Es su idiosincrasia

Santiago Creel nació el 10 de diciembre de 1954 con cucharita de plata, entre encajes de brujas y muchas madrinas que lo colmaron de dones, talentos y gracias.

Desde su primera infancia era todo un caballerito, sin embargo, siempre fue sumamente travieso. “Ah, señora, cómo da guerra Santi. Es un pingo…”, se quejaba con mucha simpatía la maestra del muy exclusivo Instituto Asunción de México, con la distinguida y elegante señora Creel. Pero Santi no se corregía. Cuando pasó a kinder 2, se volvió todavía más travieso.  Una de sus diabluras consistía en ir a los bebedores. Allí, con su batita azul celeste, sus pantalones cortos de casimir inglés que hacían juego con sus calcetines de rombos tipo escocés, se divertía salpicándose a sí mismo y a sus compañeritos en una verdadera orgía de agua.

Ya en preprimaria, su fama de travieso se había consolidado en todo el colegio, al grado de que muchas mamás llamaban por teléfono a las monjas, para suplicarles que no dejaran juntar a sus hijas con ese “diablillo” que nada más las distraía y las mojaba.

A esa edad, a Santi, le encantaba esconderse de sus papás. Cuando iba a su rancho Ticomán, se subía a un árbol y desde ahí veía cómo toda la familia lo buscaba: “Santi, Santi, ¿dónde estás? Ya vamos a comer…” Mientras tanto el pequeño se moría de la risa, a la vez de que se comía una manzana.

Además de como parte de su perfecta educación, la cual consistía, entre otros, montar bien a caballo, jugar tenis, velear, criar a sus finos perros, (de tan buen pedigrí como el suyo), andar en bicicleta, distinguir entre una buena y mala tarde de toros, hablar los idiomas, apreciar la buena lectura, música, pintura y demás artes, llegó el momento en que fue menester pensar en una profesión. ¿Cuál? La tradicional de su familia, sería abogado. Un abogado ético, honesto, generoso y justo. Quién nos iba a decir que el súper niño bien con su maximilian-look, con su vestimenta de príncipe de Galés, corbatas de regimiento y Paisley, zapatos Church, y escudo bordado en la bolsa superior de sus blazers, educado en la tradición marista y del Opus Dei, estudiaría su carrera no en la Libre de Derecho, no en la Iberoamericana, sino en la muy democrática Universidad Nacional Autónoma de México, pero hay que decir que a Creel no se le quitaba lo travieso.

En ese nuevo universo para el joven estudiante, tuvo oportunidad de ampliar su círculo de amigos y tener contacto con un México de a deveras, el cual a veces, había percibido en las películas mexicanas cuando sus padres atendían sus numerosas invitaciones y obligaciones sociales y él se quedaba al cuidado de su fiel, atenta y uniformada nana. Al recibirse ya como abogado, seguramente su padre le recomendó hacer un posgrado en la Universidad de Michigan, en los Estados Unidos.

Dicen que muchos de sus asesores, fracasados en la academia, son los mismos que le preparan los discursos. Uno de ellos, tal vez el más memorable, fue aquel en el que leyó la palabra indiosincrasia…  He allí un lapsus que pinta de cuerpo entero la verdadera esencia de Santi…

Por último, diremos que Santiago Creel tiene que hacer muchas travesuras para por lo menos llegar a tercer lugar de las próximas elecciones internas del PAN. No la tiene nada fácil…

Entonces sí, volverá a ocultarse de sus papás y se subirá a su viejo árbol de su rancho desde donde, tal vez, escuchará: “Santi, Santi, ¿dónde estás? Ya no te escondas. No importa que no seas presidente de la república, te seguimos queriendo igual…”