Mientras tanto, Peña Nieto y Beltrones, en plena camaradería

Humberto Moreira no era —ni es— el líder idóneo del PRI para retornar al poder. Su fallido estilo de comicidad, el endeudamiento de 33 mil millones de pesos con cargo a Coahuila y el desplante del tricolor al permitirle la entrega del poder a su hermano Rubén, advierten que las prácticas del viejo partido siguen vigentes.

Desde el sorpresivo arribo de Moreira al liderazgo priísta, imputado a Elba Esther Gordillo, señalada como principal foco de corrupción nacional, quedó evidenciada tan crasa equivocación. Es tonto, por decir lo menos, encomendar esa responsabilidad a un individuo que llega a bailotear y a decir chistes falaces.

Para ser cómico se requiere talento, de lo cual carece el coahuilense. Y el baile requiere gracia, no brincos grotescos. Es inexplicable cómo sus paisanos lo soportaron tantos años, sin echarle en cara que pudo ser responsable del desempeño del narcotráfico en tan importante entidad norteña.

El panismo no perdió oportunidad de exhibir al dirigente priísta. Fue designado el no menos descalificado Juan Molinar Horcasitas —el de los 40 niños muertos en Hermosillo— para clavar flechas envenenadas al ex mandatario de Coahuila.

Molinar reveló la deuda de los 33 mil millones de pesos acumulada por Moreira, quien —aseguró— no ha demostrado en qué gastó tanto dinero. Aprovechó el viaje para atacar a otros gobernadores priístas de desfalcos y endeudamientos similares. No les dejó huesos sanos, como se dice en política.

El presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, quiso sacudirse la modorra que le caracteriza y aprovechó la oportunidad de agredir a Moreira, a quien acusó de falsificar documentos para obtener los préstamos.

El coahuilense no pudo defenderse por carecer de argumentos para refutar los graves cargos. Se concretó a denunciar la “perversa” campaña en su contra y a exigir el final de los ataques porque “para mí ese asunto está terminado”. Se niega a escuchar los latrocinios realizados por él como mandatario estatal.

Un personaje con esos antecedentes no sirve de nada al PRI y menos a los aspirantes a la Presidencia de la República, Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto, escritos así, en orden alfabético.

En la reunión de diputados y gobernadores del PRI, realizada en Playa del Carmen, Moreira no figuró y los asistentes comentaron que se le empezó a marginar. No se le puede derribar del liderazgo, a estas alturas de la fiesta, pero sí se le pueden restar funciones, al menos hasta la nominación del candidato presidencial priísta. Después vendrá otro con menos máculas.

Por cierto, Peña Nieto y Beltrones fueron vistos en franca camaradería en un evento de Morelia. El sonorense dijo una frase harto significativa: “Juntos sí ganamos”, y pidió aprovechar la fortaleza actual del PRI “para diseñar, promover un programa sólido que nos lleve a la unidad”. Por primera vez, Beltrones asumió un tono conciliatorio en esos términos.

Peña Nieto recordó la máxima de Salinas de Gortari de “no se hagan bolas” y agregó que “vamos unidos, cuidemos en todo momento la unidad del priísmo”.

Esa posible conciliación entre las principales figuras del PRI debió poner de malas a los panistas, quienes siguen a la greña y no se ponen de acuerdo quién será su candidato. Al menos los partidos de izquierda decidieron, ya, que su prospecto surja de una consulta nacional, incluso de gente ajena a la política. Las apuestas favorecen al Peje López Obrador.

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