La muñeca rusa, de Alicia Dujovne Ortíz

Alan Saint Martin

Ha sido tantas, ha tenido tal chorrera de nombres, Ivone, Patria, Maria Ivanovna, María de la Sierra, Znoy, Madame Luisa, ahora María Luisa. África de las Heras: a lo largo un desfile de carnaval; hacia adentro, una muñeca rusa.
La muñeca rusa
Alicia Dujovne Ortiz

Imaginen el escenario que ustedes quieran, con la música de fondo, gente a su alrededor; un lugar que sea recurrente o que visiten seguido, ya sea café, restaurante, bar, etcétera. Luego, una persona se acerca a ustedes, comienza a hablarles, te presentas y ella responde: “Mucho gusto, mi nombre es María Luisa de las Heras y me interesa mucho su trabajo”. Sí, eso oyes, ¿pero en verdad es lo que está diciendo o el significado de esa presentación es, más bien, “Mi nombre real es África de las Heras, he tenido ya tantos y aún los recuerdo, soy espía de la kgb y veterana de la Guerra Civil en España. Mi objetivo eres tú”. Alicia Dujovne Ortiz en La muñeca rusa nos narra las situaciones que envuelven a tres personajes en torno a este escenario: África de las Heras, Felisberto Hernández, escritor uruguayo y Oleg amante e investigador de la obra de dicho escritor.

La historia de la narración es sencilla: una mujer espía le es encomendada conocer y lograr convencer a un escritor uruguayo que comienza a tener fama en París para que se casen, viajen a Montevideo y pueden establecer un centro de operaciones de espionaje en América latina. Para que la novela fluya sin tropiezos la autora se vale de distintos recursos narrativos.

El primero que es notorio desde el inicio de la novela es el tiempo en el que se está narrando: presente simple. ¿Por qué quisiera detenerme en este punto? Pareciera que es el tiempo con mayor sencillez dentro de la gramática española y es curioso porque es todo lo contrario; al tener siete funciones distintas, vuelven complicado el asunto. Una de dichas es el presente del hoy cotidiano que conocemos y usamos, otra es el que se conoce como “presente histórico” en donde los hechos que ya pasaron se narran como si estuvieran ocurriendo. El lector tendrá que decidir por gusto propio con qué versión se queda. Es decir, leemos la novela como si lo que se cuenta estuviera pasando justo en el momento en que los vamos descubriendo o bien, decir que es un recuerdo que se trae a un ahora para hacerlo único y propio.

Por otra parte, nos encontramos, también, con lo que se conoce como metaliteratura o la literatura dentro de la literatura. A lo largo de la novela observaremos dos tipos de narradores: el que presenta los hechos desde que abrimos el libro hasta que lo cerramos concluida la lectura y dentro de esta historia aparece Oleg escribiendo su diario. Hago referencia a este término teórico literario porque Oleg nos muestra varias escenas del pasado de África, así como su visión propia que puede llegar al fanatismo sobre la obra literaria de Felisberto. Textos como “El caballo perdido”, “El cocodrilo”, “Las Hortensias”, “La casa inundada” y La envenenada, Alicia Dujovne Ortiz, de manera atinada, selecciona los fragmentos que Felisberto escribió; de esta manera, conocemos una posible forma de ver, para los que no lo conoció, cómo fue en vida el autor.

También podemos hablar de la necesidad de otro en uno. Oleg escribe: “A veces me pregunto si no me estaré enamorando de Felisberto más que de África… o de los dos. Nosotros tres. Decirlo me produce una impresión extraña: nosotros tres, y yo en el vértice del triángulo, único sabedor de esta historia […]”.

El lenguaje no podría faltar por mencionarse. Si bien, Alicia Dujovne Ortiz escribe con la acentuación del cono sur, no quiere decir que sea una lectura difícil. Se vuelve deleitable, ya que así se crea la atmósfera de escuchar a los personajes tal cual como hablan sin tener que adecuar esos golpes de emisión de acuerdo al que nosotros utilizamos. De igual forma, las palabras que usa, características de cada lugar, nos ayudan a una mejor ambientación de los hechos.

Por otra parte, es interesante observar cómo Felisberto Hernández vuele a figurar dentro de una novela como personaje. Hace algunos años, aquí en México, salió la novela Las violetas son flores del deseo de Ana Clavel (editado por Alfaguara) y Felisberto como actante de la novela toma otro giro. En la novela mexicana, Felisberto se encuentra en un segundo plano, miembro de una orden o hermandad conocida como la Hermandad de la Luz Eterna con el objetivo de purificar los pecados y males de la Tierra. En la novela de Alicia Dujovne Ortiz, el escritor uruguayo aparece como una persona ordinaria, “castrado” en el sentido que no puede separarse de su madre aunque vivan en casa distintas, consciente de su trabajo como escritor en ciernes y espía radial, lo vemos dialogando, expresándose a partir de sus novelas o fragmentos que en ese momento trabaja.

Ya se han escrito varias historias sobre la guerra fría, la kgb, los espías como el caso de Bond, James Bond 007. En las novelas de Ian Flemming se nos muestra justo la visión del lado inglés y cómo los rusos tienden a ser los “villanos” de la historia y la Historia. En La muñeca rusa, es el caso contrario, se lee y se conoce todo el sistema soviético y cómo este opera en contra de las otras potencias.

Y como se lee en la cuarta de forros: “Como esas muñecas rusas que se ocultan una dentro de la otra, África ha sido muchas y siempre puede ser una más”. El constante cambio de identidades para ella puede demostrar el sentirse y no parte de un lugar y más al tener muchas identificaciones oficiales con distinta fecha de nacimiento, nombre y demás. Pero en esta novela no solamente se nos habla de las distintas máscaras que los espías o personas usamos en la vida diaria, sino que va un nivel más allá. Es una novela sobre el sentirse solo. Si bien, el tener una vida “normal” pareciera ser idílica, no necesariamente sea del todo correcta. Al no tener una identidad o, más bien, esconder la verdadera a través de unas nuevas dependiendo de la misión que se tenga que lograr, África de las Heras vive en esta constante soledad.

Alicia Dujovne Ortiz, La muñeca rusa, Alfaguara, México, 2010.