Estoy de regocijo
Guillermo García Oropeza
Vivimos malos tiempos, los peores que yo recuerde en más de setenta años de vida mexicana, tiempos que entre más avanza el calendario se vuelven más nerviosos y ominosos. Yo, confieso, estoy en plena paranoia y adonde quiera que me asomo me encuentro con rumores que confirman y aceleran esta paranoia.
De ahí que celebre las noticias regocijantes con particular agradecimiento. Noticias como el autodestapamiento del inefable gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, como precandidato a la Presidencia de la República. Emilio que ha confirmado con toda la seriedad de la que es capaz que no sólo competirá sino que ganará…
Lo cual me ha llenado de regocijo ya que me ha desatado la fantasía imaginándome cómo sería un sexenio emiliano, maravillosa culminación de una carrera política extraordinaria sólo posible en el México panadero que estamos viviendo desde que el también inefable Vicente Fox nos llevó a la democracia pactada en Washington.
Y es que Emilio salió de la nada, sin ninguna carrera profesional previa haciendo política en esa extrema derecha ranchera que es el sinarquismo, tan endémico del centro de la República, ese territorio cristero de donde también salió Fox.
Emilio, cuyos orígenes son de la región de Lagos de Moreno, dejó el partido de los sinarquistas para incrustarse en el panismo más radical, el del Yunque. Este lo llevó a la alcaldía de Guadalajara cuando era gobernador Ramírez Acuña, ese, el más priísta de los panistas, el que destapó a Calderón para berrinche de Fox y que llegó a la Secretaría de Gobernación sin contar que el ingrato de Calderón lo sacrificaría para dejarle su puesto al gran favorito Muriño, aquel cuya muerte lloró Calderón ante la nación entera.
Y de la alcaldía de Guadalajara, donde fue absolutamente gris, Emilio brincó a la gubernatura en este pobre Jalisco que Zedillo había entregado al PAN por no se qué arreglos que ya se están historiando.
Como gobernador, Emilio ha sido, como se esperaba, totalmente gris, y Jalisco pierde con él otros seis años de avance, pero su gobierno ha sido, eso sí, muy divertido con momentos estelares, como aquel digno de estar en el libro de Guinness, cuando en plena borrachera, en un evento donde también estaba el cardenal Sandoval, le mentó la madre a todos los que no pensaran como él, y cuando también borracho fue a echarle pleito a la casa del capo de la mafia universitaria, Raúl Padilla, con quien llevaba guerra abierta, aunque no se sabe si al amor de los tequilas allí se reconciliaron.
Pero no se crea que Emilio es un mal chico, y así , arrepentido decidió regalarle 90 millones de pesos al Señor Cardenal para la construcción de su desmesurada Basílica de los Mártires, lo cual provocó tal protesta que Emilio tuvo que retirar su generosa caridad.
Así que imagínense, lector, qué bello sexenio de borrachera y actos píos podría realizar a nivel nacional y con recursos federales nuestro Emilio. Un sexenio de carnaval y de cuaresma.


