Beatriz Pagés
De acuerdo a una de las más recientes encuestas, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero —considerado el favorito del presidente Felipe Calderón para ser candidato a la Presidencia de la República— sólo cuenta con el 3.5 por ciento de las preferencias electorales.
La baja puntuación del delfín presidencial contrasta con el 32.4 por ciento de aceptación que tiene la diputada Josefina Vázquez Mota y el 25.1 por ciento del senador Santiago Creel.
Si alguien tiene conocimiento y conciencia de que Cordero no tiene futuro político alguno es el mismo presidente y, sin duda, su partido, Acción Nacional. Tan es así, que se escucha decir a los panistas que ni ellos mismos votarían por Cordero.
Sin embargo, el funcionario hace como que compite. Por órdenes, obviamente de su jefe, simula cumplir con una agenda de precampaña: se reúne lo mismo con gobernadores panistas que con empresarios, banqueros, legisladores y otros sectores sociales. Y lo hace sin esforzarse demasiado. Más bien cuidando que no desparezca de su rostro la sonrisa y gesto infantil que lo caracterizan. Lo que denuncia, tal vez sin querer, que todo se trata de un juego.
¿A qué juegan Calderón y Cordero? Por lo pronto, el hiperquinético secretario del Trabajo, Javier Lozano, se fue con la finta y decidió declinar a favor de su amigo, el secretario de Hacienda. De igual forma otros funcionarios del gabinete salieron a apoyar callada o abiertamente a Cordero en contra de las aspiraciones del antisecretario de Educación Pública, Alonso Lujambio.
Calderón ha inventado un delfín para decirle a sus adversarios panistas —léase Creel y Vázquez Mota— que el que manda en el partido soy yo. Y tan quiere imponer a un candidato y tan tiene conciencia de que Cordero no ganaría, que anda buscando y enamorando a algunos priístas para convertirlos en candidatos externos o ciudadanos.
Esto explica la preocupación y la presión que ejerce el ejecutivo federal, para que la Cámara de Diputados convoque rápidamente a un periodo extraordinario y apruebe la reforma política donde están incluidas las candidaturas independientes.
El ex presidente Vicente Fox acaba de poner en evidencia las “travesuras” calderonianas. Dijo —y cosa extraña, lo dijo de manera muy franca e inteligente— que Acción Nacional no tenía un candidato fuerte. Lo que muestra a un Cordero formando parte de una comedia de intriga y de enredos —tejida por Calderón— para impedir que otros panistas lleguen.
El senador Ricardo García Cervantes, una de las pocas mentes preclaras que hoy tiene el PAN, hizo recientemente una radiografía del caos que ha generado Calderón hacia el interior de su partido, al tratar de imponer candidato por medio de un método totalmente absurdo y caprichoso, contrario a la ley electoral y a la voluntad del panismo.
¿A qué juega Calderón? Más allá de la intención de convertirse en el gran elector, el presidente busca salvarse. Calderón no sólo carece de hombres fuertes para ganar el 2012, sino de políticos con poder y capacidad para protegerlo políticamente. Dejará un saldo incuantificable de muertos, producto del combate al crimen organizado, de ineptitud administrativa, abusos de poder y desvío de recursos. En ese escenario, ni Creel, Vázquez Mota, Cordero o Lujambio son confiables. ¿Algún priísta le aceptará la invitación?


