Gana Ollanta Humala, militar en retiro, de 48 años


Bernardo González Solano

De acuerdo a la Oficina Nacional de Procesos Electorales de Perú, Ollanta Humala, de 48 años de edad, militar en retiro, candidato de la organización izquierdista Gana Perú, es el ganador de la segunda vuelta de los comicios presidenciales peruanos, realizados en balotaje el domingo 5 de junio, con el 51.5% de los votos, frente al 48.74 del candidato de la derecha, Fuerza 2011, Keiko Fujimori Higuchi, de 36 años de edad, hija del ex presidente de origen japonés, Alberto Fujimori, actualmente en prisión donde purga una sentencia de 25 años, acusado de varios homicidios y de abusos en contra de mujeres indígenas a las que se les practicó operaciones quirúrgicas para impedirles procrear.

De acuerdo a los analistas, el pasado gobierno fujimorista fue el principal hándicap de Keiko, que algunos momentos superaba en las encuestas a su adversario para la segunda vuelta.

Sociedad dividida

Es probable que al finalizar el cómputo de los votos, la diferencia entre Humala y Fujimori se acerque al 3%. No obstante, el hecho es que después de estos comicios, la sociedad peruana prácticamente se dividió a la mitad. Lima y otros grandes centros urbanos votaron a favor de Keiko, mientras que las zonas rurales y precarias lo hicieron por el ex militar que durante el gobierno de El Chino —Alberto Fujimori— intentó dar un golpe de Estado, copiando al venezolano Hugo Chávez. Por ese intento golpista y por otros actos de abusos en contra de civiles, Humala fue exculpado por las autoridades judiciales. Humala jurará el cargo el próximo jueves 28 de julio, Día de la Independencia, como el presidente 101 de Perú, desde que éste fue declarado independiente en 1821.

Lo positivo de estos comicios es que se desarrollaron en calma, sin mayores incidentes, excepto que en la víspera, el sábado 4, la agrupación narcoterrorista Sendero Luminoso —que fue descabezada durante el gobierno de Fujimori y sus dirigentes principales llevados a juicio y actualmente en prisión— atacó una patrulla militar en Cuzco, con un saldo de cinco soldados muertos y otros cuatro heridos. La emboscada recordó a los peruanos lo frágil que continúa siendo en la lucha contra el narcotráfico.

Fuentes de inteligencia peruanas aseguraron que Sendero Luminoso apenas cuenta entre 300 y 500 militantes, más que suficientes para mantener viva la guerrilla. El ataque en Cuzco y el conflicto social latente en Puno centraron la atención de los medios de comunicación, así como en otros puntos de la región andina.

Por lo mismo, en la última parte de la campaña electoral, esa zona peruana reflejó sus problemas más graves: falta de presencia de las instituciones oficiales y la agudización de los conflictos sociales.

Comunidad nikkei

Desde los últimos dos lustros, Perú está en vías de convertirse en uno de los países motores de Sudamérica gracias al crecimiento del producto interno bruto sostenido desde 2002 así como a sus excedentes, tanto en el plano interno como en el externo. Estos resultados le han permitido reducir considerablemente la deuda pública y construir importantes de reservas en divisas extranjeras. Pero hay aspectos negativos que afloraron durante la campaña. Por ejemplo, el racismo.

En Puno, reducto de Humala, se tapizaron las bardas y lugares públicos con carteles que reproducían fotografías del candidato y su esposa con una leyenda que decía: “100 por ciento sangre peruana”. Al lado, una foto de Keiko Fujimori y su esposo —el estadounidense Mark Vito (Villanella)— sobre este texto: “0 por ciento sangre peruana”, en alusión a las ascendencia japonesa de ella y a la estadounidense de su marido.

Como sucede en los prejuicios racistas en muchas sociedades, en Perú el sentimiento antijaponés va de la mano en relación con la importancia de los nikkei —descendientes de la inmigración nipona en el Perú— que aunque apenas suman poco más de 100 mil individuos entre casi 29 millones de peruanos, son un referente político del país andino.

En principio, la oleada japonesa en Perú se relacionó con el comercio y la cultura. Y, a partir de 1990, cuando Fujimori ganó la presidencia a Vargas Llosa —algo que el famoso escritor jamás le ha perdonado—, los nombres y apellidos nipones empezaron a aparecer en las informaciones políticas, los medios de comunicación resaltaron la participación japonesa en la política nacional.

