El mimo mexicano no entró al cielo

 

Guadalupe Loaeza


—Si no me dices tu nombre, no sabré si abrirte las puertas del cielo o no —le dijo San Pedro a Mario Moreno.

—Ay, pus, por ai hubiéramos empezado. Soy Cantinflas.

—¿Cantinflas? ¿El mimo mexicano? Ese murió hace muchos años. Creo que fe por los años cincuenta. Era un cómico genial qe hacía reír a todo su pueblo. Comenzó actuando en las carpas y luego hizo varias películas. En mi libro dice que fue un hombre comprometido, un gran luchador sindicalista. Formó la ANDA. Pero, le repito, Cantinflas murió en los primeros cincuenta.

—¿Qué pasó, chato? Si todavía hoy (21 de abril de 1993) me están haciendo homenajes. ¿A poco no se enteró? ¡Que hasta aquí no llegan las noticias! Ahorita millones y millones de estadunidenses, mexicanos, rusos, chinos, alemanes, franceses, costarricenses, argentinos, irlandeses, jamaiquinos y hasta esquimales están llorando a su Mario Moreno Cantinflas.

—¿Dijiste Mario Moreno? Ah, ése sí lo tengo. Ya te están esperando, hijo mío.

—Ya ve, abuelito. Anúncieme, por favor, e indíqueme por dónde está la puerta principal pa´ entrar a los santos cielitos.

—Te equivocas, hijo mío. Van al cielo todos los que en vida cumplieron los mandamientos de la ley de Dios. Aquí en mi libro, en la letra M, dice: “Mario Alfonso Moreno Reyes, nacido el 12 de agosto de 1913 y muerto a los 79 años, el martes 20 de abril de 1993 a las 21:15 horas en la ciudad de México. No entrará al paraíso de las delicias, donde los santos gozan con Dios de felicidad perfecta y perdurable”.

—Con todo respeto, san Pedrito, o está usté bien mal informado o necesita anteojos. Si quiere, le presto los míos. Me los compré en los Estates. Mario Moreno y Cantinflas es lo mismito. Como quien dice que yo soy ambos dos. Yo, Mario Moreno Reyes, soy Cantinflas, actor de 49 películas, el ídolo del pueblo mexicano y de toditita América Latina.

—Yo no he visto ninguna de esas 49 películas que dices que filmó Cantinflas. La única película que conozco es la de Mario Moreno Reyes. Y ésa no creo que la conozcan muchos mortales. Aquí en este libro aparecen todas sus palabras, acciones y omisiones y aun sus más secretos pensamientos, que sirvieron como materia de su juicio personal. Aquí dice que Mario Moreno fue profundamente soberbio. Que en la Tierra se creía Dios. Que al único que adoraba y amaba sobre todas las cosas era a él mismo. Que cualquier persona que estaba a su alrededor le tenía que agradecer el honor de trabajar para él. Creía que podía comprar lo que fera a quien fuera en el mundo.

Continuaba San Pedro:

—Aquí dice que Mario Moreno era macho, jugador, mujeriego, prepotente, egoísta y fanfarrón. Que le tenía mucho miedo a envejecer y que era capaz de cualquier cosa para no verse viejo. Que conforme pasaban los años, fue comprando un rostro cada vez más joven. Cuando Mario Moreno se hizo millonario en dólares, se mandó construir casas lujosísimas, departamentos, ranchos y condominios en Estados Unidos. Y en casa una de estas propiedades, tenía cuadros, muchas pinturas, caricaturas, fotografías de su persona, porque él adoraba ver su imagen reproducida varias veces en todos los cuartos de las casas. Y como sus salas siempre eran muy espaciosas, allí colgaban los cuadros.

—Aquí dice —seguía San Pedro— que varias veces le dio la espalda a su pueblo, haciéndole creer lo contrario. Siempre que se encontraba con una persona humilde, desempeñaba el papel de hombre sensible y bueno. Siempre vivió en absoluta contradicción. En tanto profesionalmente su imagen era la de un pobre peladito, él vivió en un lujo apabullante. Incluso llegó a anunciar la tarjeta de crédito Carnet, argumentado qe deseaba que todos los pobres gozaran de los privilegios de esta tarjeta. Era prepotente, grosero y cada vez que podía pontificaba. No obstante que hacía alarde de su profundo patriotismo, durante años sacó al extranjero mucho dinero. En Estados Unidos tenía muchas cuentas bancarias. En Las Vegas apostaba cantidades exorbitante.

Proseguía San Pedro:

—Sin embargo, cuando regresaba a su país, criticaba a los malos mexicanos que tenían este tipo de comportamiento. ¿Por qué? Porque para él su imagen era primordial. “El único que la puede manejar soy yo”, decía orgulloso. Pero seguramente ignoraba que la imagen de su alma aparecía al final de sus días retratada minuto a minuto en este libro. El verdadero Mario Moreno Reyes era sumamente racista. No le gustaban “los prietitos”. En el fondo de sí mismo se sentía más atraído por la gente “blanca”. Siempre se enamoraba de mujeres rubias o de tez muy clara. Con los políticos era muy barbero. Se entrevistó con el presidente de su país y lo llenó de elogios. A pesar de su tacañería, les hacía regalos a los políticos. Sobre todo a aquellos de los cuales después se podía servir. Con sus familiares no era ni tan cercano ni tan generoso. Para que él estuviera contento, éstos tenían que hacer lo que él decía. Siempre les dio órdenes de qué hacer en la navidad, en los cumpleaños.

—Aquí aparecen las listas de regalos —continuaba la lectura— a personas importantes. Aquí están las fotografías de un hijo muy solitario que, bien a bien, no sabía cómo era su padre. Si como les hacía creer a los demás o como él lo percibía con su corazón triste. Tal vez era el único niño mexicano que no reía de los chistes de Mario Moreno.  Aquí también están las fotos de las mujeres que hizo sufrir. A una llamada Miroslava, primero la hacía reír y luego llorar, para entonces llevarle serenatas cuyas canciones decían palabras de amor. Como tenía alma de actor podía hacer llorar y reír a la gente cuando quería y como quería. No obstante haber tenido muchas mujeres, nunca se enamoró de alguna. No podía, vivió demasiado enamorado de sí mismo. Entre todas, tal vez la que más sufrió fue Joyce Jett, una estadunidense que lo conoció muy bien después de haber convivido con él más de veintidós años.

—Aquí hay —proseguía la lectura— muchas hojas dedicadas al lío que tuvo con ella y con la justicia de ese país. En Houston no pudo comprar la ley. Tuvo que pagar mucho dinero para remediar sus faltas. Pero no nada más lo demandó una de sus ex mujeres, sino incluso su ex nuera. ¿Este Mario Moreno eres tú, hijo mío?

El actor se veía desencajado. Estaba sumamente pálido. Pero más pálido se puso cuando finalmente San Pedro, le negó la entrada al cielo. Desde entonces, el alma de Cantinflas se encuentra en la antesala del paraíso eterno. Dicen muchos angelitos que jamás llegará al cielo.