Cualquier expresión de protesta, aunque sea silenciosa, en Belarrusia es castigada con la detención y el encarcelamiento, según las leyes del presidente Alexander Lukashenko. Un claro ejemplo de esto son los arrestos de numerosos opositores al régimen actual que participaron en las manifestaciones silenciosas realizadas hace poco.
Una revolución sin precedentes continua en este país por tercer mes. Cada miércoles las personas salen a las plazas de las ciudades guardando silencio. O aplauden por lo que son detenidas, aunque es imposible comprender de qué los acusan. Hay un chiste que dice que un hombre fue detenido y casi condenado por haber gritado consignas antigubernamentales, aunque era sordomudo.
Ahora durante esta época de manifestaciones silenciosas, las autoridades cayeron en una situación como la del chiste, absurda y ridícula, cuando en la ciudad de Grodno castigaron con una multa a un participante de la manifestación en que la protesta se expresaba con aplausos pero era una persona manca.
La milicia –policía belarrusa– al inicio se porta, por lo general, indiferente, pero luego comienza a golpear y arrestar a la gente. Los activistas del movimiento de defensa de derechos humanos Primavera anunciaron que el día 22 de junio habían sido detenidas más de 450 personas. Y ya el día siguiente comenzaron los procesos judiciales en que los detenidos eran castigados con multas de diferente cantidad mientras que los organizadores de las manifestaciones fueron condenados de 2 hasta 6 años de encarcelamiento.
El 13 de julio se llevó a cabo otra manifestación en que la manera de protesta fue algo transformada. Allá, en la ciudad de Minsk, capital del país, se congregaron varios centenares de personas y a las ocho de la noche comenzaron a sonar los despertadores de sus celulares. Algunas de las personas cuyo celular dio la señal de despertador, fueron en seguida detenidas. Los carros que pasaron cerca de la plaza en que se realizó la manifestación tocaron el claxon en apoyo a los que protestaban contra la política del presidente Alexander Lukashenko.
Del otro lado, un grupo de personas jóvenes con cabezas rapadas y vestidas de civil, se portaban agresiva y groseramente con los periodistas que trataban de filmar lo sucedido. No les dejaban hacer su trabajo, golpeaban a las cámaras de televisión intentando romperlas.
Los policías les miraban indiferentes. Cuando preguntaron a un representante del poder quiénes eran estas personas, no hubo ninguna respuesta, por lo que los jefes de los rebeldes supusieron que eran bandas de delincuentes contratados por las autoridades.
El presidente de Belarrusia, Alexander Lukashenko, en varias ocasiones aseguró que el curso de su política tanto externa como interna que –diríamos de paso- suscitó críticas internacionales y por el cual su régimen fue catalogado como dictatorial, nunca cambiará.
Que cualquier forma de protesta contra su régimen, -no importa qué hagan los manifestantes, ya sea que guardaran silencio, gritaran, activaran sus celulares con timbre de despertador, maullaran o ladraran– es un delito perseguido por las leyes. Y las autoridades continuarán castigando a los que infrinjan las leyes por todos los medios posibles.
Seguramente, contratar a los delincuentes con tal de sofocar las olas de protesta que cada vez cobran más fuerza, es uno de estos medios. Mientras tanto los organizadores de las protestas que usan el Internet para convocar a las manifestaciones, escogen cada vez nuevas formas de protesta, entre ellas el cambio repentino de los lugares de manifestación para que la policía no tenga tiempo para tomar las medidas de represión.