Nueva constitución en Marruecos

 

Carlos Guevara Meza

Marruecos tiene nueva Constitución. Más inteligente que otros gobernantes árabes, el rey Mohamed VI no dejó que las manifestaciones de protesta, que ya comenzaban en su país al calor de las revueltas en Túnez, Egipto y Libia, crecieran demasiado y a principios de marzo convocó a cambiar la ley fundamental prometiendo reformas políticas profundas, una de las demandas de los manifestantes. La otra era el fin de la corrupción gubernamental, sobre lo que se ha dicho poco hasta el momento.

El rey conformó una comisión de notables que debían redactar el nuevo texto constitucional en acuerdo con los partidos políticos representados en el Parlamento. Así se hizo aunque un sector de la izquierda (el Partido Socialista Unificado), terminó por salir de las negociaciones aunque no hizo campaña por el “No” en el referéndum convocado para principios de julio con el que se aprobaría el nuevo ordenamiento. La votación contó con una impresionante participación del 73 por ciento y la constitución fue aprobada por 98.5 por ciento de los votantes.

La nueva constitución modifica el estatuto del rey, cuya persona ya no es “sagrada” sino “inviolable”, lo que representa en términos jurídico-políticos un cambio notable, pues su legitimidad ahora depende de la propia constitución. Por otro lado, el primer ministro (que ahora pasa a ser “presidente del Gobierno”), contará con mayores atribuciones que las que tenía antes, pues nombrará a los ministros, a los altos funcionarios, directores de empresas públicas e incluso embajadores (poder que hasta ahora tenía el rey); podrá convocar al Consejo de Ministros y hasta podrá disolver el Parlamento en acuerdo con el monarca. Por otro lado, la cámara alta se reforma para convertirse en un espacio de representación territorial y el Parlamento funcionará de hecho como un poder legislativo pues incluso podrá reformar la Constitución. El poder judicial se independiza del ejecutivo, pero no del todo del rey, quien presidirá su máximo órgano en donde, sin embargo, se contará con una representante del órgano de derechos humanos (oficial pero cuyo buen desempeño lo ha exentado de las críticas de los opositores).

Aunque se había propuesto, la nueva Constitución no llegó al punto de establecer la libertad religiosa. Mohamed VI conserva empero muchos poderes. Sigue presidiendo el Consejo de Ministros, el máximo órgano judicial y el Consejo de Seguridad que controla a las fuerzas armadas y policiales; además conserva su papel como jefe espiritual y religioso de los musulmanes marroquíes.

Los jóvenes que organizaron las protestas de febrero se oponen, sin embargo, a las medidas, señalando que el procedimiento para el cambio constitucional no es democrático en sí mismo y que los cambios son sólo “maquillaje”. Representantes del Partido Socialista Unificado declararon, después de la votación, que había que matizar los datos: el 73 por ciento de participación sólo incluye a aquellos que se habían registrado como votantes, pero no a todos los adultos, pues el país cuenta con una población de más de 32 millones de personas de los cuales 22 millones y medio son adultos, mientras sólo estaban registrados menos de 13 y medio millones de votantes. Pero los opositores no hicieron campaña por el “No” a la constitución, sino por la abstención y quizá fue un error. Por lo pronto, Mohamed VI tiene una línea de crédito político que ha comenzado a cobrar con las entusiastas felicitaciones de Europa y Estados Unidos por su actitud “democrática”.