Por Verónica Valenzuela González
(Segunda de dos partes)

En el número anterior hablamos sobre los esfuerzos de Israel para “hacer amigable” un terreno hostil creando más de un centenar de reservas naturales, continuemos con este reportaje.

En 1999 (según los datos de la legación), el KKL (Fondo Nacional Judío) construyó 19 reservorios, la mayoría de los cuales son para aguas recicladas, abastecidos a través de 10 mil 500 kilómetros de líneas, 750 piletas y 91 plantas. El deterioro de los depósitos de Mekorot se produce por  la filtración de aguas servidas hacia las fuentes y por el bombeo exagerado, que provoca la salinización del suelo y de las aguas subterráneas, lo cual se puede mejorar si se amplía la plataforma de agua potable, se cuidan los niveles de contaminación y si se toman medidas para ahorrar.

Las fuentes bajaron inéditamente y empeoró su calidad. Actualmente funcionan más de 200 reservorios.

Es destinado a la irrigación tres por ciento de las aguas servidas municipales tratadas, con lo que Israel, de acuerdo con el Tercer Informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo Hídrico en el Mundo, se posiciona como líder en el uso de agua reciclada para la agricultura. El crecimiento poblacional hace que aumente el consumo. Se debe subir la oferta (desalinizando) y reducir la demanda (ahorrando). Una técnica para el uso eficiente es incorporar reguladores a los grifos, pero sólo 20 por ciento de los hogares se sumaron a la iniciativa.

Asimismo, hay que tomar conciencia sobre el calentamiento global y actuar ahora. Una investigación de los últimos 40 años (citada en la información de la embajada) determinó que las temperaturas mínimas y máximas de verano se elevaron un grado y las invernales descendieron –en Jerusalén se han registrado días de más de 35 grados y la cantidad de lluvia descendió en el (lago) Kinneret. Algunos investigadores como Pinhas Alpert de la Universidad de Tel Aviv, pronostican una elevación de la temperatura de entre 3.5 y 5 grados hacia el 2100 por la emanación de gases de invernadero.

El noreste del Mar Mediterráneo tiene la característica de ser la corriente de agua, por persona, más baja del mundo y dada la ubicación geográfica del Kinneret, el calentamiento puede provocar desertificación, huída de animales, modificación en sus espacios de vida y cambio en la vegetación.

Ein Gedi (Ein en hebreo significa fuente y gdi cabra pequeña, es decir, pequeño manantial) es un oasis que se localiza al oeste del Mar Muerto, cerca de Masada y las cuevas de Qumran. Fue el escenario donde, según se relata en la Biblia, moabitas y ammonitas se unieron para luchar contra Josafat.

Ein Gedi se cuenta entre las ciudades de la tribu de Judá en el desierto de Betharaba, aunque en Ezequiel se dice que fue también una ciudad habitada por pescadores. Más tarde, el rey David se ocultó en el inhóspito Ein Gedi para que no lo encontrara el rey Saúl.

En ese lugar se encuentran también ciertos ingredientes para elaborar un bálsamo que era utilizado por el imperio romano y hay una inscripción en ese lugar en contra de que sus habitantes revelaran “el secreto”, posiblemente los métodos de extracción y preparación del muy apreciado bálsamo.

Los manantiales de Nahal David, Nahal Arugot, Shulamit y Ein Gedi fluyen en la reserva y juntos generan aproximadamente tres millones de metros cúbicos de agua por año. Mucha de esa agua se utiliza para consumo humano y para la agricultura. Se da muy bien, entre otras, la acacia, la espina de Jerusalén y la manzana de Sodoma y crecen árboles tropicales, del desierto y el Mediterráneo. Una tragedia ocurrió en el verano de 2005, cuando cerca de dos tercios del oasis se incendiaron luego de que un visitante se deshizo de un cigarro encendido.  El parque fue fundado sólo tres años antes. Ahora, en el kibutz Ein Gedi, nacido en 1956, que se localiza a un kilómetro del oasis, hay un jardín botánico (cubre unas diez hectáreas). Ofrece variadas atracciones turísticas y aprovecha la abundancia de agua natural para producir cultivos fuera de estación y cuenta con más de 900 especies de plantas de todo el mundo.

El deterioro no se puede negar y ha sido consecuencia tanto de la actividad humana como de situaciones naturales como la evaporación. El Mar Muerto se seca a un ritmo de un metro por año (reduciéndose su superficie de mil 25 kilómetros cuadrados a 625 en 2003 y se espera que aunque no se seque del todo, en los próximos 150 años ese lago tenga sólo unos 450 kilómetros cuadrados). El Banco Mundial busca paliar esta crisis hídrica mediante el financiamiento de un plan de emergencia conocido como el “Canal de la Paz”, se trata de un conducto de 180 kilómetros de longitud y dos de alto que trasladaría grandes cantidades del agua del Mar Rojo al Mar Muerto; un esfuerzo conjunto de Israel, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina (ANP).