Salvador Castañeda

 

Ramón Mendoza, sobreviviente del asalto al Cuartel de Ciudad Madera –quien falleció  el 10 de enero de 2008-  le sacó la delantera al futuro y la desmemoria. Dejó testimonio  puntual por escrito. He aquí su primera nota: “Salimos de la colonia Pantitlán el 14 de septiembre de 1965, a las  once y media de la noche, para irnos a Chihuahua. Arturo Gámiz, Antonio  Scobell, Dr. Pablo Gómez, Emilio Gámiz y yo. Nos fuimos a la estación de los camiones Flecha Amarilla. Allí preguntamos a qué hora salían los camiones rumbo al Norte, nos dijeron que a las cuatro de la mañana. Pues como íbamos recortados de dinero, allí decidimos expropiar un carro, habiendo ido Arturo, el Dr. Pablo y yo, al bosque de Chapultepec para ver si lográbamos agarrar una camioneta ultimo modelo, para que no fuera  haber la menor sospecha de que éramos los guerrilleros, habiéndoles dicho Arturo a los demás compañeros, que se quedaran  allí, y que estuvieran listos para cuando llegáramos nosotros con el vehículo; total, que nos fuimos al bosque por las carreteras que salen por el bosque. Anduvimos mucho y no podíamos encontrar el momento propicio para que nos saliera bien el plan, pues anduvimos algo. Por fin encontramos uno, pero resulta que no pudimos abrir la puerta porque nos faltaban llaves. Buscamos la otra manera pero resultó que el vehículo era de un militar y, pensamos que al llevárnoslo, luego lo reportarían y podíamos fracasar ,en el intento. Así que lo dejamos, pero luego encontramos otro; ése sí estaba de modo, pero dio por resultado de que no estaba en condiciones para el viaje, porque era bastante largo. Luego pensó Arturo que nos fuéramos en el camión hasta Aguascalientes. Salimos a las 4 de la mañana de aquí del D.F. el día 15 de septiembre. Llegamos a Aguascalientes como a las tres y media, ahí nos bajamos y nos fuimos a la orilla del pueblo a una carretera que sale rumbo al este de Aguascalientes. Allí nos estuvimos en la carretera, pero no pudimos, porque cuando estábamos a punto de presentar la acción no faltaba gente que nos viera, entonces dijo el doctor que ya no podíamos hacer eso, y al encontrarnos bastante desesperados que nos fuéramos a Torreón, que allá era más fácil llevarnos un carro; entonces Arturo se metió la mano a la bolsa y miró el dinero que traía y dijo que se acababa el pasaje nada más hasta Torreón, pues de allí nos fuimos a la cooperativa; ahí nos estaban esperando Toño y Emilio, que se habían quedado cuidando las mochilas.

Ahí, en Aguascalientes acordamos que Emilio se fuera a Zacatecas por Salomón, y que se llevara una máquina de escribir y que la empeñaran en Zacatecas. Los otros partimos hacia Torreón”.

Aún persiste por ahí la versión de que la guerrilla en Chihuahua dio principio el 23 de septiembre de 1965, pero lo cierto  es  que  ni principió en esa fecha, como se observa en el testimonio anterior, y  tampoco terminó entonces.

Recoger la memoria de las organizaciones armadas revolucionarias en México implica por sí mismo un compromiso, y son pocos quienes lo hacen. Los textos de Carlos Montemayor, referidos a las organizaciones armadas de nuestro país, sobre todo los surgidos en Chihuahua, constituyen un referente que nadie interesado en estos asuntos podrá eludir o dejar para después. La mujeres del alba es una relatoría en la que el testimonio o la memoria directa de las esposas, madres y padres, hijos e hijas, de los combatientes en el asalto al Cuartel militar de Ciudad Madera nos lleva al escenario mismo de lo sucedido. En sus 229 páginas encuentra acomodo la memoria persistente, el testimonio latente que consigue colocarnos en el remolino de la acción y la prisa violenta, la angustia, la impotencia. Quienes algo sabían rogaban al Supremo Hacedor, al Rey de los Ejércitos que lo que sucedería no sucediera. La muerte se respiraba en el aire; estaba ahí merodeando más viva que nunca.

En el asalto al Cuartel se puede decir que las mujeres eran una retaguardia detenida, involuntaria, solamente receptora. Mujeres haciéndose cruces y con el Jesús en la boca, asomando por las ventanas, rellenando los vanos de las puertas, mirando pasar el acarreo de los muertos. Respirando el olor de la pólvora quemada, el de la sangre en libertad y un secreteo pidiendo descanso eterno.

Era aquello un ambiente agorero (tardío) de lo que sucedió.

Así las mujeres y su recordar son un soporte de referencia  de los hechos  recogidos sin ver ni estar en el infierno que vivieron los atacantes.

Después de aquel entonces trágico las mujeres no fueron ya Las  mujeres del alba; sino El alba de las mujeres  por su numerosa participación en los grupos armados de los setentas.

Carlos Montemayor, con su quehacer, literario y político, ha mellado profundo la desmemoria sexenal en México.