Juan José Reyes
En el mundo entero muchos han pasado los años, o buena temporada de sus vidas, aborreciendo a Estados Unidos. En México tal antipatía ha tenido la cara del desprecio burlón a los “pinches gringos” a los que no es fácil engañar o, tratándose de las güeritas, engatusar hasta llegar al ligue instantáneo. Los estadounidenses han aparecido como víctimas propiciatorias de la malicia, la picardía nacional. En el fondo sin embargo todos saben que esas son engañifas, consuelos banales. En nuestros días aquí y en todo el planeta se ha sabido y se sabe que Estados Unidos es cosa seria.
Ha fundado lo que Vicente Verdú llama “el planeta americano” con una doble intención: la referencia a un mundo redondo, completo, que todo lo posee; y el señalamiento de que su influencia es verdaderamente imperial, planetaria.
Verdú ha escrito un inteligente inventario de los vicios, las manías, las deficiencias de los gringos. Es serio pero sólo le falta reír abiertamente, porque su tono es muchas veces, de tan implacable, demoledor. No es para menos, se dirá. Estados Unidos es fuente y centro recolector de los más conspicuos resultados del despliegue capitalista. Es una nación original, portentosa en muchos sentidos. Presume de su identidad y alardea de la sangre que alimenta su organismo: el dinero, que no tan lejos está del amor a Dios de lo que podría pensarse. Es un país infestado de manías, de aborrecimiento, por ejemplo a los intelectuales; de amor a los prejuicios y a las amenazas concretas, un país definido por sus medidas de defensa, al tiempo de que en su seno crecen nuevas epidemias, como la del consumo de drogas y de alcohol entre los más jóvenes, o como la de la violencia promovida no sólo por su absurdo entramado social y económico sino por los medios de comunicación. Un país de jóvenes, muy jóvenes: la llamada Generación Y, que se ha quedado en hogares fríos.
Es un país también dueño de un formidable poder creador, cosa que el autor no apunta. El capitalismo salvaje tiene su correlato en los altísimos niveles de las universidades, así como la bobería o la franca estupidez que tiñe casi todos los espacios de su vida diaria, y que se exporta mediante la industria de la imagen en todos sus modos, tiene su contradicción en buena parte de su literatura, su cine, su pintura.
El de Verdú es un libro lleno de ideas, vigoroso, fascinante.
Vicente Verdú, El planeta americano.
Anagrama (Colección Compactos, 206), Barcelona, 2010; 171 pp.