1Q84, de Haruki Murakami

Humberto Guzmán

Lo primero que se me vino a la cabeza, con la lectura de 1Q84, de Haruki Murakami, es que este escritor japonés encontró, desde hace mucho, su estilo para escribir novelas. Significa que, en esta ocasión, repite su recurso de la fantasía y aun lo rebasa. “Fantasía” y no “fantástico”, a pesar de que tienen la misma raíz. La primera me lleva a la literatura fantástica, como género, y la segunda, me remite al cuento infantil. Pero 1Q84 no se presenta como un cuento infantil, sino como una novela, “un universo enrarecido que el narrador escarba con precisión orwelliana”, dice la contraportada. Si el autor no se hubiera empeñado en demostrarlo, no se me hubiera ocurrido relacionar a 1Q84 con 1984, de George Orwell. En cambio, en 1Q84 se toma expresamente el cuento infantil “Blanca Nieves y los siete enanos”, para asociar al personaje Fukaeda, a los diez años de edad, y esos pequeños seres que son la “Little People” —en inglés es más banal— y que también son siete.

Aquí traigo a colación mi idea del “escritor profesional”. La última palabra se entiende como hacer profesión de una actividad no pensada para eso, o alguien que es eficaz en su trabajo. Pero, un escritor no es un ingeniero, médico o abogado, etcétera, a los que se ajusta mejor la palabra. Es independiente de los grados académicos que se ganen. Se puede ser un buen escritor sin tenerlos. Lo que de ningún modo significa que no haya que tener estudios universitarios para ser un buen escritor.

El escritor que se ha preocupado por satisfacer al público lector, será reconocido como tal. Recibirá con mucho más facilidad reconocimientos y pago de derechos. Aunque esté condenado a escribir un solo libro dividido en diferentes títulos. Si no lo hace va a defraudar a sus seguidores. Y éstos pueden desconocerlo. De ahí que los escritores de “éxito profesional” repiten con más o menos gracia una idea literaria que les ha dado buenos dividendos. (Otro caso es cuando se gana un lugar por las relaciones adecuadas; por ejemplo, un periodista publica una novela, sus colegas lo acogen en radio, televisión y periódicos; al contrario, es usual que los libros de los escritores nadie los atienda, o ni se publiquen.) Quizás exista otra clase de escritores, una minoría, de imposible clasificación, que sería la que aspirara a escribir una obra original, que siga dando sustento a la literatura y que no puede ser “profesional”, porque su eficacia no radica en una forma probada, ni siquiera en la aceptación del público. (Como la ciencia.)

En este contexto, colijo que Haruki Murakami es un “escritor profesional”. Me basta recordar dos libros importantes en su trayectoria: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (2001) y Kafka en la orilla (2006). En estos gruesos libros parecía más original la “fantasía” que ha venido explotando este autor. A 1Q84 le veo los mismos efectos o defectos, quizá necesarios para el gusto de sus lectores, pero ya no tanto los aciertos: trucos ejecutados con profesionalismo, con oficio, algunas páginas de bonita “fantasía”, una historia calculada, que en 1Q84 parece más predecible, porque ya le conocemos sus pases de magazo. Inevitable, me recuerda el mito Harry Potter. Aunque diferentes, en ambos casos se da la fantasía, ese tipo de “magia”, que tanto gusta. Con la “Little People”, la referencia es Walt Disney, Hollywood, los cuentos tradicionales, ¿qué más prueba que la adopción de “Blanca Nieves y los siete enanos”?.

Se nota que Murakami es un escritor que sabe lo que hace, un profesional. No obstante, dice Tengo, uno de sus personajes centrales: “Una vez que se cuenta una mentira a la sociedad hay que seguir mintiendo para siempre. Hay que conseguir que la historia siga siendo plausible”. Se debe a su público, el que ya le compró una “mentira” y es preciso mantenerla viva, si se quiere conservar el éxito logrado. Esta es la fatalidad de los escritores “profesionales” a que hago alusión.

En concreto, en Kafka en la orilla no veo la relación con Kafka, ni en 1Q84 con Orwell. No le creo cuando un guarura no sólo cita sino que es especialista en Chejov; o un editor-negociante que cita a Aristóteles: “Se considera que todo arte, todo anhelo, así como cualquier acto y búsqueda aspiran a alguna forma de bien. Por consiguiente, se puede determinar correctamente que el bien es aquello a lo que todas las cosas aspiran”. Aquí seguramente es donde Murakami se basa para escribir historias donde se libra una lucha entre el bien y el mal y, al final, el bien vence. Como en los cuentos infantiles, precisamente. 1Q84 es la historia de Fukaeri, una chica de diecisiete años que, sin pretenderlo, escribe —reescrito por Tengo— un best-seller. Sin la visión de mercado del editor Kumatsu, no se hubiera hecho nada. Éste utiliza a Fukaeri y a Tengo y Fukaeri, en realidad, es la que utiliza a los otros dos, para publicar una “gran verdad”, denunciar la corrupción de una secta secreta, semi religiosa, de la que ella misma fue víctima, al igual que otras chicas: servidumbre sexual, etcétera. “Escritora enigmática a la que no le gusta salir en público”, anuncia Kumatsu, y por eso aquella deja en sus manos profesionales la difusión de la “gran verdad”, convertida en un best-seller. Todo sea por el bien. El autor promete un tercer último libro, así que no llegará a siete entregas de la saga, como Harry Potter.

Los largos diálogos, muy “inteligentes”, afean por lo fingido y hacen lenta la narración, a pesar de que están pensados para el lector que busca la historia ligera, pero que le haga creer que se diserta sobre temas y asuntos profundos. Demasiado teatrales, simulados. Se parecen a los de Sherlock Holmes y el Dr. Watson. Supongo que en este circuito entran también la ropa y accesorios de marcas famosas y caras. Aomame es una asesina serial (en su niñez perteneció a una secta religiosa fanatizada), modesta para vestir y maquillarse y de repente se viste como modelo en la pasarela. Y las infaltables coincidencias entre los personajes (Tengo y Aomame se conocieron en la escuela elemental, se dejan de ver veinte años y de pronto participan de la misma trama, y probablemente se encontrarán en el esperado tercer volumen), como es común en las buenas telenovelas.

Vistas así las cosas, parece que estoy devaluando a 1Q84, y no, la estoy reconociendo para que el lector de novelas superficiales, con trucos del género best-seller, la compre y disfrute de una buena novela comercial, pero sin engañarse del todo.

 

Haruki Murakami, 1Q84. Libros 1 y 2. (737 pp.) Traducción del japonés de Gabriel Álvarez Martínez. Tusquets Editores, Colección Andanzas, 2011.