Lo descubrieron científicos del Reino Unido


René Anaya

Aunque algunas personas que se toman muy en serio la vida podrán decir que no hay muchos motivos para reír o que la situación del país no está para bromas, lo cierto es que cultivar el sentido del humor es de gran beneficio, principalmente cuando se enfrentan adversidades.

Desde fines del siglo pasado se sabe que la risa puede ayudar a mejorar no sólo el estado de ánimo, sino también la salud física de los pacientes. Ahora, un grupo de investigadores ha encontrado ─al parecer─ las áreas cerebrales que se “prenden” y también los estímulos externos específicos que ponen en marcha esas regiones cuando se escucha una broma fina.

 

El doble sentido de las palabras

Un grupo de investigadores, encabezados por Matthew Davis, de la Unidad de Cognición y Neurociencias del Consejo de Investigaciones Médicas del Reino Unido, realizaron una investigación en doce voluntarios sanos, en búsqueda de las áreas cerebrales donde se procesan las bromas.

Se encontró que uno de los factores que contribuye a que se produzca la risa es la ambigüedad del lenguaje, es decir frases en que una palabra puede tener dos acepciones diferentes. “Lo que vimos es que cuando ambos sentidos quedan «abiertos» y ninguno prevalece sobre los otros, esa frase nos hace reír”, ha referido Tristan Beckinschtein, neurocientífico argentino, integrante del grupo de Davis, en una entrevista realizada por Nora Bär, publicada en el diario La Nación, de Argentina.

En el trabajo con los voluntarios ingleses diestros, de entre 18 y 35 años de edad, se les hizo escuchar conjuntos de 23 frases con significados no ambiguos, poco ambiguos, ruido, chistes y juegos de palabras, al tiempo que se registraba su actividad cerebral por medio de resonancia magnética funcional.

“Las frases que resultaban graciosas eran aquellas en las que la palabra ambigua estaba al final. En esos casos, si los diversos significados son relevantes y siguen siendo plausibles, no hay resolución de la incongruencia, porque no prevalece uno por sobre los demás y es como que todos quedan «tintineando en el cerebro». De hecho, estuve tratando de modificar frases que no eran chistosas hasta que la palabra ambigua quedaba al final y ahí se convertían en chistes”, ha referido Beckinschtein en la entrevista mencionada.

Un ejemplo de los chistes que disparaban el humor inglés fue: Why don’t cannibals eat clown? Because they taste funny (¿Por qué los caníbales no comen payasos? Porque saben divertido/raro o extraño), ya que funny, además de la acepción divertido, tiene la de raro, extraño).

“Es algo muy sutil, parecería que este tipo de bromas activan algunos circuitos más que una frase cualquiera. Y también las áreas vinculadas con la recompensa y la emoción”, comentó el neurocientífico argentino.

 

Las áreas del humor

En México, ese juego de palabras ambiguos se encuentra en el albur fino y en algunos chistes y bromas que cultivamos los ciudadanos comunes y sonrientes y políticos que caen en el humor involuntario. Pero ya sea involuntarias o preparadas, las bromas activan determinadas regiones del cerebro que, según la investigación dirigida por Davis, son las relacionadas con el procesamiento del lenguaje y las vinculadas con el placer y la recompensa inmediata.

El área del procesamiento del lenguaje se conoce desde hace mucho tiempo, se encuentra en el hemisferio izquierdo si se es diestro, y del derecho si se es zurdo. Pero el del sentido del humor no se había logrado localizar con precisión.

En el trabajo de Davis y colaboradores, publicado en la revista Journal of Neuroscience, se refiere que las áreas que se activan ante una broma con palabras ambiguas son las estructuras llamadas área tegmental ventral y el núcleo accumbens, que constituyen los centros de placer y de recompensa, los cuales son los mismos que se activan ante reforzadores naturales como comida, agua y sexo, pero también ante drogas, “por tanto genera o regula la expresión de la fase apetitiva y de consumación de una conducta motivada”, según señalan los investigadores españoles María Apesteguía Martínez, Melina Cauqui Pinar, Manuel Luna Martínez, Inmaculada Portero Navarro y Rocío Vilchez Martínez en su trabajo Mecanismos de recompensa cerebral.

Si posteriores trabajos confirman los resultados de esta investigación, se ratificará que el humor es adictivo y que, como ya se sabe, las personas con sentido del humor producen adicción, pues siempre es preferible frecuentar amigos y conocidos bromistas, que pesimistas.

Además, como señaló Beckinschtein, se debe tomar en cuenta que “el humor sólo es posible si uno es capaz de desarrollar cierto nivel de pensamiento abstracto. Se le podría definir como una especie de placer intelectual”.

reneanayas@yahoo.com.mx