Marco Antonio Flota

Igual que a otros próceres como José Miguel Fernández y Félix —“Guadalupe Victoria”—, Doroteo Arango —“Pancho Villa”—, o Andrés Manuel López Obrador —“El Peje”—, a  Mario Moreno lo suplantó su personaje: “Cantinflas”.
La reciente polémica suscitada en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal respecto a si debería inscribirse en su recinto, con letras de oro, el nombre de don Manuel Gómez Morín o el de don Heberto Castillo se hubiera resuelto sin mayor trámite de habérsele a alguien ocurrido proponer el de Cantinflas —sin comillas, ya.
No le dieron la medalla Belisario Domínguez, pero habrá esbozado una sonrisa de complicidad cuando la otorgaron a Carlos Monsivais. O soltó una estridente carcajada cuando la recibió don Fidel Velázquez.
El hombre de cuyo nacimiento celebramos hace unos días el centenario fue fiel reflejo de este país. A los 100 años, Cantinflas sigue vivo, vigente, todavía nos hace reír, no llorar, como su fallecida contemporánea: la Revolución Mexicana.
Tan popular como el presidente López Mateos, hablaba con la sapiencia de Ruiz Cortines, aunque, como al  célebre jugador de dominó, tampoco se le entendía mucho. A veces era regañón como Díaz Ordaz y en Ahí está el detalle se le achacó un crimen, pero no de genocidio, sólo de matar a un perro.
En Su Excelencia pronunció brillante discurso ante una conferencia mundial de estadistas, pero no hizo reír con alguna propuesta inverosímil a la ONU, como Echeverría en la vida real. Corría la voz de que fue muy enamorado, pero más discreto que López Portillo (en todo caso, solo le daba un papel a una actricita en ascenso, no una cartera en el Gabinete a una política trepadora).
Durante la filmación de sus películas ejercía plenamente el poder y el presunto director, Miguel M. Delgado, era como su secretario particular: caso opuesto al de Miguel de la Madrid. Cuando vio cumplido su ciclo, se retiró discretamente, no intentó regresar a dar lástima, como Salinas, ni se consiguió chambas de extra en los Estados Unidos, como Zedillo.
Viudo joven, no contrajo segundas nupcias, quizá para evitar que alguna dama se aprovechara de sus influencias, como le ocurrió a Fox. Asumió la autoría de un libro que él no escribió, otra vez como Fox, pero su novela, redactada con el inconfundible estilo del humorista Marco Almazán, sí se vendió, al contrario que la de Fox.
En fin, se han cumplido los 100 años del nacimiento de Cantinflas y aunque solo llegó a los 83 años, sigue vivito y coleando. Lo que no se puede decir de su país, al que tanto amó.

Tumbagrillos

CANTINFLADO: Diputado al que tampoco se le entiende nada.
CANTINFLACION: Informe de Ernesto Cordero sobre la situación económica.
CANTINFLASPIRANTE: López Obrador.
CANTINFLECO: Peinado de la Maistra Elba Esther.
CANTINFIASCO: Precandidatura de Javier Lozano.
CANTIMPLORA: Ruego de Santiago Creel.
CANTINFLACA: Aspiración de Chepina Vázquez Mota.
CANTINFLACO: Favor que le hizo Fox a Peña Nieto al apoyarlo.
CANTINFLAMIGERO: Discurso incendiario de Muñoz Ledo.
CANTINFLEMATICO: Temperamento de Marcelo Ebrard.
CANTINFLEMOS: Llamado del Góber de Jalisco a sus partidarios.
CANTINFLORME: El que rinden los gobernadores.

Epidramas

En este país doliente
hay una verdad escueta:
debes perder un pariente
o allanen tu casa, neta,
¡pa que te llamen poeta!
Es el caso, ya se ve,
—¡y cómo duele, familia!—
del poeta Bartolomé
y del poeta Sicilia.
Retornando a vieja moda,
que olviden el verso libre
y escriban, de gran calibre,
a este Gobierno una… oda.
Baja violencia, se abate,
dice el vocero Poiré.
(A felicitarlo iré,
nomás yo pague el rescate)
A Colombia derrotó
nuestro país. (Aunque choca
hay que aclarar: le ganó
en fut y también en coca.)
Las cosas son como son:
Venció —fue triunfo magnífico
la tal Reina del Pacífico—
al violento Calderón.