Magdalena Galindo

No es que causen sorpresa, porque todos los indicadores y sobre todo la experiencia cotidiana daban cuenta del deterioro en los niveles de vida, pero los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), respecto a la Encuesta sobre Ingreso-Gasto de los Hogares confirman, en cifras, que México sigue siendo uno de los países con mayor desigualdad en el mundo y que las políticas económicas de los últimos años han conseguido empeorar la situación de los trabajadores del país.

Ciertamente, como hemos señalado en diversas ocasiones, la crisis económica afecta a todas las clases sociales, incluida la burguesía, y en el caso particular de la crisis coyuntural que estalló en 2008 en Estados Unidos y que de ahí se extendió a todo el mundo, ha significado fuertes pérdidas para los capitalistas en especial para los financieros.

En el caso de México, hay que destacar que fue uno de los países más dañados, pues aquí la caída en 2009, cuando el producto interno bruto disminuyó un -6.1 por ciento, fue la mayor de América Latina y superó incluso al descenso de Estados Unidos, la crisis, según los datos del INEGI, afectó mayormente a los ricos, ya que sus ingresos bajaron un 17.8 por ciento entre 2008 y 2010, mientras los hogares más pobres sufrieron una baja de 7.6 por ciento.

Sin embargo, el mayor porcentaje de caída de los más ricos no ha significado una atenuación de la desigualdad pues en México el 30 por ciento de la población colocada en los niveles más altos, se apropia del 62.2 por ciento de los ingresos del país, mientras el otro 70 por ciento apenas alcanza el restante 37.8 por ciento.

El dato más alarmante, desde luego, es el aumento de la pobreza en el país, pues según la encuesta, mientras en 2008 existían 44.7 millones de millones, en sólo dos años se han sumado otros 5.9 millones, para totalizar 50.6 millones de pobres en el país, o sea que según cifras oficiales, poco más de un 45 por ciento de los mexicanos se encuentran bajo la línea de pobreza.

Estas cifras, sin duda alarmantes, pecan aun de optimismo, porque para fijar esa línea de pobreza, se acostumbra establecer una canasta básica de alimentos y otros bienes y servicios como transporte o vivienda y luego se considera si el ingreso puede comprar ese conjunto, en el caso de que no sea suficiente, se ubica entonces en el sector de pobreza. Ese tipo de medición, sin embargo, implica un conjunto de decisiones que han sido muy discutidas, como qué alimentos se incluyen, en cuánto se tasa la vivienda, cuánto es necesario para el transporte.

Por ejemplo, un aspecto que han destacado los investigadores es que no se incluya el aceite o el combustible, lo que implicaría que los estadígrafos suponen que los alimentos incluidos en la canasta se consumen crudos.

Al margen de las consideraciones técnicas, incluso tomando como exactas las cifras oficiales, que el 45 por ciento de los mexicanos sean pobres, es decir, que no alcanzan el mínimo de satisfactores, es alarmante y demuestra los efectos de las políticas neoliberales de los últimos años