Del primer mandatario
El científico chileno Humberto Maturana es conocido por su famosa teoría de la autopoiesis, la que predica que la organización de lo vivo se recrea a sí misma y conforma un sistema cerrado y determinado estructuralmente. A partir de esa idea primigenia ha hecho otros aportes significativos al universo del saber humano; el constructivismo biológico, tan en boga en el campo de los procesos de enseñanza-aprendizaje, es uno de ellos.
Otro es la ontología del lenguaje; el énfasis novedoso en las emociones como el elemento fundacional de las relaciones sociales. A ese respecto, Maturana dice lo siguiente: “lo humano es el fruto del entrelazamiento de lo emocional con lo racional, empero, lo emocional tiene una naturaleza preeminente; el lenguaje es un fluir de coordinación de emociones y acciones consensuadas, un modo de vivir juntos en el flujo de las coordinaciones recurrentes de nuestras acciones”.
Lo anterior funge como gran marco de referencia para destacar la trascendencia de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que encabezó el poeta Javier Sicilia. A lo largo de su trayectoria se produjo una verdadera catarsis; una vez vencido el miedo al miedo, emergieron emociones largamente reprimidas: se dio cauce al dolor profundo, éste se hizo visible, tomó nombre y apellido y su afloramiento a borbotones hizo posible la recuperación del sentido de lo humano.
Con sus heridas a cuestas, los dolientes dirigieron la mirada hacia lo más hondo de su ser y luego la proyectaron hacia los demás; quienes se reflejaron, se reconocieron en ellos; la desesperación, la impotencia, el vacío y la soledad cedieron el paso al yo-tú de Martin Buber, al humanismo del otro de Emanuel Levinas.
El entrecruzamiento de emociones a flor de piel, el sentir, el soltar, el dejar fluir, fue investido de un lenguaje común que permitió experimentar con gran intensidad el abrazo, la calidez, la solidaridad humana.
En todas las ciudades importantes se hicieron patentes los quiebres emocionales. Niños, jóvenes, adultos, abuelos, con pancartas caseras en la mano o haciendo uso de la palabra, externaron su conmoción y su vehemente rechazo a la nefasta, la estúpida guerra antinarco.
Abundaron las madres y padres de familia que denunciaron la ejecución o desaparición de sus hijos; las expresiones más recurrentes fueron: “estamos muy encabronados”, “estamos hasta la madre”, “¿dónde está la justicia?, ¿dónde está Dios?
El vivir juntos el flujo de las emociones y las coordinaciones recurrentes reanimó el sentimiento de lo colectivo y colocó en un entredicho el mito de la pasividad presente en muchos de los textos relativos a la psicología del mexicano.
La Caravana del Consuelo despertó la conciencia sobre el peligro de la banalización del mal al que se refiere la extraordinaria filósofa Hannah Arendt. En su conocida obra Eichmann en Jerusalen, relata la frialdad con la que el gran capo de los campos de concentración intentó lavar sus culpas, asegurando que desconocía las causas de su enjuiciamiento y que siempre había sido un ciudadano ejemplar, un esposo fiel y un padre singularmente amoroso.
La autora concluye que el régimen nazi de Hitler fue capaz de llevar al Holocausto a más de 10 millones de seres humanos, entre otras causas, porque el mal se banalizó, se convirtió en moneda de uso corriente. Lo que es no necesariamente es lo que debe ser.
Compartir el sufrimiento, ser escuchado, sentir la empatía, también sirvió para exorcizar el demonio de la insensibilidad que tan magistralmente retratara Bertolt Brecht en su emblemático texto: “Vinieron los nazis y se llevaron a un polaco, pero a mí no me importó porque yo no era polaco; vinieron los nazis y se llevaron a un judío, pero a mí no me importó porque yo no era judío; más tarde vinieron por mí, pero nadie protestó”.
El reencuentro con las más hondas raíces de la condición humana reavivó la llama de la esperanza, aquélla sin la cual se fractura el sentido de la vida. Ello hizo posible el nacimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, cuyas banderas de lucha están condensadas en las exigencias y acciones de resistencia que se detallan en el pacto del mismo nombre.
Todo ese cúmulo de fuerza moral fue el puntal con el que se obligó al Ejecutivo federal a dialogar con los miembros del movimiento en el Castillo de Chapultepec. Luego de preguntar ¿le parecemos bajas colaterales o números estadísticos?, Sicilia planteó varias demandas: pedir perdón por los más de cuarenta mil muertos y los más de diez mil desaparecidos; el regreso de los militares a sus cuarteles; la creación de una comisión de la verdad o una fiscalía ad hoc; la aprobación de una ley de atención y protección a las víctimas.
En forma prepotente, sin el menor sentido del respeto a quienes recorrieron una parte de la geografía nacional escuchando y tejiendo un inédito códice de agravios, el ocupante de Los Pinos aseguró que estaba arrepentido de no haber enviado antes a las fuerzas militares y que la guerra antinarco seguirá su curso; burlonamente, se atrevió a decir que le gustaría muchísimo ir a caravanas.
Al discurso humanista y justiciero de los dolientes se contestó con un discurso belicista, brutalmente desconsiderado, con una cerrazón rayana en lo patológico que hizo evocar las sabias palabras del pensador español Miguel de Unamuno: “Jamás entregaré de buen grado, y otorgándole mi confianza, a conductor alguno de pueblos que no esté penetrado de que, al conducir un pueblo, conduce hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen y sufren” .
En la entrevista concedida a la actriz Ana de la Reguera, Calderón confesó que asistió a su primera reunión nacional partidaria de huaraches y con el pelo a la afro.
En esta etapa de su vida le vendría bien retomar algo de ese desenfado juvenil y escuchar el canto libertario del gran Bob Dylan, tal vez sus estrofas lo persuadan de la inconveniencia de seguir apostándole a las visiones cargadas de dureza: “How many times can a man turn his head and pretend that he doesn´t see?, How many ears must one man have before he can hear people cry? How many deaths will it take until he knows that too many people are dying?”