Nos enseñó que el imperialismo no es invencible
Martín Tavira Urióstegui
El 26 de julio de 1953 es una fecha que marca un viraje en la marcha de la humanidad. No es una fecha memorable sólo para el pueblo cubano, ni siquiera para los pueblos de América Latina; sino para todos los pueblos del planeta, ya que la Revolución Cubana cambió la correlación de fuerzas en el mundo a favor de la liberación de los pueblos, del yugo colonial y de la dependencia; y asestó un duro golpe al imperialismo.
Los grandes movimientos emancipadores del pueblo cubano constituyen un todo orgánico. Uno es continuación del otro. No pueden entenderse desligados. A la lucha contra el colonialismo español, tuvo que seguir el combate contra el neocolonialismo impuesto por el imperialismo yanqui. El enfrentamiento contra el imperialismo implicó la independencia económica y política del país y el salto al socialismo.
Todavía el pueblo cubano estaba viviendo el colonialismo hispano y ya se cernía el peligro de un nuevo colonialismo más brutal: el de los Estados Unidos de Norteamérica.
Las ambiciones norteamericanas comienzan a manifestarse a principios del siglo XIX, las cuales se acentúan con el ascenso de los esclavistas sureños al poder. Pronto surgió en los Estados Unidos ese espíritu mesiánico, de superioridad racial y de avasallamiento, reflejado en la frase de Thomas Jefferson: “El mundo nos ha encomendado velar por el fuego sagrado, y las chispas que irradia servirán siempre para reavivarlo en otras partes del globo”. Es una de las formas de expresar la “doctrina” del Destino Manifiesto.
Varios prohombres, entre los que están los propios creadores del Estado norteamericano, manifestaron, sin ambages, sus propósitos de apoderarse de Cuba, por compra, por guerra y por otros medios; inclusive pretendiendo justificar el atraco con tesis pseudocientíficas como la llamada “teoría de la gravitación política” de Adams, que fijaba en los Estados Unidos el centro de atracción, donde tendría que caer Cuba por fuerza, cuando fuera “fruta madura” y se desprendiera del árbol español.
Como bien sabemos, la intervención yanqui frustró la auténtica independencia de Cuba respecto de España. Jamás los Estados Unidos tuvieron una sincera simpatía por la liberación de la bella isla. Ante todo, estaba su sórdida ambición de apoderarse de ella a cualquier precio. Diversos gobiernos norteamericanos reprobaron la lucha del pueblo cubano por su emancipación. Todavía los presidentes Cleveland en 1895 y Mc Kinley en 1898, continuaron presionando a España para que les vendiera Cuba.
Los Estados Unidos habían llegado a la etapa del imperialismo y estaban urgidos de áreas de influencia económica y política. Por eso desataron la guerra contra España. Como se ha dicho, los Estados Unidos al atacar a España en Cuba, vencieron a un vencido. Los yanquis se adueñaron de la victoria del pueblo cubano. Fue la primera guerra imperialista de la historia. Por el Tratado de París, del 24 de octubre de 1898, Estados Unidos se adueñó de Cuba, Puerto Rico, la isla de Guam y del archipiélago de Filipinas.
El 21 de febrero de 1901 los yanquis impusieron al pueblo cubano la oprobiosa Enmienda Platt, por medio de la cual, el país quedaba encadenado al “imperio tachonado de estrellas”, para decirlo con la frase del jurisconsulto estadunidense del campo de la izquierda, Vincent Hallinan. La “Enmienda” le daba el derecho a la potencia neocolonialista de intervenir en la vida interna de la patria martiana. Ahí está el origen de la base naval de Guantánamo que los yanquis ocupan sin la autorización del Estado cubano.
Así surgió la república neocolonial, en manos de los todopoderosos consorcios norteamericanos, saqueados sus recursos naturales y financieros, con una economía deformada en interés de los monopolios extranjeros, su comercio exterior en dirección única, sus tierras en gran parte en manos de los empresarios foráneos. Un pueblo explotado y humillado de mil formas; su cultura intervenida. Sus hermosas playas ensuciadas por las inmundas plantas de la burguesía yanqui. La autodeterminación del pueblo cubano destruida por el permanente injerencismo norteamericano que mantenía gobiernos dependientes.
Cuba no era un “país para sí”, como lo dijera José Antonio Portuondo. Pero los consorcios norteamericanos, por una ley del desarrollo histórico, contribuyeron a forjar una poderosa clase obrera y a su conciencia de clase, al despertar de las masas campesinas y a la formación de una fuerte conciencia antimperialista de los intelectuales.
El pueblo cubano y su clase trabajadora recibieron, a través de un largo proceso histórico, la herencia ideológica de Maceo, Martí, Julio Antonio Mella y del Partido Socialista Popular. Las bases de un programa para la liberación del país y su transformación revolucionaria, ya estaban dadas cuando Fulgencio Batista asaltó el poder. La Revolución Cubana en marcha creó el movimiento guerrillero como una de sus formas de lucha. La tiranía batistiana con toda la brutalidad de sus esbirros y de su ejército profesional, demostró su total debilidad frente al arrojo de las fuerzas revolucionarias. La dictadura fue arrollada por las combativas masas urbanas y rurales.
La Revolución en el poder tenía que cumplir los mandatos del pueblo: independencia económica y política de la nación; nacionalización de las riquezas para desarrollar las fuerzas productivas; reforma agraria radical y modernización de la agricultura; diversificación del comercio exterior; nacionalización de la enseñanza para llevarla a todas las capas de la población; erradicación del analfabetismo; reforma urbana para resolver a fondo el problema de la vivienda; y una política internacional independiente y digna. La instauración del socialismo fue decisión soberana del pueblo cubano sin presión de nadie.
Por medio siglo, Cuba ha resistido el criminal bloqueo del imperialismo norteamericano y sus agresiones económicas, políticas y militares. Con el triunfo de la Revolución Cubana, América Latina inició su segunda independencia como lo previó José Martí.
El gobierno cubano ha reconocido algunos errores cometidos; por eso ha puesto en movimiento cambios importantes, cuyos resultados se han de ver a corto y a largo plazo.La Revolución Cubana ha enseñado a todos los pueblos del mundo que el imperialismo no es invencible.
Cuba es, Cuba será, ¡Cuba vivirá!