En Etiopía, Kenia y Somalia están a punto de morir 11 millones de personas
Bernardo González Solano
Aunque infinidad de medios de comunicación —de todo tipo— se rasgan las vestiduras cuando en algunos países de Africa suceden desgracias humanas irreversibles, sólo entonces las naciones del continente negro son el centro de las noticias internacionales, pero esa atención dura muy poco, al revés de lo que sucede con otras zonas del planeta.
Por ejemplo, si en Noruega (cuya población suma aproximadamente cinco millones de personas), un desequilibrado ultraderechista, de 32 años de edad, asesina en actos terroristas a aproximadamente 100 personas, en su mayoría jóvenes, la prensa mundial, al unísono, le dedicó incontables horas de transmisión.
Sin embargo, al mismo tiempo, en el llamado Cuerno de Africa, compuesto por Somalia, Etiopía y Kenia, casi 11 millones de personas están a punto de sufrir la peor hambruna de su historia.
El problema no se originó en un fin de semana, lleva meses de empeorar y todavía falta lo peor. ¿Y la prensa? Bien gracias. Una que otra nota perdida en interiores o unos cuantos segundos en la televisión y en la radio.
Total, son países del continente negro situados allá por el Mar Rojo, el Golfo de Adén y el Océano Indico, que muy pocos saben localizarlos en el globo terráqueo.
La peor sequía en medio siglo
El hecho es que el Cuerno de Africa está inmerso en una catástrofe humanitaria. Confrontados a una de las peores sequías desde hace más de medio siglo, casi once millones de personas en Kenia, Etiopía y sobre todo en Somalia, quién sabe si sobrevivan bajo la amenaza de una severa hambruna.
Según organización no gubernamental Acción contra el Hambre, “las necesidades son inmensas”. Si nadie enarbola el recuerdo de las grandes hambrunas que diezmaron Etiopía en 1973 y después en 1984, la inquietud crece, particularmente en lo que respeta a Somalia.
“El centro somalí es la región más afectada por la crisis”, se insiste en la Acción contra el Hambre. Es más, agrega: “Casi no se ha cosechado e incluso en las regiones más ricas, lo cosechado ha sido inferior al 50% acostumbrado”.
La práctica anarquía que hace estragos en este país, privado de un Estado central y enfilado en la guerra civil desde 1991, agrava las cosas. Igual que las parcas lluvias que ya habían debilitado a las poblaciones los dos últimos años. Así, se cierra un círculo vicioso: los ganaderos han tratado de salvar su ganado amenazado de muerte, provocando un alza catastrófica del precio de los alimentos básicos, que ya eran caros. Privados de recursos, alrededor de un millón de somalíes no tienen otra solución más que huir hacia los países vecinos en busca de ayuda. Este flujo de refugiados en el norte de Kenia y en el este de Etiopía ha desequilibrado esas regiones frágiles. Y en el este keniano de Turkana, la tasa de malnutrición alcanzó el 37% en junio, contra el 15% en 2010.
Las cifras
La situación es aún peor en Somalia, donde cerca de 1.5 millones de personas han abandonado sus aldeas para trasladarse a las ciudades. En Mogadiscio, la capital, teatro de combates entre los soldados del gobierno de transición y los milicianos de Al-Shebah (un grupo aliado a Al Qaeda), casi 400 mil personas sobreviven en condiciones extremadamente precarias. Uno de esos refugiados declaró a un corresponsal europeo: “Las agencias humanitarias concentran sus esfuerzos para alimentar a los que huyen de Somalia hacia los países vecinos, pero ayudan menos aquellos que permanecen en el interior del país”.
Acción contra el Hambre asegura “no haber visto jamás una situación como esta”, y estima que 250 mil niños sufren de malnutrición severa.
Y, según la Unión Africana, aproximadamente tres millones de personas rápidamente tendrán necesidad de ayuda alimenticia.
Incluso Al-Shebab parece darse cuenta de la urgencia. Los islamistas, que desde 2010 impedían el acceso a las vastas zonas bajo su control a todas las ONG occidentales, acaban de levantar esa prohibición. El 13 de julio pasado, la ONU pudo proceder a una primera entrega de alimentos: cinco toneladas de materiales, víveres y medicamentos cerca de la ciudad de Baidoa.
El Programa Alimenticio Mundial considera también intervenir en las ciudades bajo el mando de Al-Shebab.
