Noruega ha sido considerada por la Organización de las Naciones Unidas como el país que lidera el índice de calidad de vida del mundo. También ha estado en la mente de la mayoría de la gente como una nación donde raramente ocurre alguna tragedia. El atentado perpetrado en el centro de Oslo y el tiroteo en la isla de Utoya, que dejó al menos 76 personas muertas, ha alertado no sólo a la sociedad noruega, sino a la comunidad internacional.
Expertos como el sociólogo noruego Johan Galtung han identificado este caso como una consecuencia del extremismo que actúa de manera violenta cuando ve afectados sus intereses, casi siempre nacionalistas o religiosos. La deducción es tomada a partir de la conducta de Anders Berhing Breivik, autor de los ataques, de quien se dice estuvo integrado a un partido populista de derecha que se opone a la migración musulmana.
Multiculturalismo desterrado
El planteamiento de Galtung es bueno, pero omite algo muy sencillo, que la globalización sólo ha privilegiado el desarrollo económico, pero ha menospreciado el multiculturalismo; la convivencia y el entendimiento entre las diferentes culturas del mundo.
Esta actitud está presente en todos los países: la sensación de invasión de sus espacios sociales por otros grupos que tienen costumbres o ideas diferentes. Los hechos sucedidos en Noruega demuestran el fracaso de la política como factor regulador de la humanidad, en un momento donde nada parece funcionar para promover un estado de paz y estabilidad en el mundo.
Paz, nuevo tesoro mundial
Galteng, fundador del Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz, con sede en Oslo, olvida que la gente no sólo emigra por motivos económicos, sino buscando la paz que tienen en otras sociedades, donde aparentemente se puede vivir con mayor tranquilidad y seguridad. Esa necesidad ha hecho que miles de personas busquen entornos más saludables sicológicamente hablando; ambientes que consideran las mínimas garantías humanas.
Se dice constantemente que el que olvida su pasado, está condenado a vivirlo nuevamente en el futuro. Aunque esta fórmula lo que en esencia busca destacar es que es preciso entender el pasado para evitar errores en el futuro, también puede ser intepretado como “rescatar los rencores para seguir aplicándolos cuando se vuelvan a necesitar”.
Consciencia metafísica
La actitud del perdón y olvido, aspectos que no sólo son característicos de las religiones, sino de la consciencia metafísica se ha deteriorado ante la poderosa tendencia de politizar e imponer reglas en lugar de promover la confianza y fraternidad.
Muchas veces el pasado es responsable de que los errores sigan prevaleciendo como es el caso de seguir comparando las incursiones militares como cruzadas. En marzo pasado, Putin no dudó en calificar una resolución de la ONU contra Libia como “un llamado medieval a donde se incitaba a todo el mundo a marchar a una zona para liberarla”, en suma, una cruzada. El presidente Dmitry Medvedev reaccionó diciendo acertadamente que ese tipo de comparaciones están fuera de lugar.
Egoísmo trasnacional
Noruega no ha sido el país más pacífico del mundo, vive en su interior una semilla de odio que anida en todas las naciones: el egoísmo. Un egoísmo que lo mismo se ve en los crímenes de Darfur, en la lucha antiterrorista estadounidense, el abuso de los migrantes en México, la xenofobia española, el desinterés colectivo, etcétera.
Finalmente Galtung afirma que el caso Breivik debe colocar a Europa en el rumbo de “un diálogo, de ir allá del multiculturalismo, que es un tipo de tolerancia, y avanzar en el diálogo, la curiosidad y el respeto, y el siguiente paso es el aprendizaje mutuo entre el islam y el cristianismo”. A todo ello, debería sumarse, evitar juzgar mediante confrontaciones y diferencias. Tal vez, sea necesario cambiar la filosofía de los contrarios que ha prevalecido en la forma de pensar de Occidente y otras civilizaciones humanas.