Pugnas internas y compromisos de los rebeldes
Carlos Guevara Meza
Al momento de escribir estas líneas los rebeldes libios, con el apoyo de los bombardeos de la OTAN, habían entrado a la capital, Trípoli, y se encontraban combatiendo en sus calles, mientras, aparentemente, los leales al coronel Gadafi comenzaban la desbandada.
Todo pasó con rapidez. Bajo la protección aérea de la alianza atlántica, los rebeldes lograron conquistar apenas unos días antes la estratégica ciudad de Zauiya, a sólo 50 kilómetros de la capital, sede además de importantes instalaciones petroleras que abastecen de combustible a Trípoli. Luego la OTAN comenzó a lanzar ataques contra instalaciones militares, disminuyendo significativamente la capacidad de respuesta del régimen, mientras los rebeldes avanzaban y se posicionaban en las cercanías de Trípoli, a la que entraron simultáneamente desde todos los puntos cardinales, tanto por tierra como por mar.
Una columna rebelde tomó sin resistencia alguna una importante base militar, perteneciente a la brigada de élite que comanda uno de los hijos del dictador, el temible Jamis Gadafi, que aparentemente había sido abandonada. Para las primeras horas del lunes 22, agencias informativas y organismos internacionales aseguraban que el gobierno sólo controlaba alrededor del 15 por ciento de la capital, que los rebeldes ya habían hecho presencia en la Plaza Verde y se combatía en las cercanías del cuartel general de Gadafi en la ciudad, con un saldo de más de 1600 víctimas mortales. Además, tres hijos del dictador, incluyendo el influyente Said al-Islam, habían sido tomados prisioneros, información confirmada después por el Tribunal Internacional de La Haya (que libró una orden internacional de aprehensión en contra de éste, así como de su padre y otras figuras del régimen).
Del propio Gadafi, sin embargo, no se sabía nada al momento de escribir estas líneas. Los rumores de que había abandonado el país comenzaron a difundirse desde el sábado 20, aunque fueron negados por los voceros del gobierno. Pero el dictador transmitió varios mensajes (sólo de voz) a través de los medios oficiales llamando a la población a resistir a “los colonizadores y sus agentes”, amenazando con convertir la capital en un baño de sangre. Diversos gobiernos implicados (Gran Bretaña y Francia) negaron tener conocimiento del paradero de Gadafi, mientras Sudáfrica y la Unión Africana rechazaron que hubiera planes para brindarle una salida o darle asilo.
El desenlace es previsible. Gadafi ha caído después de una rebelión de seis meses casi exactos. En estas condiciones es casi imposible una recuperación militar aunque el coronel lograse escapar o ya haya huido. Lo que no está claro aún es si la guerra civil ha terminado, pues claramente la oposición a los rebeldes ha sido dura y no habría sido vencida sin el apoyo de la OTAN. Por otro lado, el amasijo de intereses, muchas veces contrapuestos y sólo unidos por el odio al dictador, que es el Consejo Nacional de Transición, tendrá que recorrer un largo camino para establecerse como gobierno, si es que logra sobrevivir a sus propias disputas internas (el caso del asesinato del general Yunis, jefe militar de la rebelión, a manos de una de las facciones rebeldes, ya sienta un precedente peligroso); por no hablar de todos los compromisos que seguramente hizo con el fin de obtener el apoyo militar internacional. Por lo pronto, el precio del petróleo comenzó el descenso bajo la promesa de la recuperación del suministro libio.