Como es costumbre, la comunidad internacional es lenta para reaccionar, y ahora comienza a movilizarse. Para Anthony Lake, el director de la UNICEF, poco optimista, este esfuerzo tardío deberá ser importante: “Probablemente tendremos una verdadera catástrofe en los próximos meses”.
De tal suerte, la ONU declaró el miércoles 20 de julio, que en Bakool y Lower Shabelle, al sur, el 30% de los niños sufre malnutrición aguda y que dos adultos y cuatro niños de cada 10 mil fallecen del hambre diariamente, algo que no sucedía desde hace 19 años.
Así las cosas, todos los días 3 mil somalíes escapan con destino a Kenia y Etiopía, con grandes esfuerzos físicos tras caminar durante muchas jornadas semanales.
De acuerdo a la ACNUR, desde enero pasado han llegado a los campos de Dollo Ado (en el sur etíope) y Dadaab (al este de Kenia) 166 mil refugiados. El campo de Dadaab alberga ya a 382 mil refugiados —de hecho está lleno desde hace varios años—, “cuatro veces la capacidad para la que fue construido”, según la propia agencia de la ONU.
El portavoz de Save the Children, Mike Sunderland, informa que a Dadaab llegan 800 niños al día y, reconoce “que es extremadamente difícil atenderlos a todos. Algunos mueren en cuanto llegan al campo y otros muchos fallecen en el camino”. El campo de refugiados se encuentra en una superficie de 50 kilómetros cuadrados; su capacidad original era de 90 mil personas, cantidad que ya superó en más de cuatro veces: 382 mil más los que lleguen. Y llegarán.
Por sí sola la sequía no explica por qué Somalia es el país más afectado ni la dimensión del desastre para cerca de tres millones de personas, las que viven en el sur del país.
La FAO alertó, en octubre de 2010, del riesgo de sequía. Mientras Kenia y Etiopía cuentan con infraestructura estatal para canalizar los recursos propios y los internacionales para atender a la población, así como para planificar la distribución de alimentos y agua en casos de emergencia, Somalia no la tiene. En guerra civil desde hace tres décadas, la organización estatal apenas existe y la ayuda internacional ha llegado tarde.
A principios del año pasado, el Programa Mundial de Alimentos se retiró de la zona. La milicia integrista islámica de Al-Shabab pretendía cobrar tasas para la distribución de alimentos o evitar que hubiera mujeres entre las organizaciones que llevaban la ayuda.
Asimismo, Amnistía Internacional publicó el 20 de julio, un informe en el que denuncia el reclutamiento como soldados de niños por parte de Al-Shabab y otros grupos armados. Para entender el grado de violencia que se vive en Somalia, hay que saber que solo en un hospital de Mogadiscio, la capital, Médicos sin Fronteras realizó 3 mil 670 operaciones quirúrgicas de guerra. La mitad a mujeres y niños.
Por su parte, Cristina Amaral, jefa del servicio de emergencia de la FAO para Africa, dio a conocer los siguientes datos: “Es el segundo año consecutivo en el que apenas llueve en la estación de agua. Las cosechas menguan y es difícil alimentar el ganado: el banco de los pobres. En el sur, el sorgo uno de los cereales básicos en la dieta local, cuesta un 240% más, y lo mismo sucede con el maíz, que está entre un 120% y un 150% más caro”.
Las cifras son siempre imprecisas cuando se trata de Africa. Pese a todo, hace muchos años que no se daban las condiciones para declarar una hambruna. La ONU lo hizo el miércoles 20. El 30% de los niños sufre malnutrición aguda. Miles de personas ya han perdido la vida y la seguirán perdiendo.
En el momento de escribir este reportaje no se tiene un número exacto de víctimas. Los casi 135 mil somalíes exiliados, caminando por varios días, forman un éxodo sin muchas esperanzas. Cuando lleguen a su “refugio” encuentran los campos de cobijo totalmente desbordados.
La situación ha movilizado (apenas) a la comunidad internacional, pero las coordenadas del desastre son complejas y van mucho más allá de los elevadísimos precios internacionales de los cereales y la sequía agudizada por el cambio climático.
La FAO convocó a una reunión de emergencia el martes 26 de julio. ¿Llegará a tiempo la ayuda internacional? Quizás una pequeña nota perdida entre muchas otras un día informe que la hambruna fue “efectiva”.