Cristina Rivera Garza/Autora de Verde Shanghai


Eve Gil

Una certeza pueden tener aquellos que han seguido la meteórica trayectoria literaria de Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964): cada nuevo libro es una especie de caja de pandora que desata nuevos demonios y borra a los anteriores, no obstante que, como cualquier otro escritor, Cristina tiene sus muy personales obsesiones.

El posible secreto de esta polifacética autora estriba en la subversión de sus propias obsesiones. Verde Shanghai (Tusquets, 2011), su más reciente aventura literaria es, sin embargo, y a decir de su propia autora, “un abrazo, y lo digo por lo siguiente: en esta historia de Marina y de Xian se entiende que toda historia viene de otra historia, aun cuando la quieras negar, y creo que en Verde Shanghai cobran sentido todos mis demás libros”.

Largo camino

De Nadie me verá llorar, la primera y ya clásica novela de Cristina, hasta Verde Shanghai, hay un largo camino recorrido que la confirma como una de las voces legítimas y más poderosas de las letras mexicanas. Ha abarcado prácticamente todos los géneros, y su dominio de la narrativa no demerita en lo absoluto su talento para la poesía.

La dos veces ganadora del Sor Juana Inés de la Cruz, nos “embosca” ahora con la más compleja y lúdica de sus novelas —que ya es mucho decir— y donde el tema de la identidad, muy ligado al de la memoria, se subvierte —¿o subleva?— a extremos insospechados.

“Un poco del misterio de la novela —explica la siempre sonriente autora— se ubica en el epígrafe de Antonio Porchia que la abre. «Si olvidara lo que no fui, me olvidaría de mí mismo». Parte del trasiego memorioso de la novela no es tanto ir hacia lo que se recuerda, sino hacer esta invocación del pasado y atravesar una serie de experiencias de las que ni siquiera se tenía conciencia y no es memoria de lo que no sabía, sino memoria de lo que no sabemos.”

La historia

Verde Shanghai narra la historia de dos mujeres que es una sola. Y nada que ver con el asunto de la reencarnación. Marina es una convencional ama de casa, esposa de un médico, que sufre un aparatoso accidente de tránsito. Durante su recuperación empieza a descubrir que tiene un nombre alternativo, más aún, una memoria que no le pertenece y transforma su fútil existencia en forma dramática. “Tras la recuperación, empieza a tener —dice— una relación mucho más cercana con el pasado, representado por Xian, a quien a la vez invoca y rechaza constantemente, pero que finalmente le permite un traslado del pasado hacia el presente, y del pasado y hacia más el pasado, y también un recorrido geográfico por una ciudad signada por la migración, que es la ciudad de México (nunca citada en la trama) y, concretamente, el Barrio Chino.”

“La cuestión —prosigue la también doctora en historia y profesora de literatura experimental en la Universidad de California, en San Diego— es que éste no es el pasado de la memoria de los hechos ocurridos, sino el pasado de las alternativas truncas o de los polos de esta cuestión lacustre de la memoria. Y allí es donde entra la labor de estos otros textos con una tipografía distinta, de las diversas capas que invitan a visitar la novela. Estos textos son como noticias para la autora que intenta hilvanar esa historia que vive dentro de ella.”

El alter ego de Marina se llama Xian, que en chino tiene múltiples significados y representaciones, pero el que más llamó mi atención fue “…ella había sido, en efecto, una ciudad llena de soldados. La guerra y el poder alrededor.” (p. 54).

Lo exótico de lo chino

No es un capricho que esa otra parte de Marina sea china, porque lo chino, comenta Marina, es algo así como el gentilicio que se le da a “lo otro”.

“En el imaginario de los mexicanos, lo más exótico es lo chino. No decimos «esto está en finlandés», aunque nos sea tan incomprensible como el chino. Es como si ubicáramos nuestro perfecto opuesto en la China. Me interesaba introducir este punto de vista, este ver las cosas desde el otro lado, es decir, armar una historia pero no desde el punto de vista central, sino de “el otro”, que sería forzosamente un punto de vista alterado, y no se me ocurrió nada más “exótico”, por así llamarlo, que lo chino.”

La palabra Xian le gusta mucho a Cristina, particularmente, explica, por la hermandad de su x con la de México, “y tengo una fascinación particular por este reciente hallazgo arqueológico de los Soldados de Terracota en la ciudad de Xian, y de algún modo quise representar este proceso de exponer a la luz un pasado tan remoto y actual a la vez. Creo que ese gesto es parte de los gestos fundamentales de la novela: desenterrar, sacar a la luz una parte de ti que ignoras.”

Verde Shanghai —que se titula así por un imaginario pero mágico café de chinos en el Barrio Chino, de donde brotan los más alucinantes personajes de la novela— incluye una serie de relatos incluidos en un libro ya agotado de Cristina titulado La guerra no importa.

Le pregunto su razón para entreverar la historia de Marina/Xian con estas historias, y si son exactamente los mismos de aquel libro o se trata de una reescritura en función de esta nueva historia.

“A veces —responde— tengo la impresión de que los personajes de la ficción son históricos. La guerra no importa dejó de circular, pero Xian ya estaba en él y volvió a levantar la mano. Intenté retrabajar los cuentos, pero había algo que no me gustaba: lo reescribía desde el presente o lo cambiaba radicalmente. La otra opción era investigar qué pasaba con los personajes, es decir, en los intersticios de estos cuentos. Verde Shanghai surge de esta investigación de estas vidas truncas que no sucedieron, para evitar el olvido de lo que no fue. Pero de esos cuentos surge una novela totalmente inédita, pues incluso los cuentos fueron reescritos.”

Gesto del abrazo

Pregunto a Cristina cómo es que habiendo resultado tan exitosa la fórmula de su primera novela —que repite un poco en la segunda, La cresta de Ilión, pero ya no en las subsiguientes— ella ha optado por experimentar con la forma de narrar historias en formas cada vez más complejas, pero nunca aburridas y, mucho menos, intrascendentes.

“Me gustaría —dice— creer que en cada libro que trabajo empiezo desde cero. Eso me permite regresar al estado maravilloso del aprendizaje. Pero por otra parte se cree que eso es más mítico que posible, pero sí he querido dejar detrás, o de lado, o escaparme de los libros que he escrito antes, aun cuando reconozco que el gesto de este libro es un abrazo, y lo digo por lo siguiente: en esta historia de Marina y de Xian se entiende que toda historia viene de otra historia, incluso cuando la quieras negar, y creo que en Verde Shanghai cobran sentido todos mis demás libros.”

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