Y en el extranjero


Hace unas semanas, el presidente Felipe Calderón proponía que en el extranjero se hablara bien del país: “Será una forma de atraer turistas y sobre todo inversiones”. Incluso llegó a decir que no conocía ningún brasileño que hablara mal de su patria; en cambio, sabía de muchos connacionales que apenas salidos de nuestras fronteras, vociferaban en contra de nosotros mismos.

Y en una de sus muchas salidas al exterior, ahora a Palo Alto, California, el jefe de las instituciones nacionales habló de un México que pareció en el pasado ser gobernado por el soviet y el bolchevismo juntos. ¿Control sobre todos los medios difusores, de lo que había que leer e incluso el tipo de conciertos de rock que podíamos escuchar y asistir? Seguramente el joven Calderón era reprimido, pero en su propio partido en donde tenían tanto apego a persignarse y tanta aversión a la minifalda.

Como sea, ¿era necesario ir a los Estados Unidos a hablar de un partido tan nauseabundo que justamente con sus miembros llegaron a tantos acuerdos como las concertacesiones y otros pecadillos, como el definitivo de ser apoyado para tomar posesión de su muy impugnado triunfo electoral al cargo que hoy ocupa? ¿Aliarse con el PRI para únicamente llegar a tomar posesión y después sacarle los trapos sucios y allá en el extranjero?

Estudiantes reprimidos y hasta masacrados los conocen bien en Stanford, Yale y Columbia, tres de las grandes universidades norteamericanas. Estos centros escolares aportaron suficientes contingentes que se opusieron a la guerra de Vietnam, la ocupación de Granada y más recientemente al pretexto de las armas nucleares nunca encontradas en Irak. Y la lista de irregularidades de todos los gobiernos yanquis pudiera enumerarse y quizás nunca acabar. Nada se justifica y de todo ello bien pudiera hablarse en los lugares y momentos adecuados, pero no es así.

El discurso del presidente mexicano es una referencia más en la larga exposición de reseñas en las que el pasado es el gozne sobre el cual gira el proselitismo electoral: ellos son los culpables, nosotros somos los héroes que logramos vencer al mal.

Y justamente cuando Calderón exhibía que su ADN está nutrido de resentimiento contra el partido que desde niño aprendió a detestar y envolverlo en tirria, una manta gigantesca volaba en derredor del sitio donde él hablaba: “No más sangre. 40 mil muertos, ¿cuántos faltan?”. El efecto que esto pudo causar entre los miles de estudiantes que ahí se concentraban, será difícil saberlo, pero el que pudo haber causado en el primer mandatario puede ser advertido con facilidad.

De un profundo contenido electoral son los pasos y las expresiones de un ciudadano, cuyo compromiso jurado es buscar el bienestar de todos, absolutamente todos los mexicanos y no el aseguramiento de un venidero gobierno panista.

Político de tiempo completo, tenaz miembro de Acción Nacional, ¿el señor Calderón está dispuesto a rebasar los límites de la cordura y la Constitución para consolidarse como el coordinador de campaña electoral en el próximo año?

 

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