier Sicilia para la revista Ixtus.

Sendas de Garibay: memoria, espíritu y astucia, no es una apología, mucho menos un homenaje con los ojos cerrados, sino una aproximación al hombre, como en el siguiente pasaje que Venegas resalta: “A dos meses y medio de la matanza de Tlatelolco en 1968, Ricardo Garibay entabló una relación cordial con el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz”.

Ricardo Garibay estableció una estrecha relación con el poder, incrementando así el desprecio que sus contemporáneos intelectuales habían dirigido hacia él anteriormente debido a su temperamento violento. Una desmedida ambición, hace que Garibay se involucre continuamente en actos de corrupción, ambición que Venegas atribuye a las penurias que Garibay sufrió en la infancia y en la adolescencia. La vida de Garibay se mostraba cada vez más polémica: su carácter, su relación con los políticos, su necesidad por criticar ferozmente a sus contemporáneos, su visión de sí mismo como “el mejor escritor” de México, sus conflictos personales y espirituales. Esta condición la resume Venegas de la siguiente manera:

A pesar del sufrimiento en la infancia hay momentos en los que el escritor se jacta de aquél personaje que hubo de representar, lo cual nos deja ver los extremos en los cuales transcurre la vida-obra del novelista. Yendo del miedo a la soberbia, Garibay nos muestra los polos de su infancia: el dolor no superado de un niño maltratado y el adulto resentido con la infancia y con el padre que le asignó la vida.

Sendas de Garibay: memoria, espíritu y astucia es un libro escrito en una excelente prosa, amena y ágil, que nos seduce de principio a fin; por medio de él conocemos desde otra perspectiva la vida y obra de uno de los más lúcidos autores que dio México en el siglo xx; nos acercamos a un contexto en el que podemos comprender la compleja maquinaria del mundo literario y político de nuestro país, lleno de intrigas y laberintos que explican mejor nuestro presente.

 

Ricardo Venegas, Sendas de Garibay:
Memoria, espíritu y astucia.
Eternos Malabares-conaculta, México, 2010.