Patricia Gutiérrez-Otero

Los movimientos de izquierda son aquellos que no están en el poder y consideran necesario cambiarlo, modificarlo, criticarlo, muchas veces con la intención de beneficiar a mayorías desprotegidas por el régimen. Sin embargo, no necesariamente están de acuerdo en todo aquello que hay que cambiar, modificar o criticar, ni en las maneras de hacerlo, de ahí nacen las divisiones y las guerras entre ellos. En lugar de partir de algunos acuerdos básicos y trabajar en conjunto, se aferran a las diferencias, muchas de ellas fútiles, otras de fondo. El diálogo se vuelve imposible porque se basa en la dicotomía de todo o nada. Los matices se esfuman mientras triunfa el maquiavélico “divide y vencerás”. Nuestro país parece padecer de este trastorno crónico.

La movilización llamada Movimiento por la Paz con Justicia y dignidad (mpjd), encabezada por el escritor Javier Sicilia, no nació para cambiar todo en el país, sino para pedir que las autoridades en turno presten atención a víctimas de la violencia desatada por la lucha mal planeada contra la delincuencia organizada que ha llevado a la militarización del país y a su revisión. El Movimiento no pretende, en sus inicios, encabezar todas las luchas sociales ni ser su representante. Lo que la figura de Sicilia logró fue aglutinar diversos sectores sociales e individuos que sufrieron violencia y muerte, tanto en la “guerra” contra el crimen organizado, como por negligencias de sectores del gobierno, como el abc, y que no han recibido justicia. Al inicio se sumaron víctimas que encontraron en esta movilización, que no es una Asociación Civil, un lugar para unirse.

También hubo diálogos con la señora Wallace, la señora Morera y el señor Martí, diferencias de óptica, por ejemplo en relación con la dichosa Ley de Seguridad Nacional, han distanciado, mas no opuesto a éstas personas en relación con el mpjd. El secretario Blake Mora, como indica el periodista Granados Chapa, los llamó para contrarrestar a Sicilia quien ha logrado tener como interlocutor al gobierno en sus distintos ámbitos. Sin embargo, la división de la izquierda es aún más grande precisamente por la relación que el mpjd ha tenido con las autoridades políticas: el movimiento “No más sangre” y algunos grupos de la Otra Campaña en vez de buscar los mínimos posibles de relación se deslindan y regresan a sus nichos.

El Movimiento por la Paz no tiene una estrategia arduamente planeada, tiene un espíritu, que no es pacifista, es no-violento gandhiano. Las decisiones se toman buscando la verdad en cada momento, discerniendo el camino, pagando el precio cuando hay que pagarlo. El diálogo con las autoridades ya se suspendió una vez, lo que significa que los abrazos de Sicilia, aunque honestos, no significan una rendición: ante la traición de la palabra, se retoma con fuerza la exigencia de ser escuchados, de ser tomados en cuenta y de hacer los cambios necesarios. La reclamación no excluye retomar el diálogo, pero prima sobre el acercamiento a lo que de humano hay en los gobernantes, sin embargo, no todo estriba en ello. Ante la tozudez, la ceguera, la mala voluntad, las trampas y los juegos de poder queda el arma de la resistencia civil no-violenta, en la que toda la izquierda mexicana puede entrar sin que cada uno de los grupos abandone su identidad.

Para terminar, repudio el despido del grupo Radio Fórmula de Carlos Puig, periodista honesto y comprometido, por lo que los invito a no escuchar estas estaciones: esto es ya una actividad de resistencia civil contra poderes fácticos.

Además opinamos que se respeten los acuerdos de San Andrés, que cese el hostigamiento contra las comunidades indígenas, que se limiten las transnacionales en nuestro país, se detenga la construcción de La Parota, se investiguen los crímenes contra mujeres y niños.

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