Alicia Dujovne Ortiz/Autora de La muñeca rusa
Eve Gil
Pese a ser una autora de enorme prestigio en Argentina, La muñeca rusa (Alfaguara, 2011) es la primera novela de Alicia Dujovne Ortiz que se publica en México. Y si bien ella afirma no tener mucha imaginación —razón por la cual parte siempre de personajes reales para emprender sus aventuras literarias— se trata de una novela que sólo alguien de una imaginación portentosa pudo haber ideado.
Doble reto
Alicia se impuso un doble reto: penetrar en el alucinante mundo del escritor uruguayo Felisberto Hernández (1902-1964) y en la azarosa vida de la tercera de sus seis esposas, Africa de las Heras o “María Luisa”, agente infiltrada de la KGB en la existencia de aquél, quien por diversión mantenía comunicación por los alemanes por radio, durante la Segunda Guerra Mundial.
“Esta es más una novela de espionaje que una novela histórica —señala la autora—. Pero yo me especializo más bien en lo que llamaríamos «novelas históricas» y en biografías. No tengo mucha imaginación para la trama. Es hasta que los lineamientos están dados que mi imaginación estalla. Estoy muy consciente de mis limitaciones como escritora. Acabo de terminar un libro sobre una mujer con la que me identifico muchísimo, que era judía por su abuelo: Santa Teresa de Avila. Salió primero en Francia, se publicará en Argentina y espero se publique pronto en México. Trabajo actualmente sobre una novela de la vida de San Juan de la Cruz”, anuncia la también autora de sendas biografías de Maradona, María Elena Walsh y Evita Perón, con luminosa sonrisa.
El origen de la novela
¿De dónde surge la inquietud de recrear este episodio real en la vida del escritor uruguayo y la espía de origen español que trabajaba para los rusos?
“La idea surge directamente de una investigación que hice en el 2005, sobre mi padre —explica esta encantadora mujer, radicada en París desde 1978—. Me fui a Rusia y a Ucrania para investigar al argentino Carlos Dujovne, de padres ucranianos, y que a los 18 años se fue a la Unión Soviética, siendo fundador del Partido Comunista Argentino, y luego vivió en casa de su primo que sería fusilado más tarde por órdenes de Stalin. En el 28 mi padre fue enviado a Montevideo a fundar el Buró Sudamericano de Actividad Roja. Descubro, pues, que efectivamente mi padre era un agente secreto… no espía, sino agente de filiación sindical y enviado a Montevideo porque la Internacional Sindical Roja tenía por objeto organizar a las masas obreras latinoamericanas, pues se suponía que la revolución mundial ya venía, pero la decepción tardó menos en llegar y yo la viví muy de cerca en mi casa. Fue así como llegué a Montevideo y allá me contaron la historia de Africa de las Heras.”
“Queda claro —prosigue Alicia Dujovne—que Montevideo fue, durante unos buenos años, un centro soviético, una capital roja, aunque sus habitantes no lo sabían, y todavía no se enteran del todo. Pues me cuentan la historia de esta mujer que siento muy cercana porque traigo el tema soviético en las venas, y encima la historia involucra a Felisberto Hernández, al que he leído toda la vida, entonces me digo toda arrogante: «Esto es para mí, tiene todos los elementos», y me lanzo a trabajar de una manera bastante lúdica. Montevideo está aún llena de gente que conoció a «María Luisa», y su idea de ella contrasta dramáticamente con la de la autómata que se introduce como secretaria de Trotsky en México para preparar los planos de la casa azul para perpetrar su asesinato… y luego es enviada en 1942, con paracaídas y aparatos de radiotransmisión, en medio de las líneas alemanas. Para quienes la conocieron, es una española muy maternal y muy llorona, con antecedentes de tremenda fragilidad. Había perdido un hijo durante la Guerra Civil. Claro, tenía que ser mentirosa por fuerza, su trabajo no le permitía ser franca.”
La espía y el poeta
Cuando sus amigos uruguayos se enteran de que la generosa costurera que llenaba de chocolatines y juguetes a sus hijos era en realidad una espía del gobierno ruso, entran en shock… aunque más tarde llegan a la conclusión de que ella los quiso como ellos a ella, lo cual crea un personaje complejo que no tiene nada que ver con James Bond. “La muñeca rusa es una novela sobre una espía que se encuentra con un poeta que tiende a cosificar a la mujer, un fetichista absoluto, y su percepción del mundo está basada en objetos misteriosos, llenos de secretos, de puertas que podrían esconder algo peligroso. Lo increíble es que este hombre, que no tenía nada que ver con el espionaje, de alguna manera escribe una obra llena de secretos que lo vuelve más sospechoso. Que estos dos se hayan encontrado por intermediación de un jefe del espionaje en Moscú, me pareció extraordinario porque había algo en ellos que coincidía.”
En cuanto a si Felisberto sabía si convivía o no con una espía: “Creo que él lo sabía, sí, pero en otro nivel. Así como en otro nivel podría decir que esa puerta podía ser muy misteriosa, en un nivel consciente no se enteró de que sirvió a los fines del espionaje soviético. En la novela digo que tenía un órgano de percepción diferente, la prueba de que lo sabía, pero en otro nivel, es que cuando escribió Las hortensias, su relato sobre muñecas eróticas, que le dedica a Africa/María Luisa, tratándola a ella misma como muñeca erótica, escribe, con esa especie de inconsciencia poética, que las muñecas tienen caras enigmáticas, que se les podría atribuir cualquier pensamiento. Y una de ellas parece una espía.”
No a las vanidades
Leyendo La muñeca rusa, le digo a Alicia, me parece entender cómo es posible que Felisberto Hernández sea hoy un autor “de culto” y no se le dimensione a la altura de un Borges: estaba tan imbuido en su pequeño mundo imaginario y doméstico, que la fama le importaba un cacahuate.
“Esa podría ser una respuesta de por qué no es tan conocido. El no estaba hecho para la feria de las vanidades y su literatura es profundamente rara, con una visión del mundo que la define su frase de que «lo que más nos encanta de las cosas es lo que ignoramos de ellas, sabiendo un poco». En Moscú existía una gran escuela de semiótica y Oleg es el que trabaja con la codificación y decodificación del lenguaje, y un semiótico bien podría apasionarse por la obra de Felisberto.”
La muñeca rusa es la muñeca dentro de la muñeca. Entre tantos alias, Africa ya no sabe quién es realmente y, casualmente, Felisberto la convierte en muñeca a través de su literatura.
“Unos viejitos que conservaban aparatos de morse y radiotransmisión me los mostraron y explicaron el funcionamiento —continúa Alicia—. Era necesario verlos y comprender cómo era posible que esta mujer transmitiera sus mensajes durante 20 años desde Montevideo, sin ser detectada.”
“Montevideo era el paraíso del espionaje porque no había nadie que detectara nadie, pero hacía falta una antena. ¿Dónde ponerla?, y los viejitos me dijeron: «una antena podría ser la soga de colgar la ropa», y ahí es donde Africa instala su antena, y esa escena me parece divertidísima, cuando Felisberto pretende ayudarla a tender la ropa.”
www.trenzamocha.blogspot.com