Reclasificación del organismo internacional

René Anaya

El 31 de mayo muchas personas acercaron su oreja a sus teléfonos celulares presas de angustia no porque esperaran malas noticias, sino porque supusieron que esos minúsculos dispositivos eran en sí portadores de malas noticias, ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) los reclasificó como “agentes posiblemente cancerígenos para los seres humanos”.

De un momento a otro pareció que 5 mil millones de aparatos portadores de factores cancerígenos invadían a los casi 7 mil millones de habitantes del planeta, pues los teléfonos celulares dejaron de ser adminículos valiosos para la vida cotidiana, para convertirse en generadores de angustia y aprensión.

Los fabricantes de angustia

Cuando el grupo de expertos de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), de la OMS, reunido en Lyon, Francia, consideró conveniente colocar a los teléfonos celulares en la categoría 2B de la Clasificación de campos electromagnéticos generados por radiofrecuencias, posiblemente cancerígenos para humanos, corroboraron lo que desde la década de 1960 Alex Comfort opinaba sobre la medicalización de la sociedad.

El ensayista e intelectual estadounidense escribió en su libro Los fabricantes de angustia: “En cierto sentido uno de los fines principales de la medicina consiste en crear un grado razonable de ansiedad entre las personas negligentes. Al mismo tiempo una cultura que está ya ansiosa por razones más profundas es la más predispuesta a escuchar tanto las admoniciones del sentido común como las que escapan a este”.

Cuatro décadas después nada ha cambiado, ya que ahora como en ese tiempo: “el científico reemplaza al brujo de la iconografía popular e incluso en la liberal y educada”, según señalaba Comfort. Efectivamente, la palabra de los expertos de la IARC fue suficiente para que el fantasma del cáncer se interconectara en la mayoría de los teléfonos del mundo.

“Alertemos contra los síntomas del cáncer, y la carcinofobia se convertirá en una enfermedad más grave que la que se desea combatir”, aseguraba el ensayista en su obra. Lamentablemente eso sigue siendo cierto, ya que muchas personas han querido ver en los teléfonos celulares no un producto tecnológico que hace la vida más amable, sino un dispositivo que puede ser causante de graves enfermedades como el cáncer.

Afortunadamente, las evidencias científicas no han demostrado que las ondas electromagnéticas que emiten los teléfonos celulares sean causantes directas de tumores cerebrales, a pesar de la reclasificación hecha por la OMS el último día de mayo.

En realidad, el planteamiento de los expertos parece más una fórmula ideada para no comprometerse, ya que catalogar a los teléfonos celulares como posiblemente cancerígenos los deja en un terreno incierto, ya que ni los considera causantes de cáncer ni los exonera de esa posibilidad.

En el limbo tecnológico

La nueva clasificación de los teléfonos celulares los envía al limbo tecnológico, en el que ya se encuentran el café, los pepinillos en vinagre, el polvo de los talcos, el DDT, el cloroformo y los gases de los motores de combustión interna. Por supuesto que la gente sigue consumiendo o utilizando esos productos, pero los teléfonos celulares ─convertidos ya en indispensables dispositivos nómadas─ al ser clasificados como “posiblemente cancerígenos” provocaron una angustia innecesaria.

En realidad, los expertos de la IARC no dieron un dictamen definitivo, Kurt Straif, presidente del programa de monografías de la Agencia, advirtió: “por el momento no se pudo comprobar de forma unívoca que el uso de teléfonos móviles pueda provocar cáncer en las personas”. El propio director de la IARC, Christopher Wild, señaló: “dadas las potenciales consecuencias de estos resultados y de esta clasificación para la salud pública, es importante que se investigue más a largo plazo el uso intensivo de celulares”.

Y no les falta razón, porque la reclasificación se basó principalmente en un estudio realizado durante diez años en 13 000 personas de 13 países, que ya tenían tumores cerebrales. A los participantes se les pidió recordaran cuánto tiempo y en qué oído habían usado sus teléfonos durante los últimos diez años, se encontró que su uso había sido igual al de personas no afectadas de tumores.

Aunque en el estudio se encontraron errores en su metodología, lo más importante es que la tecnología para la fabricación de los teléfonos celulares ha cambiado mucho desde hace diez años, por lo que es posible que las conclusiones de esos estudios no sean válidas actualmente, ya que algunos de los efectos que se midieron posiblemente ya no existan.

Así que la nueva clasificación de los teléfonos celulares como posiblemente cancerígenos, por ahora es una llamada de atención que ha causado ansiedad y angustia en muchos de los usuarios de los teléfonos celulares.

reneanayas@yahoo.com.mx