El de Chapultepec
El desgaste del tejido social, a partir de la “guerra” contra el crimen organizado, ha sido dramático, el deterioro que ha sufrido la sociedad y la angustia en que se ha visto envuelta superan todo lo imaginable; la muerte absurda de cuarenta mil mexicanos ha dejado una estela de dolor en toda la república y en todos los estratos sociales.
El tema de la inseguridad y la violencia ha sido prioritario en la agenda nacional, y hasta hoy, no se ha abierto un camino que nos dé luz, que abra la esperanza al porvenir de tantos millones de jóvenes, particularmente, que se encuentran aprisionados en las fauces de la drogadicción y el crimen.
La reunión en el alcázar de Chapultepec de hace unos días marcó una nueva relación en la que se percibe a un presidente preocupado y ocupado, pero sobre todo, sinceramente decidido a resolver el tema.
El Congreso no ha sido obstáculo para solucionar el problema, pues se han aprobado reformas —inclusive contrarias a la opinión de quienes las aprobamos—, para dejar espacios de solución al Ejecutivo federal. Un caso significativo fue la reforma constitucional que aprobó la figura del arraigo y, que con razón, ha sido criticada por diversos juristas.
Sin embargo, en el ánimo de los que aprobamos la reforma, pesó más la necesidad de apoyar al presidente Calderón en su lucha contra el crimen, lo que significa que ésta tarea se sitúa por encima de la discusión partidaria, existiendo un denominador común de la sociedad para terminar con ésta hidra de mil cabezas.
El tema es la estrategia para hacerlo, y por primera vez, en Chapultepec, el Presidente expresó su apertura para escuchar propuestas en torno a la forma de cómo debe combatirse el crimen.
El éxito de la reunión se debió, entre otras cosas, a un hilo invisible que conecta al presidente Calderón y al poeta Javier Sicilia, ya que comparten la misma fe religiosa, en la que ambos son verdaderos creyentes; el diálogo fue ríspido, pero hubo comprensión y respeto, y por primera vez escuchamos el testimonio directo de muchas de las victimas, lo que conmueve y nos hace entender, que no se trata —como ahí se dijo—, de estadísticas y de daños colaterales, sino del sufrimiento y del dolor de miles de familias a quienes el terror les ha arrebatado a parientes cercanos.
El tema tiene que continuar avanzando sobre la lógica de que no puede haber una interpretación unilateral del fenómeno, y que debe escucharse a la sociedad, a los especialistas, a los juristas, a los que hacen investigación de campo, y también, a los que realizan estudios comparativos de cómo se ha resuelto el problema en otras latitudes.
No cabe duda que este tema no se resolverá en este sexenio, pero lo importante es que se puedan sentar bases de diálogo y apertura, en las que la sociedad entera no veamos el fenómeno desde un punto de vista partidista, sino como lo es, algo que atañe a todos los mexicanos, porque a todos nos amenaza ésta calamidad que destruye permanentemente la esperanza y el destino de la nación.
Ojala el diálogo de Chapultepec se amplié a todos los protagonistas, a todos los sectores, y que la actitud receptiva y sensible del presidente permanezca por encima de la terquedad y la miopía, de quienes quieren ver en este tema, solamente, el triunfo o la derrota de un partido o de un gobierno
Abrir las puertas del diálogo implica reconocer errores y tratar de establecer estrategias concensadas.
En los próximos meses, la campaña presidencial va a ser el foro donde se discutan —hacia el futuro— la política de seguridad nacional, esperamos que todos los partidos compartan una visión de respeto reciproco, para encontrar salidas viables; el pueblo y la nación lo exigen.
No podemos permanecer indiferentes frente a la tragedia y al dolor, frente a los hechos brutales y macabros de una violencia que sólo puede proceder de la locura; hay una patología grave en la sociedad, tenemos que aprestarnos todos para participar en una cruzada nacional que recupere los valores superiores de la nación; no es un tema ideológico, es de supervivencia colectiva.
Chapultepec abre la puerta de la esperanza.