René Anaya

Hace veinte años se consideró que la desaparición de los dinosaurios ya era un caso resuelto, pues en su momento se supuso que el descubrimiento del cráter de Chicxulub, en la Península de Yucatán, aportaba las pruebas irrefutables de que la extinción de los dinosaurios había sido causado por los efectos del impacto de un gran meteorito sobre la superficie terrestre.

Sin embargo, algunos investigadores consideran que todavía existe una duda razonable de que el meteorito caído en Chicxulub haya sido el único responsable del exterminio de esos animales, ya que no se han encontrado restos fósiles de dinosaurios en las capas geológicas de esa época, por lo que suponen que su extinción ocurrió muchos años antes del impacto del meteorito.

Un caso por resolver

Efectivamente, no se habían encontrado huesos de dinosaurios más allá de los tres metros por debajo de la frontera K-T (por los periodos Cretácico-Terciario), la cual es la línea imaginaria que indica la transición de las formaciones geológicas en las capas de la Tierra hace 65 millones de años, es decir en la época en que se refiere ocurrieron dos grandes acontecimientos: la extinción de los dinosaurios y el impacto del meteorito en Chicxulub.

La falta de fósiles en esa capa geológica ha sido el principal argumento de quienes están en contra de la hipótesis de la extinción de los dinosaurios causada por el impacto de un meteorito. La mayoría de los detractores de esa hipótesis plantean que la desaparición de los enormes saurios fue gradual, causada por erupciones volcánicas, ya que ríos de lava, nubes de dióxido de carbono y contaminación de la atmósfera por los distintos gases que se desprenden de los volcanes podrían haber envenenado a los dinosaurios.

Claro que hay otras hipótesis carentes de apoyo científico, como a) una especie de suicidio colectivo: los carnívoros acabaron con los herbívoros y luego se comieron entre sí; b) degeneración racial por producción de hormonas o genes defectuosos, que redujeron su expectativa de vida; c) plantas venenosas de gran toxicidad que los exterminó; d) virus que causó una panzootia (enfermedad en muchos animales).

Al margen de esas elucubraciones, un grupo de 41 expertos que se reunieron en marzo del año pasado en Estados Unidos, durante la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, coincidieron en que la hipótesis propuesta en 1980 por Luis Alvarez y su hijo Walter, de la Universidad de California en Berkeley, sobre la extinción repentina causada por un meteorito, es la más acertada.

“Al combinar todos los datos disponibles de las diferentes disciplinas científicas, llegamos a la conclusión de que el impacto de un gran asteroide hace 65 millones de años, en lo que actualmente es México, fue la causa principal de las extinciones masivas”, afirmó Peter Schulte, miembro de ese grupo de expertos y profesor asistente de la Universidad de Erlangen, Alemania.

El cuerno de la evidencia

En apoyo a ese planteamiento, un equipo de paleontólogos encabezados por Tyler R. Lyson, del Departamento de Geología y Geofísica de la Universidad de Yale, publicó recientemente en la revista Biology Letters, de la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge (Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural), un trabajo en que se informa del hallazgo de un fragmento de cuerno de un ceratopsiano, un dinosaurio acorazado, del que el triceratops es el más conocido.

Esa nueva evidencia, el trozo de cuerno de 45 centímetros de largo, se encontró en las colinas de Montana, Estados Unidos, a tan sólo 13 centímetros de la frontera K-T. “Aquí tenemos un espécimen que básicamente está justo en la línea, indicando que al menos algunos dinosaurios estaban bien”, refirió el profesor Lyson a la
revista Science.

De manera categórica, el investigador que dirigió el equipo de paleontólogos, afirmó: “La localización de ese dinosaurio demuestra que no existe un «vacío de tres metros» en el Cretáceo y es incompatible con la hipótesis según la cual los dinosaurios… desaparecieron antes del impacto”.

Sin embargo, los detractores de la hipótesis de Luis Alvarez ya han planteado sus objeciones a esas afirmaciones, como J. David Archibald, biólogo de la Universidad de San Diego, quien refirió a la revista Science que “encontrar un fragmento de los dinosaurios [no hace] que repentinamente esta brecha [la frontera K-T] desaparezca… la brecha es real”.

Probablemente, la solución del crimen ocurrido hace 65 millones de años, la desaparición de los dinosaurios, deberá esperar más investigaciones y hallazgos que aporten evidencias científicas sobre la causa real de la muerte de esos enormes saurios, que hace millones de años dominaron la Tierra.

reneanayas@yahoo.com.mx