Impedir nuevos partidos políticos en el DF
Ahí donde gobierna un partido se acaba la democracia. Las recientes elecciones en varios estados muestran que los partidos en el poder resultan ganadores por amplio margen, lo que es producto de una compleja intervención de los gobernantes, que suelen disponer de dinero público para financiar sus trapacerías.
El Partido de la Revolución Democrática no le hace gestos a esa actitud que ha venido a sustituir la voluntad ciudadana. Al consabido manipuleo de las organizaciones que controlan los amarillos, sobre todo entre vendedores ambulantes y demandantes de vivienda, ahora se recurre a una presunta legalidad para impedir la competencia electoral.
No hace mucho, la aplanadora aurinegra que controla la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, con un simple ejercicio de levanta-dedos, aprobó un ordenamiento según el cual sólo se extendería registro a los nuevos partidos que demostraran tener como afiliados a no menos del 2 por ciento de los ciudadanos que aparecen en la lista del IFE en cada una de las 16 delegaciones y, de paso, se determinó que en cada una de las asambleas constitutivas de la formación política que aspire a participar en elecciones deberían estar no menos de mil participantes.
Ante la evidente canallada, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó enmendar la ley para modificar las citadas disposiciones, que en los hechos impedirían el registro de cualquier nuevo partido. Obligados por la Corte, los vivísimos diputados locales del sol azteca redujeron el porcentaje de afiliados del 2 por ciento al 1.8 por ciento, si bien distribuidos en 30 de los 40 distritos electorales de la capital, y acordaron que bastaba con la asistencia de 600 personas a una asamblea.
Reunir las firmas y otros requisitos de 80 mil personas, o de 72 mil, y realizar 16 asambleas requiere de dinero, de muchísimo dinero. Lo resuelto por la ALDF es una manera de cerrar el paso a nuevos partidos, por no hablar de las candidaturas independientes, que al no existir impiden el crecimiento de la conciencia ciudadana y la presentación de opciones no necesariamente partidarias.
Si se observa, al PRD no le preocupan mucho el PRI o el PAN, pues es notorio su control de las organizaciones de no asalariados. El verdadero peligro, y eso lo saben todos los partidos, es que emerjan propuestas nuevas, diferentes, al margen e incluso en contra de los partidos existentes. En Francia basta con que algunas decenas de ciudadanos apoyen una candidatura para hacerla valer. Aquí se requiere ganar las elecciones antes de participar en ellas.