La inmigración japonesa a Perú comenzó en 1899 a raíz de un acuerdo entre los gobiernos de Lima y Tokio para facilitar el arribo de inmigrantes que se necesitaban para trabajar en las haciendas de la costa peruana. Poco a poco, gracias al comercio, se trasladaron al interior y a otras cosas. Resultado, en poco más de cien años, Perú ya tuvo un presidente de origen japonés y en un tris estuvo a punto de contar con otro. El asunto no va a quedar ahí.

Keiko Fujimori ya midió sus fuerzas y no sería sorprendente que ella o algún otro descendiente de nipones vuelva a intentarlo. La comunidad nikkei peruana es una de las más numerosas en el mundo y la segunda de Hispanoamérica, después de Brasil.

En estas condiciones, los analistas señalan que hay alrededor de 250 conflictos sociales activos y latentes en Perú, la mitad tiene que ver con asuntos del medio ambiente involucrando a muchos grupos indígenas. La mayoría genera violencia y conduce a empobrecer mayor número de regiones que muy poco —o nada— han recibido de la bonanza económica de la que se ha beneficiado el país en los últimos diez años y que, paradójicamente, se debe en su mayor parte a los recursos minerales que producen tanto en las montañas como en las zonas selváticas.

Ganó la democracia

Ya que ninguno de los dos partidos más fuertes de Perú contará con mayoría absoluta en el Congreso —120 diputados elegidos por sufragio universal para un periodo de cinco años—, Humala declaró que la división y la crispación que originó la campaña electoral debe terminar inmediatamente: “Perú no se puede detener. Tenemos una economía que mantener en marcha, tenemos que llevar a nuestros hijos a la escuela…” El ex militar aparenta frialdad en su triunfo. No se aparta de su esposa, Nadine Heredia, y sus tres hijos.

Después de que Vargas Llosa cambió de parecer respecto a la candidatura presidencial de Humala y encabezó a un grupo de intelectuales y escritores peruanos apoyando al adversario de Keiko Fujimori, el Premio Nobel de Literatura declaró: “Se ha salvado la democracia… hemos ganado todos los peruanos que no queríamos que nuestra democracia se desplomara y que resucitara toda una mafia que destruyó nuestras instituciones, saqueó los recursos públicos, llenó de sangre, de sufrimiento a nuestro país”.

El autor de Conversación en La Catedral, en la que escribió la lapidaria frase de que “¿en qué momento se jodió el Perú?”, se convirtió en aval de un ex golpista fracasado. Ojalá los peruanos no le echen en cara el apoyo a Humala.

Pese a sus promesas de no intentar eternizarse en el cargo —en Perú, el presidente puede reelegirse por un periodo de cinco años más—, sólo el tiempo dirá qué tan profundas son las raíces democráticas de Ollanta Humala. El conservador mundo financiero peruano lo ve con recelo por las contradicciones en las distintas versiones de su plan de gobierno que presentó en los últimos meses. Los señores del dinero no olvidan que la Bolsa de Lima perdió el equivalente a 14 mil millones de dólares tras su cómoda victoria en la primera vuelta de los comicios realizados en abril.

Plan de gobierno

De tal suerte, un día antes de los comicios Humala concedió una entrevista al periódico madrileño El País en la que precisó algunas de sus directrices para no interrumpir la actual bonanza del país. “¿Cuál es su modelo?”, le preguntaron los reporteros:

El ex militar contestó: “Fortalecer el modelo económico dentro del marco de lo que es la estabilidad macroeconómica y un manejo prudente del presupuesto. Pero recalcar que este crecimiento debe llegar a los más pobres y para eso tiene que haber políticas sociales claras y hay que resolver el problema de las pensiones. Necesitamos resolver el problema crónico de la desnutrición infantil, que en el área rural es el 60% y 30% en la urbana. Para eso tenemos un programa para dar desayunos y comidas en los colegios públicos. Tenemos que resolver el problema de la asistencia sanitaria. De las 195 provincias del país sólo 139 tienen un hospital. Y la mayoría de estos centros tienen entre 50 y 100 años de antigüedad. Esto requiere construir más hospitales y modernizar los ya existentes. Tenemos que elevar el presupuesto en educación y capacitar a los maestros. Tenemos un grave problema con el narcotráfico y ya somos el primer exportador de cocaína del mundo. Hay que reforzar a las fuerzas de seguridad. Nuestro programa económico no es ambiguo para nada. Lo que está en juego no es el modelo económico, es la democracia”.

Agregó: “No hay carreteras, puentes, aeropuertos, vías férreas y eso desconecta la economía moderna de la costa de lo que son los territorios andinos y la Amazonia, donde 12 millones de peruanos viven excluidos del sistema, y combatir la corrupción…”.

Que los peruanos lo vean.